Aprovechar el talento de los empleados con más Experiencia (GENERACION "E": como los hemos llamado hace meses atrás) y
poder transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones es una ventaja
competitiva que las empresas deben saber aprovechar y generar el buen debate para comenzar a
trabajar de verdad con perfiles que están perfectamente preparados para su
“segunda vida”.
En una agradable comida de trabajo compartíamos en la mesa
la admiración por esa generación “pensante”, llena de amor y pasión por lo
suyo, esa generación “sabia”, también sacrificada, que como mi padre (o el
vuestro) te contaban (o cuentan) todo desde los inicios, para que no tengas ni
la más mínima duda. De niños nos parecían aburridos y de grandes comenzamos a
callar lentamente y a escuchar y de mayores definitivamente a admirar. Y los
avatares de la vida nos hacían verlos como en otra velocidad, y sin embargo su
visión es tan rica que terminamos con los años reconociéndolos, algunos tenemos
la suerte de reconocérselo y agradecérselo personalmente y otros
lamentablemente no han llegado a tiempo.
Esta misma oportunidad trasladada al ámbito laboral es la
que estamos perdiendo la inmensa mayoría de las empresas hoy. Hablamos de las
diversas generaciones y el mix tan interesante que nos deparan, pero somos
incapaces (de momento) de hablar en voz alta sobre los beneficios de tener en
nuestros equipos personas que además de canas, hijos en la Universidad, y mucho
background encima, tienen el entusiasmo y la sabiduría para revolucionar junto
a nuestros equipos proyectos innovadores.
A la mayoría de nosotros nos gusta pensar que nunca
envejeceremos. “¡Eso es algo que le ocurre a otros!” Creemos que nos
mantendremos siempre jóvenes y a punto, a pesar de que comiencen a aparecer
determinados achaques. Pero el paso del tiempo es inflexible, y la vejez, una
vejez quizá mejor que hace años, será una realidad para todos: para los
empleados y para los jefes. Vivimos más y muy probablemente seguiremos
trabajando durante más tiempo del que habíamos pensado, retrasando la edad de
jubilación prevista, y las empresas deben aprender a encajar con acierto las
crecientes filas de trabajadores maduros.
Hay empresas que ven
en los trabajadores de más edad un valor añadido y genuino. Sectores como el Retail
y los Servicios reclutan a empleados de “cierta edad” (aunque no es la realidad
generalizada) al entender que su conocimiento y experiencia les permitirá
ofrecer un mejor servicio al cliente. Así, por ejemplo BMW tiene una fábrica en
Alemania en la que toda la plantilla supera los 50 años, donde ha podido
comprobar que las cadenas de montaje con operarios de más edad son más productivas
que las que ocupan a otros más jóvenes.
Este no es un debate de si le damos o no oportunidades a los
más jóvenes, y para nada se intenta confrontar aquí ese dilema. Ambos tienen
potencialidad. Pero…ambos.
Explotar el talento de los empleados con más experiencia y
poder transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones es una ventaja
competitiva que las empresas deben saber aprovechar, especialmente las de
pequeño y mediano tamaño. En ambos casos, la disponibilidad de recursos para
formación y capacitación suele ser limitada o nula. Por ello, el concurso de
los trabajadores de más edad para desarrollar competencias en los más jóvenes
resulta no sólo oportuno, sino también imprescindible y viceversa. Aquí los
Recursos Humanos tenemos un rol clave, y la capacidad de gestionar los
talentos, las competencias, los perfiles, la formación y la actualización será
la pieza más importante del puzle.
Sin embargo, muchas empresas han crecido pensando, como si
se tratara de un ciclo programado, que los trabajadores de más edad se retiran
a medida que cumplen los 60. Esta visión anticuada del mundo les ha llevado a
construir políticas laborales que excluyen a los trabajadores maduros,
renunciado a su talento y experiencia. Otras creen que los trabajadores de más
edad bloquean el acceso al trabajo a las personas más jóvenes y, por tanto, la
llegada de “sabia fresca” al negocio. Algo que también es erróneo, ya que los
dos grupos de edad ocupan diferentes espacios en el mundo laboral.
Además (y dicho desde sus propias bocas) están en edades
donde pueden y quieren disponer de su propio tiempo, donde las preocupaciones
familiares son las justas y necesarias, y todo ese revuelo emocional, existencial y de supervivencia que tenemos
los treintacuarentimuchos y que muchas veces nos aísla física o mentalmente,
ellos no lo tienen.
Vivimos tiempos nuevos en que el talento que se demanda es
escaso y necesario. Muchos trabajadores maduros quieren seguir en sus puestos y
transferir sus conocimientos y experiencias a los más jóvenes y también tienen
ganas de que esa nueva generación les enseñe las nuevas herramientas
tecnológicas, y ser capaces de juntos hacer el mejor tándem que pueda tener una
empresa. La sociedad, la economía y las propias empresas tienen que aceptar
este modelo, que no es nuevo. Por eso, si vamos hacia un mundo en que, de
manera consciente y proactiva, se busca la sabiduría y el conocimiento,
envejecer no debe ser un problema más allá del inevitable paso de los años.