Somos capaces de...
- Establecer nuevos criterios de trabajo mediante la mejora, por ejemplo, de algún software que nos facilite la tarea diaria.
- De montarnos con un ordenador de última generación para que aligere nuestros procesos.
- De tener entre nuestras manos un móvil de última generación con todas las posibles conexiones 4 G, inalámbricas, Bluetooth, Usb, donde todo sea posible y si no lo tengo, lo busco y lo descargo.
- De tener las mejores multiconferencias o videoconferencias casi de manera gratuita para hacer que las distancias sea cada vez más cortas.
- De trabajar en red y al mismo tiempo diseñar un mismo archivo con otro compañero
de trabajo, esté donde esté.
Hemos sido capaces de casi todo. Hemos sido capaces de aplicar toda esta tecnología
al servicio de la mejora continua, de la productividad, de intentar mejorar los
resultados, de dar una mayor satisfacción al cliente. ¿Y por qué tenemos la
sensación que cada vez somos menos productivos, menos competitivos, menos
comunicativos, menos independientes, incluso me atrevería a decir, menos
felices?
Estructuramos nuestra vida laboral metidos en un laberinto
que muchas veces somos incapaces de resolver, las luces de la oficina o de la
tienda casi se desangran y nosotros estamos allí pensando que “eso” no puede
esperar hasta mañana. Y mientras no damos solución a nuestro problema laboral estamos
abriendo otro problema en nuestra vida personal. Nos hemos convertido en
pequeños esclavos de nuestras mismas creaciones e iniciativas y soluciones. En definitiva…en
los grandes campeones de la contradicción.
Darnos cuenta que tal
vez esa falta de ideas que alteran nuestro agotamiento y se ha ido de paseo las
podamos encontrar en la sencillez de nuestras cosas cotidianas, en los minutos
finales del deporte que ya no practicamos, en las páginas del libro que siempre
se burla de nosotros en la mesa de noche, en la sonrisa o palabra de un ser
querido, en el silencio de nuestra canción preferida, en definitiva en el
espacio simple que necesitamos para que esa idea resurja, vuelva a ser productiva
y que sea un éxito al día siguiente y no sea un cumulo monótono de ideas
copiadas propias o ajenas en el ataúd de las viejas propuestas. Y tendremos un
doble resultado positivo y ahí sí que habremos conciliado!
Entonces, cuando hablemos de conciliar, hablemos en serio de mejorar, hablemos de nosotros y de la empresa, hablemos de la felicidad personal y laboral, hablemos de ideas, hablemos de ir a más todos los día con la energía que nos da la inteligencia del ser humano y no el automatismo paciente de los burros de carga.