La importancia de conectar

Hoy si nos preguntan qué es para nosotros la palabra “conectar”, automáticamente lo asociamos a tener o no conexión wifi, cobertura 3G o 4G, o algo relacionado con las nuevas tecnologías. Pero conectar también es lograr una buena comunicación con alguien. Así planteado parece algo simple, fácil y habitual porque muchas veces estas conexiones están basadas más en las coincidencias relacionales que en el conocimiento verdadero del otro. Lo difícil es establecer esa conexión cuando los parámetros de equilibrio trastabillan o aparentemente son incompatibles.

Todos, lo creamos o no, negociamos todos los días (hasta para despertarnos negociamos con el reloj), entendiendo como negociar el hecho de comunicarnos para intentar alcanzar acuerdos con los demás, para conectar con los demás. Pero la razón por lo que lo hacemos no es exclusivamente esa, sino el conseguir algo que queremos. Muchas veces el principal obstáculo para conseguir lo que queremos en la vida no son los demás, por muy difíciles de trato que sean, sino nosotros mismos, negándonos a reconocer nuestras carencias, nuestros conformismos, nuestras inconstancias y nuestros prejuicios.


En las “zonas comunes”, en los enamoramientos, en las “buenas rachas”, etc, se produce una especie de gran capa protectora donde todo fluye naturalmente y a un ritmo acompasado y la conexión está a tantos megas de subida y de bajada que no hay test de velocidad que pueda medirla. Pero cuando comienzan las primeras tormentas el techo comienza a llenarse de gotas de agua, y de gotas a manchas de humedad y de manchas de humedad a lluvias intensas, la luz se corta, el router se desconecta, y la conexión se pierde.

Si aprendemos a conectar con nosotros mismos antes de intentar influir sobre los demás, seremos capaces de obtener muchísimos mejores resultados, más auténticos y mucho más duraderos. Pero esto implica saber escucharnos y escuchar. Hay muchas voces internas que nos hablan, como son la voz del miedo, del ego, de la avaricia y los deseos, del pasado, de la autoestima, de los valores, de nuestros anhelos más profundos, además de las voces de las personas que tienen relación con nosotros y que nos dan su opinión, aunque no nos gusten. Eso es conectar. El conocimiento de los otros es conectar al conocimiento de uno mismo, y el conocimiento de uno mismo es conectar al conocimiento de los otros. Es solo a través de la conciencia de los otros que podemos alcanzar nuestra propia conciencia.

Conectamos cuando desconectamos, cuando reconocemos, cuando levantamos la mirada, cuando preguntamos ¿cómo estás? ¿qué sucede?, cuando somos capaces de integrar, cuando somos coherentes, cuando no somos sectarios, cuando no imponemos, cuando en la foto nos ponemos detrás, cuando alejamos preconceptos, cuando sabemos perdonar, cuando las medallas son ajenas,  cuando abandonamos nuestros torpes teorías del “yo soy así”, cuando siempre somos dos, cuando somos capaces de “dejarlo pasar”, cuando somos valientes o cuando somos humildes. Esta conexión nos convierte día a día en mejores personas, managers, padres, compañeros, amigos, hijos, parejas, etc.

En tiempos donde la importancia de conectar es tan valorada como un vaso con agua, aprendamos a “configurar” nuestra capacidad de cambio, y a entender, como decía Josh Billings, que la mitad de nuestros problemas en la vida pueden ser identificados por haber dicho que si demasiado rápido o por haber dicho que no demasiado tarde.  



DIEGO LARREA