Igualdad: "Los cromosomas de las competencias y las oportunidades".

Quería reflexionar sobre el  rol de la mujer en este nuevo mundo que estamos viviendo y se vinieron a mi cabeza innumerables clichés que coordinaban inexplicablemente (o no) mi cabeza automáticamente a textos preestablecidos, a frases ya leídas, a símbolos, signos, publicidades, días internacionales y siendo hombre, encaré las primeras palabras en el teclado con miedos absurdos a fantasmas como machismo, feminismo, y demás ismos que suelen encarcelarnos en la celdas del individualismo colectivo. Pensé sinceramente en varias ocasiones abandonarlo pero a la vez había una necesidad de expresar estos contrasentidos que estoy seguro que mujeres y hombres tenemos cuando pensamos en voz baja sobre este tema.

¿Y por qué sentimos esto? Ya dicho y hecho lo bueno y lo malo, avanzamos muchas veces en lo conceptual, en la legalidad, incluso en las empresas comienzan a circular los manuales del buen uso de la ley, pero me sigo sintiendo vacio. Somos muy proclives a poner “Días de” y hacer reconocimientos, pero hasta esto mismo me parece bastante discriminatorio, si bien estoy en un 100% con los contenidos, ¿por qué tengo que reconocer algo qué es, algo que existe y es lo qué es? No somos ilusos y sabemos que esas menciones o reconocimientos existen por las grandes atrocidades, desigualdades e injusticias de siglos y siglos vividas por las mujeres. Hasta allí estamos todos de acuerdo, y si no es así, no deberías estar leyendo esto. Entre todos podemos dar un paso más a nuestra línea de pensamiento y ser capaces de hacer añicos contra esa pared de la cuevas de cromañón la palabra roles, y restablecer aquellos papeles y funciones colectivas en un simple y justo proceso de desarrollo de nuestras mismas competencias y no por la arbitrariedad de la justicia divina y el poder de la historia y la genética.

El discurso patriarcal, tan impregnado en el discurso público, asocia el feminismo como lo contrario al machismo, o su versión femenina. Se entiende el feminismo como el machismo en las mujeres. Esto es una gran tergiversación del concepto y sentido político del feminismo.  Lo sabemos, y sabemos que la estrategia que adoptaron muchas instituciones hace años fue dejar de hablar de feminismo y hablar de “enfoque de género”, como si éste no se hubiera basado en la teoría feminista. Y que a la categoría de género se le quita el contenido político y sobre todo el sentido cuestionador de las relaciones de poder, que es lo que sí hace el feminismo. Pero aquí es donde me gustaría hacer el corte, y decir, que en nuestros propios  discursos o alegatos están las mismas discriminaciones, las mismas separaciones.
Vivimos en un mundo que deja la vida por estar conectado, estar cada día más cerca del otro, saber más de él y de lo que pasa a su alrededor  y contradictoriamente donde existen los mayores discursos de separación tanto familiar, territorial, conceptual de los últimos tiempos. La individualidad teje su tela con la paciencia de una araña hasta que logre atraparnos.


¿Qué hacemos en este afán de reconocer lo que es legítimo y que no es solo un derecho sino una razón de ser, algo natural, un valor compartido? ¿Qué hacemos desde nuestros lugares para aportar ese granito de arena?  ¿Nuestros modelos de comunicación en las empresas solo deben basarse en discursos integradores y en decir si tenemos que llenar nuestros textos de lo/la, suyo/suya, trabajador/a porque si no estamos fuera de la nueva normativa?

Si perdemos tiempo en batallas individuales nunca ganaremos la verdadera Guerra y seguirán diciendo desde Bruselas, sentados en un cómodo sofá, que el objetivo ahora es un 30% de mujeres entre consejeras y presidentas en  2015, y un 40% en 2020.
Hoy debemos más que nunca buscar los puntos de encuentro, ser capaces de establecer reglas claras del juego por competencias, habilidades y no por cromosomas. 

El espejo de nuestras casas nos dará muchas pautas y realidades. Todos desde nuestros rincones tenemos el granito de arena en la mano para poder cambiar, hombres y mujeres, abandonando todo tipo de comodidades (a buen entendedor pocas palabras), abandonando las convencionalidades, los estereotipos,  las individualidades, los roles arbitrariamente establecidos, los preconceptos, y reivindicar a las personas en general, a los seres humanos en su globalidad. Los discursos electoralistas no solo se hacen desde un Congreso, sino desde cualquier ámbito social o familiar, y cada uno tiene  la palabra. No quiero un manual que me enseñe donde está el equilibrio de la balanza, quiero voluntades de todos lados para dignificar al ser humano en su globalidad, y hacer que su desarrollo como persona y como profesional no tenga “genitales” sino cerebro y corazón.

Mi pequeño homenaje a todas las grandes personas,  que desde su rincón han dejado y dejan hasta la vida luchando por los valores universales, el derecho y la auténtica felicidad del ser humano sin slogans ni oportunismos.