La Era de la Sincronización (Productividad vs Felicidad)

A esta Era se la ha llamado de muchas formas, y voy a tomarme el atrevimiento de bautizarla a mi manera como:“La era de la Sincronización”. Hoy vivimos la sincronización de los viejos hábitos con los nuevos hábitos, de las viejas mentalidades con las nuevas mentalidades, las antiguas necesidades con las nuevas necesidades, la sincronización entre el mundo analógico y el mundo digital, el puente entre un senil estilo de trabajo y el novel perfil del trabajador cuyo aporte principal hoy es el conocimiento. Personas que no hacen tareas meramente rutinarias y, por lo tanto, su contribución pasa por su capacidad de pensar, de manera divergente y convergente, y de su creatividad. En este nuevo escenario de transición, nos encontramos en distintos niveles de velocidad de asimilación en el aprendizaje, como en la flexibilidad y adaptación a los cambios, distancia generacional, manera de gestionar y hacer management, etc.

En ese viaducto de metamorfosis en el que nos encontramos, algunas reglas del juego, como es el caso de la PRODUCTIVIDAD,  aún siguen vigentes y sincronizándose. A la derecha de su fórmula tenemos a las personas, y allí lamentablemente, aún con más fuerza en épocas de crisis: ajustar, restar o reducir son las acciones más comunes o inmediatas para lograr el equilibrio/beneficio.

En la cara más tradicional de la sincronización, vemos como la mejora productiva de las organizaciones se aborda tomando como referencia a la propia organización, entendiendo que la productividad de la misma, aumentaría en la medida que lo hiciera la productividad de sus procesos, se aprovecharan más y mejor las oportunidades ofrecidas por las últimas tecnologías y se gestionaran todos estos cambios desde las estructuras más idóneas para impulsarlos y consolidarlos. La Dirección y la consultora de turno establecen el mapa guía que se debe seguir.

En la otra cara, menos tradicional de la sincronización, y del futuro nuevo escenario, vemos como el índice de la vieja fórmula de productividad, es capaz de asombrarse cuando la unidad de personas se multiplica en sí misma, no en cantidad sino en “tamaño” por orgullo de pertenencia, capacidad y posibilidad de desarrollo, fortaleciendo las competencias y el bienestar de los trabajadores y también de los propios consumidores, capitalizando sus conocimientos y experiencias, logrando sorprendentes ventajas competitivas para la organización. Aquellas empresas que se atreven a generar y gestionar el cambio, para que la palabra FELICIDAD deje de escribirse en bonitas frases de novelas románticas, causándonos más pudor que alegría, y que se considere dentro de los indicadores críticos  para el éxito del negocio, comienzan a dar el gran salto hacia una nueva manera de gestionar, y por consiguiente de vivir y ser sostenibles, tanto de cara a sus colaboradores como de sus clientes.

La búsqueda de la satisfacción o el bienestar es una tendencia de parte del consumidor y, por lo tanto, las empresas tienden a cubrir esta necesidad proponiendo marcas que cultivan la felicidad del usuario. Pero nadie puede entregar felicidad, si desde sus entrañas no experimenta felicidad. No existe imagen de marca capaz de enfrentarse a la verdadera imagen interna de cada organización, menos hoy con las redes sociales de testigo. Buscar la rentabilidad en el producto, en la gestión y en la mejora de los procesos, etc, siempre será parte del sistema, y cada uno de ellos podrán ser plagiados rápidamente, pero el valor de las personas, como individuos y organización, es un activo único e indispensable, imposible de replicar o clonar.

Hay que atreverse a tomar y aplicar “las nuevas medidas valientes” en todos los ámbitos, no solo exponiéndolas  en grandes foros, revistas y charlas, sino siendo capaces de plasmarlas y  hacerlas tangibles en la realidad, asumiendo una postura de líder innovador. La era “tracción a  sangre” terminó hace tiempo, las zanahorias también se agotan, y sólo las palmadas en el hombro a veces también molestan. Que esta “Era de cambios, transición y sincronización” nos enriquezca, seamos capaces de sacar las mejores moralejas, enseñanzas y reflexiones sobre lo hecho hasta hoy, y tengamos la capacidad y la valentía de mirar al futuro y enfrentarlo de una manera diferente y desafiante, acorde a los deseos y motivaciones de quienes hacen y consumen el negocio.


DIEGO LARREA