Vídeo 3 - Canal Youtube RH&CC: "Saber decir adiós a tiempo"

El adiós también puede ser un gran descubrimiento de oportunidades. El adiós puede ser una gran bienvenida con nuestro propio yo, con nuestra felicidad.
El adiós puede ser un gran gesto de honestidad y reencuentro con nosotros mismos, y por ende con las personas que más esperan de nosotros y más nos valoran. El adiós también es liderazgo, coraje, innovación, renacimiento y también coherencia.

Te comparto mi tercer vídeo de Recursos Humanos & Cultura Colaborativa en mi Canal de Youtube RH&CC : "SABER DECIR ADIÓS A TIEMPO":




Agradecer a tod@s los lectores amigos que me han acompañado en este año tan especial, lleno de cambios y aprendizajes. Gracias por estar allí y compartir distintas reflexiones, semana a semana, junto a mí.

Os deseo que estas Fiestas sean un gran reencuentro personal y familiar, y que el nuevo año os regale lo mejor. Pero por sobre todas las cosas que nunca olvidemos que “el Otro siempre soy yo”, y siempre será mi espejo, para lo bueno y para lo malo. Y ese espejo nunca miente. La esencia está en nosotros mismos.


Nos vemos y leemos en el 2017!!!!
DIEGO LARREA BUCCHI 
Twitter: @larreadiego 


Nadie mejor que yo

Cuando finalizaban las innumerables horas frente a la televisión intentando ser parte de cada saque o de cada revés paralelo en la última final de la Copa Davis y vi caer al suelo de alegría al tenista argentino, mi cuerpo y mi mente se llenaron de fuerza y emoción, no sólo por un triunfo deportivo sino por entender el gran mensaje que estaban transmitiéndonos a todos independientemente del color de las banderas.

Podemos esperar 100 años a que llegue nuestra oportunidad o participar de 5 finales, pero si no logramos entender que sólo nosotros somos los responsables de nuestros logros o al menos del “cómo” lo intentamos, tropezaremos una y otra vez con la desilusión y la frustración.

Nadie se levantará por nosotros cada mañana. Nadie hará esa llamada pendiente que nos da miedo hacer. Nadie se pondrá de pie por nosotros en el rincón del cuadrilátero cuando estemos caídos pidiendo agua. Y nadie dirá por nosotros cuándo es el día del “tenemos que hablar”. 

Debemos liderar, aunque de momento nadie nos siga. Es tiempo de hacer aquello que creemos que no va a funcionar, aunque nunca nos hayamos animado a hacerlo. Es la oportunidad de fallar y volver a intentarlo sin dar paso al conformismo. Es el momento de superar la mediocridad ajena dando un paso adelante. Y de olvidarnos de los que nos han olvidado porque nunca probablemente debiéramos haberlos encontrado. Saber lo que nos define y en lo que podemos marcar la diferencia. Dejar las excusas para el 30 de febrero. No podemos vivir esperando que vean lo grandes que somos, sino vivir intentando ser grandes, que ya lo verán. 

Todos pedimos algo a cambio: las plantas para crecer piden agua y luz, el coche para andar reclama gasolina y el niño para dejar de llorar añora el pecho de su madre. Somos indirectamente dependientes del otro, de sus palabras, de su sonrisa, de su apoyo, de su silencio, de su escucha, de su saber estar en tiempo y forma. Y cuando tocamos fondo nos gustaría encontrar miles y miles de brazos que se extiendan y nos saquen inmediatamente del agujero en el que hemos caído. Pero cuando pasan los días, nos damos cuenta que por más que lo intentemos, de allí sólo saldremos por nuestros propios medios.

Esto no es un modelo de abandono, aunque nos enfademos y veamos el mundo en nuestra contra, sino todo lo contrario. Aquellos que nos quieren y desean nuestra felicidad nos esperan allí arriba como un padre vigilante de su niño en sus primeros pasos, con esa sensación de angustia por la posible caída y la satisfacción por la autonomía del esfuerzo. Porque lo realmente importante es que estén allí arriba esperándonos, mirándonos, alentándonos, confiando en que nosotros podemos salir de ese hoyo por nuestros propios medios. La importancia y el valor de estar.

Emprende el que sabe olvidar aprendiendo donde no volver a pisar. Porque pasamos años y años buscando los momentos ideales para tomar las mejores decisiones, y cuando no somos nosotros los encargados de hacerlo es la propia vida que nos arroja un jarro de agua fría sorprendiendo a nuestra pasividad. Nos llenamos de excusas y justificaciones, casi imploramos a que las circunstancias o personas cambien, pero los que verdaderamente tenemos que iniciar el ciclo del cambio somos nosotros.

El poder de la confianza es maravilloso cuando nos la regalan, pero aún más cuando nos la regalamos. Aunque el talento, la inteligencia innata o la suerte pueden facilitar la excelencia en cualquier disciplina, ninguno de estos elementos es suficiente para impedir que lleguemos a nuestros objetivos. Gritar a los cuatro vientos “Nadie mejor que yo” y convertirnos en lo que somos capaces siendo lo que somos, será la gran escalera que nos sitúe en el lugar que anhelamos.

DIEGO LARREA BUCCHI 


Vídeo 2 - Canal Youtube RH&CC: "El Liderazgo y la fuerza de la Humildad"

En un mundo que exalta con entusiasmo al líder de personalidad magnética es posible impulsar y potenciar el liderazgo humilde.  Porque el auténtico liderazgo basado en esta actitud o valor ayuda a cumplir los objetivos de la empresa y la hace más productiva, creíble, cercana, construyendo así una organización o un equipo motivado, inspirado y comprometido.

"La humildad no es una debilidad, por el contrario, es la base de un gran liderazgo"

Debe ser humilde al momento de afrontar la complejidad del otro. Su nivel de liderazgo se pondrá de manifiesto en los momentos de dificultad, de malos entendidos, de traspiés, de falta de orientación, de desánimos, dando la cara por sus equipos, realizando una escucha empática, aplicando su inteligencia situacional y emocional, y sobre todo dando lugar a la buena confianza. 

Te invito a continuar esta reflexión con el siguiente vídeo: EL LIDERAZGO Y LA FUERZA DE LA HUMIDAD




DIEGO LARREA 
Twitter: @larreadiego 

Las expectativas (Esperas que desesperan)

La escucha de la expectativa es una de las grandes claves de las relaciones humanas y comerciales del siglo XXI. El escenario del mundo de los negocios, por ejemplo, es el fiel reflejo de la sociedad en la que se desenvuelve y por tanto es imprescindible conocer y comprender de primera mano las expectativas, tanto de los que integran la empresa desde dentro (sus trabajadores) como los que forman parte de ella desde fuera (sus clientes). Lo mismo sucede entre las personas.

El simple detalle del ser, del estar o del formar parte, genera directamente o indirectamente una expectativa, tanto en el plano personal como profesional. Que ella se produzca es un buen síntoma porque esa sensación que asoma en el interior del que la tiene evidencia interés y acción. También demuestra una sana ambición por ser miembro de un proyecto, por sentirse equipo y grupo, por vivir un espíritu de unidad, de colaboración, integración, valoración, desarrollo, etc.

Uno de los coches más difíciles de conducir es la gestión de las expectativas propias y ajenas. Una sola marcha mal puesta, una distracción al volante, un giro inadecuado, una velocidad inapropiada provocará automáticamente un choque de carácter mortal y muy difícil de gestionar en la “Unidad de Emergencias de las Disculpas”.

Las expectativas son creencias profundas que las personas tenemos sobre las posibilidades, sobre el potencial que otros seres humanos o nosotros mismos poseemos. Cuando creemos que existe algo de un valor extraordinario, emerge de forma natural el deseo ardiente de hacerlo surgir.

Vivimos esperando con curiosidad y tensión un acontecimiento que para nosotros es más o menos importante. Mantenemos la posibilidad de que ocurra, a la espera de que suceda, con la convicción de que pasará, porque en realidad no vivimos las expectativas como una posibilidad, sino como algo a lo que tuviéramos derecho, algo que ya hemos visto, que ya hemos mirado (exspectātum) y que a lo sumo sólo está por llegar.

De ahí la importancia de la buena gestión de las expectativas, tanto del que las tiene, del que las produce o del que tiene las llaves para que se concreten o no. Pero cuidado, no confundamos expectativas con compromisos o expectativas con exigencias. La buena comunicación, la empatía, y el verdadero conocimiento del otro harán que estemos al menos muy cerca de comprender el porqué de esos anhelos. Tratando de conectar de una manera transparente, en un marco de buena confianza, y estando siempre a la altura para brindar con humildad el acompañamiento necesario.

Trabajadores, clientes, parejas, amigos, todos necesitan manifestar o compartir de alguna manera sus expectativas. Por lo tanto, todos jugamos un rol muy importante a la hora de dar la contención necesaria para que el agua de las expectativas nunca desborde el río. Y, además, porque esas expectativas también pueden ser nuestras.

Mis expectativas son la expresión de lo que yo deseo, lo que forma parte de mí y debo ser consciente de ellas, no darlas por sentadas y mucho menos por descontadas. Darles presencia, darles palabra, y sobre todo darles acción, huyendo de la exigencia. El cómo experimentamos las cosas depende en buena medida de lo que esperamos de ellas. Nuestras expectativas influyen en cómo percibimos la realidad. Por eso son tan valiosos nuestros pensamientos, porque determinan la manera en que nos enfrentamos a lo que nos rodea. Y es muy valioso rodearnos de personas claras, que nos aporten luz y excelente sensibilidad para sacar de nosotros lo mejor.

Podemos dar respuestas o acompañar las expectativas de nuestros equipos, de nuestros clientes, parejas, amigos e hijos, de una manera cercana, buscando el buen momento, llenos de escucha, con inteligencia situacional y emocional para no generar esperas que desesperen. El buen conocimiento del otro siempre será un éxito independientemente del camino a seguir.

Y tan importante es cuidar las expectativas que como dijo Xavier Velasco: “sufre uno por aquello que espera, más que por lo que quiere. Aceptamos que los deseos puedan ser imposibles, pero jamás las expectativas, que son como las deudas del destino”.


DIEGO LARREA 
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El Valor de la Importancia

En esas tardes calurosas de Buenos Aires, mi querida abuela me recordaba lo importante que era hablar suavemente a las plantas y hasta incluso acariciarlas.  Algo que de pequeño yo no entendía y hasta me parecía un poco raro. Ella me miraba con sus dulces ojos de «algún día lo entenderás» y continuaba mimándolas y regándolas. Y cuando observaba de lejos el precioso resultado de ese cuidado, algo me decía que no se estaba equivocando.

El sentirnos valorados, queridos, cuidados, en definitiva, el sentirnos importantes para los demás tiene unas dimensiones y unas repercusiones extraordinarias en nuestra salud física, psíquica, emocional y en nuestro rendimiento profesional.


Las endorfinas se activan cuando nos hacen o hacemos sentir importantes, considerados, valorados, incluidos y cuidados a los demás. Y de esta forma logramos estimular el potencial ilimitado que cada ser humano posee internamente, haciendo que el desempeño tanto personal como laboral sea mucho mejor. Los detalles son los grandes responsables de todo éxito. Porque todo lo que sentimos profundamente o imaginamos con claridad queda impreso en el subconsciente, manifestándose en esos sutiles y aparentemente imperceptibles detalles. El valor de la importancia es el más grande de los detalles. Un regalo noble que aprecia más de lo que imaginamos un amigo, nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros equipos, nuestros compañeros y también nuestros clientes.

¿Y qué cosas hacen sentir importante al otro? Edificar su autoestima desde un lugar noble y cercano, reconocer su existencia, sus necesidades, aceptar su esencia, conociéndole y «escuchándole y no oyéndole». Tomarse el buen tiempo para generar juntos la confianza a pesar de las distancias y posibles fracasos. Construir caminos juntos y no invitando siempre a que caminen el nuestro. Estar en el momento indicado que el otro lo necesite y no cuando yo pueda. Dar la cara cuando él esté en plena lluvia de bofetadas, brindándole la palabra justa. Es decir, intentar caminar con sus zapatos antes de juzgarlo, pero por sobre todas las cosas: regalar detalles.

Y, por el contrario, lo que NO hace sentir importante al otro es: cuando lo destruimos con la ignorancia, con el olvido, con el aislamiento, con los prejuicios, con el sectarismo o ensuciando su confianza.  También se lo destruye, entre otras cosas, cuando no escuchamos para entender sino para contestar, con la crítica humillante en público, con el teléfono en la mano y la urgencia repentina cuando nos necesitan, cuando lo que me pasa a mí siempre es lo urgente e importante, cuando los problemas del otro son una montaña de aburrimiento o cuando consideramos que es incapaz de gestionar sus emociones correctamente.

Por lo tanto, tenemos en nuestras manos la capacidad de crear espacios de convivencia, comunicación y colaboración cada vez más próximos, creíbles, y duraderos que hagan emerger lo mejor de cada uno llegando a resultados extraordinarios.

No dejemos que las plantas que están a nuestro alrededor se marchiten, hagámosles sentir importantes, reguémoslas y cuidémoslas todos los días. Porque tal vez lo realmente importante sea esto: el valor de la importancia, y no donde ponemos nuestro foco día a día. Y recordemos algo que nunca falla: mañana podemos ser “el otro”.

Detengámonos solo unos instantes para pensar en todos aquellos que ahora están a nuestro alrededor, y que dependen directa o indirectamente de nosotros. Saquemos esos pequeños grandes detalles que están a la alcance de nuestras manos para fomentar relaciones, proyectos, trabajos de una calidad única, colaborativa y multiplicadora de buenas emociones. Seguramente nos van a conducir al éxito, producto de poner en valor la importancia del otro. Porque como decía Mark Twain, «la gente grande es la que te hace sentir que tú también puedes ser grande».

Regalemos un detalle, regalemos un valor, regalemos importancia.

DIEGO LARREA 
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Vídeo 1 - Canal Youtube RH&CC: "Las personas, la verdadera disrupción digital"

 CANAL YOUTUBE RH&CC - DIEGO LARREA BUCCHI
La transformación digital también nos brinda una excelente oportunidad multiformato para continuar compartiendo nuestras ideas, pensamientos, etc. Y hoy comparto con todos mis lectores y lectoras de este Blog mi Canal Youtube de RECURSOS HUMANOS & CULTURA COLABORATIVA. Otra manera de continuar conectados viviendo y haciendo vivir los temas que más nos apasionan relacionados con las PERSONAS.

Gracias a tod@s los que me animaron a dar este primer paso y que me acompañan viernes a viernes, con sus aportaciones, ideas, proyectos, sugerencias, y por que no también con todo su cariño.

Os invito a mirar el primer vídeo sobre LAS PERSONAS, LA VERDADERA DISRUPCIÓN DIGITAL
 LAS PERSONAS, LA VERDADERA DISRUPCIÓN DIGITAL


Gracias por tu difusión y puedes suscribirte al Canal!!!

DIEGO LARREA 
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El arte del nuevo liderazgo

Hace unos días atrás nos preguntaba Jesús Vega ¿qué va a suceder cuando tu jefe sea un robot? Y en principio esta “provocadora reflexión” en un ámbito de recursos humanos pudo resultar un tanto soñadora y hasta risueña, pero yo creo que no lo es. ¿Y por qué digo que no? Porque la verdadera transformación digital y la robótica avanzan cada día más, mezclándose como agua en la arena de manera silenciosa en diferentes oficios y sectores. Nos sorprenderán a cada instante, en los próximos días, semanas, meses y años. Y esto nos desconcertará, luego lo aceptaremos, después aprenderemos, y finalmente nos adaptaremos.  Por lo tanto, el modelo de liderazgo que hasta ayer estábamos acostumbrados, quedará sesgado a una sola palabra, a una sola función y ocupación: la inspiración.

Pensar que hace casi 30 años, cuando me enfrentaba a mis primeros debates sobre mi futuro, la dualidad artística (en mi caso musical) y la veta profesional jugaban entre sí un duelo de titanes. Ambas eran capaces de arrollar y destronar a su contrincante sin miramientos: en un rincón la creatividad inspiracional y en el otro la profesión. ¿Quién hubiera pensado después de tanta “lucha” interior, intelectual y familiar, que esos dos polos hasta ayer enfrentados se entrelazarían, se abrazarían y necesitarían mutuamente para enfrentar esta nueva era?

Al nuevo líder o manager, como al artista, se le presentan desafíos de inspiración y de creación. Y esa inspiración y creatividad tienen sus ritmos, sus compases, sus silencios. Y un “público” al que cautivar. No todos los días son buenos para ello, ni todos los proyectos nos atrapan y garantizan el éxito o convencen a los demás, Además sabiendo que la innovación es parte del primer acierto. Esa nueva competencia, la de inspirar generando asimismo espacios creativos, es la que el nuevo mundo de la empresa nos plantea como un gran desafío dentro de los cambios organizacionales a considerar.  Porque su única y exclusiva responsabilidad será inspirar a los demás, y el control y la gestión dejarán de ser parte de su misión. El liderazgo inspiracional, creativo y colaborativo se suma de esta forma a la nueva cuenta de resultados como una variable inexcusable.

El líder carismático de House y Baetz (1979), el líder transformacional de Burns (1978), y el líder auténtico de Avolio y Luthans (2003) ya nos anticipaban ese nuevo modelo de liderazgo donde las habilidades y capacidades comenzaban a transformarse en sintonía con los grandes cambios socioculturales y económicos. El liderazgo comienza a entender que su principal misión es la persona, y que por pensar en la persona no está alejándose del negocio, sino más bien todo lo contrario. Hoy por suerte el preconcepto sobre “el invertir en personas es un gasto innecesario”, comienza a dar cierta vergüenza ajena en los pasillos de las empresas.

Hay personas que cuando se cruzan en nuestro camino nos inspiran. Su presencia nos abre la mirada a otra forma de ver, su ejemplo nos da la esperanza de que el cambio positivo es posible y sus palabras nos dan fuerzas para no tirar la toalla. En esos momentos, esa persona se ha convertido en una fuente de inspiración que despierta nuestra creatividad para ser quienes realmente somos y para atrevernos a decidir, hablar y actuar. Dejamos de ser víctimas de nuestras circunstancias y pasamos a ser responsables y creadores de nuestra realidad.

La nueva responsabilidad de los líderes organizativos es la de generar culturas en las que los miembros puedan explorar, experimentar, ampliar sus capacidades, improvisar y adelantarse a las necesidades de los clientes antes de que las formulen. A estas culturas se les denomina con frecuencia "culturas de aprendizaje apreciativo". El esfuerzo de innovación exige un tipo de aprendizaje diferente que no sea un mero adaptarse a los retos y resolver problemas. Y para ello hay que crear el marco adecuado, hay que crear los espacios necesarios para que todo eso se produzca. No podemos pretender que todo cambie si no somos capaces de cambiar nosotros mismos. Inspirar también es cambiar, para cambiar.

El arte del nuevo liderazgo está lleno de inspiración, de mucho esfuerzo y trabajo, de sentido común y de gran valentía. En una charla a directivos la Madre Teresa de Calcuta dijo: “Si no conocéis profundamente a vuestra gente no habrá entendimiento entre vosotros, y sin entendimiento no habrá confianza. ¿Amáis a vuestra gente? ¿Hay amor en lo que hacéis? Si no hay amor en vosotros no habrá poder ni fortaleza en vuestra gente. Si no hay fortaleza no hay pasión. Sin fortaleza ni pasión nadie se arriesgará. Y sin asumir riesgos nada cambiará".


DIEGO LARREA 
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Los Matatalentos

Con absoluto asombro escuchaba esta semana un informe sobre la elevada cantidad de jefes tóxicos que existen en España, más del 40%. Personas con responsabilidad organizacional que, en lugar de aportar emociones positivas generan ira, miedo, y a veces hasta incluso asco o vergüenza. Sentimientos todos ellos que influyen muy negativamente en el clima laboral y en la productividad. Pero todo no es mirar hacia arriba, también nos encontramos con empleados llamados “tóxicos” que, si bien muchas veces son personas talentosas y productivas, exhiben comportamientos dañinos para la organización y que lamentablemente no son fáciles de detectar. Éstos incluso pueden arrastrar a un equipo a un precipicio de desmoralización e improductividad, haciéndolos pensar en huir de la empresa rápidamente.

De acuerdo a un trabajo reciente realizado por la Escuela de Negocios de Harvard, el impacto de este tipo de trabajador tóxico, sea manager o empleado, tiene un mayor efecto económico sobre el negocio que las superestrellas que todos buscan. En definitiva: “es el doble de valioso evitar a alguien tóxico en una organización que atraer al mejor de los candidatos”.


El verdadero líder, detrás de su capacidad y humildad, siempre tiene que ejercer un rol modélico sabiendo reconocer comportamientos tóxicos propios y ajenos que afecten a su equipo y a la empresa. Debe tener la valentía de afrontarlos, sea quien sea y lo tome como lo tome. Un buen gestor de equipos no permite que determinadas sustancias nocivas afecten el ambiente laboral porque ésta también es una de las tantas misiones para lo cual fue contratado en su día. El sentido de la percepción y la anticipación a través del conocimiento es primordial. Tenemos excelentes casos de éxito de los cuales aprender y son cada vez más los expertos que apuestan por la conciliación de las emociones que destraban este tipo de conflictos tóxicos en el mundo empresarial.

Detrás de los Matatalentos está la irresponsabilidad de afectar de una manera directa nuestra cultura, nuestros valores, nuestra innovación y crecimiento como organización, porque el talento que no se aprecia se deprecia. Y no sólo eso, sino que sufre un efecto de contagio interno capaz de ramificarse de una manera peligrosamente silenciosa hasta el último de los empleados. “Si esto ha pasado con él/ ella ¿por qué no puede sucederme a mí?”: frase que quizá alguno de nosotros ha escuchado en un café informal, que expresa la consumación de la evidencia.

Somos el promedio de las personas con la que nos rodeamos, y tenemos una gran responsabilidad en esa toma de decisiones. Porque todos somos pequeños grandes gestores de “lo nuestro”. Pero en un ambiente laboral donde no todos pueden escoger con quien trabajar, allí la intervención directa y profesional de un manager será clave para el buen desarrollo y evitar este tipo de dolorosas situaciones. Otro caso que podría darse y bastante más complejo es, cuando no hay nadie por encima del problema, somos nosotros los que tenemos que tener la capacidad, la proactividad y la inteligencia emocional para actuar a tiempo.

Los Matatalentos pueden ser jefes o compañeros, no importa el status empresarial que tengan. Los Matatalentos no entienden que la humanidad avanza por la destrucción creativa. Por eso, debemos ser los más “provocadores” en nuestros puestos de trabajo o desde donde nos toque tomar decisiones y hacer que las cosas sean funcionen y sean posibles. Porque los Matatalentos no comprenden de rupturas, ni de creatividad ni de innovación. Están más ocupados en el posicionamiento de su rol dentro de la “tribu”, de pertenecer al “Club de los Elegidos”, y de como decía Serrat: del me han dicho que dicen que dijo”, que verdaderamente hasta dónde puede llegar esa “tribu” a dar resultados. Resultados únicos en un ambiente donde los valores sean innegociables y no moldeables según nos convenga la circunstancia.

El talento surge de la creatividad y la creatividad de las personas “provocadoras”. No dejemos espacio para los Matatalentos.  Aprendamos de ese 60% de managers que día a día nos enseñan que una nueva forma de colaborar, trabajar y comunicarse es posible. Juntemos todo ese deseo colectivo de “inteligencia triunfante” que nos rodea. Y seamos capaces, entre todos los que apostamos por las personas, de generar el ambiente propicio que brinde las condiciones adecuadas y equitativas para que cada uno de nosotros podamos convertirnos en REVIVETALENTOS de lo propio y de lo ajeno.



DIEGO LARREA 
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El talento del perdedor (Las ganas que ganan)

Dicen que no tenemos que tener miedo a los cambios lentos, sólo tener miedo de permanecer inmóviles. Nunca es bueno estar “de paso” sino que nuestros pasos marquen el rumbo. Las horas jamás vienen a uno, sino que uno va tras ellas. Porque esperar que la meta venga a la salida es una negociación absurda frente al espejo. Nada sucede si nosotros nos convertimos en nada, pero todo llega a ser posible si construimos el todo.

Las dificultades, las desilusiones, el hastío, la injusticia, las contradicciones, las negaciones, a veces se enquistan en nuestras ganas, fuerzas, deseos y corroen lentamente nuestra capacidad de generar nuevos espacios para inventarnos, reinventarnos y lograr nuestras ansiadas metas. Podemos preguntarnos que “hubiera sucedido si…” pero es hablar del tren que hemos perdido y ya no regresará. Y como hemos dicho en su día: “Lo que no hagas tú, lo hará otro por ti”.

El tiempo pasa, no pregunta, no cuestiona, no llama a la puerta, solo corre delante de nosotros y ni siquiera saluda. La fortaleza en la debilidad no se descubre en los lamentos o en los reproches. La fortaleza en la debilidad se descubre cuando sacamos a relucir nuestro compromiso, primero con nosotros mismos, luego con nuestros objetivos y por consecuencia con el Otro. El compromiso debe estar impregnado de actitud, ganas y esfuerzo. Tres características que nacen y renacen desde nuestro interior y que solo nosotros mismos seremos capaces de desbloquear y convertir la desafiante “cuesta arriba” en una permanente oportunidad.

Y es en el talento del perdedor que podemos convertir en victoria nuestra última derrota, olvidando los olvidos e ignorando la ignorancia, haciéndonos fuerte en nosotros mismos, en nuestros valores y convicciones. Ese talento del perdedor que no pregunta por qué, sino cuándo, porque mira hacia adelante esperando la buena revancha. Y en ese “cuándo” encuentra nuevamente la justificación perfecta para levantarse de nuevo y seguir. Con la humildad de mirar los errores cometidos y entender que cuando nada es seguro, todo es posible.

Y el talento del perdedor no se hace “trampas al solitario”, porque sabe que en el camino habrá piedras, titiriteros, bufones, precipicios, tornados, tormentas, laberintos, y todo tipo de escollos. Pero también sabe que la marea dará en algún momento la vuelta y hay que estar preparados.  Las ganas que ganan están en nuestro interior, y su impulso hará que continuemos pedaleando para mantener el equilibrio y llegar a la meta con el éxito anhelado.

Y como decía W. Clement Stone: “cuando la vida te ofrezca un limón, exprímelo y haz limonada.” Todos tenemos el talento del perdedor dentro, que es como “ese pequeño cometa que se eleva cuando mayor es el viento que se opone a su ascenso”.

DIEGO LARREA 
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Lo que “el quiero” se llevó

Gestionar las expectativas es una de las claves en toda relación humana y profesional. Hoy la política, por ejemplo, centra su atención en el quiebre emocional y la desmotivación que ha sufrido la sociedad ante la inoperante capacidad de administrar sus necesidades y deseos. Por otro lado, el mundo empresarial analiza con la lupa grande sobre las mesas de los Comités de Dirección todas las estrategias innovadoras que permitan atraer o fidelizar al cliente, para intentar conseguir que haya la menor diferencia entre sus percepciones y expectativas, incluso que estas últimas se vean superadas.

Leemos y escuchamos, en muchos debates relacionado con este tema que, las expectativas son generadas por uno mismo. Y hay una gran parte de verdad, pero delante de ese ciudadano votante o de ese cliente existe una real necesidad a ser satisfecha, donde el límite de la ruptura es tan delgado que requiere de sus mejores cuidados. Las expectativas no son sueños, son aparentes intangibles que desnudan nuestra capacidad de empatía.

Muchas veces creemos que sabemos lo que el otro quiere, espera, siente, necesita, pero en verdad muchas veces estamos tan alejados de la realidad que los resultados electorales, o el fracaso de un producto o marca no necesariamente debe sorprendernos. Esto por seguir con los mismos ejemplos anteriores, pero en el mundo relacional personal sucede lo mismo. El silencio de lo necesario es el suicidio de lo imprescindible.

Todos tenemos responsabilidades, nos guste o no, en la gestión de las expectativas propias y ajenas. Todo acto con el prójimo tiene una función directa o indirecta que actúa en su planificación y en sus decisiones. Absurdo sería que no tengamos en cuenta que un mal “buenos días” a la entrada de un comercio, un “si allí no está no lo tenemos” o una atención distante y desinteresada causará una gran frustración en nosotros como potenciales clientes y hará trizas nuestras expectativas tirando por la borda cualquier Carta de Orientaciones, Plan a 5 años, Estrategias Comerciales, etc. Lo mismo sucede en la relación con nuestros hijos, con nuestra pareja, con amigos, con compañeros de trabajo, con nuestro manager o con nuestros equipos.

El más aparentemente simple de los detalles es la más prestigiosa de las tácticas: en la empatía con el otro, mirándonos al espejo dando lo que a mí me gustaría recibir en su lugar; en la buena y clara comunicación, etc. Relacionarse no es tan fácil como pensamos, no es un tema de tímidos y extrovertidos, ya lo demuestra el convulso y vertiginoso mundo donde abrimos nuestros ilusionados ojos día a día. Si todos tuviéramos tan claros estos matices, probablemente parte de los grandes o pequeños problemas cotidianos tendrían una solución en la puerta.

Y aunque la receta es personal, hay condimentos universales que hacen que el plato pueda ser felizmente inolvidable agregando un litro de humildad, 250 gramos de escucha permanente, dos cucharas de cercanía, una pizca de generosidad y unos brotes de sentido común.


Vivimos en un mundo de espíritu individual con necesidades y expectativas colectivas. Lo que “el quiero” se llevó no es solo responsabilidad del “viento”. Si aceptamos que todo lo que hacemos o no hacemos, tiene una repercusión en el otro, probablemente comenzaremos a entender que el éxito personal, profesional, comercial, etc, dependerá de nuestra capacidad para descubrir como nuestras expectativas también duelen en el zapato ajeno y viceversa.

DIEGO LARREA 
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La hipocondríaca hipocresía

Ser auténticos no escapa del mundo empresarial, es tan importante que puede diferenciarse claramente los buenos líderes de los mediocres. La autenticidad es algo más que ser abierto o decir la verdad. Se requiere un conocimiento de uno mismo y de los valores. Esto implica que el líder efectivo (no el mediocre porque no podrá ser auténtico jamás) es el que será fiel a sí mismo; estará siempre abierto a los demás; se preocupará no solamente de hacer siempre lo correcto, sino de que se le considere una persona capaz, honesta, coherente, humilde y con una inteligencia situacional y emocional innata.

No todos están preparados para afrontar esta nueva etapa de transformación organizacional y digital. Se necesitan líderes con estabilidad y madurez (y no me refiero a un tema de edades). Esto exige conectividad con el contexto, con las demás personas y fundamentalmente con nuestro "yo" auténtico. Un “líder conectado” que ha encontrado su punto óptimo personal, puede ofrecer una contribución satisfactoria y significativa a ese cambio, a su empresa y a su equipo.  El ser, estar, parecer y semejar tiene y tendrá, un claro protagonismo en las características principales de este “nuevo management”.

La “autenticidad” es tanto una virtud como una práctica ética. No obstante, cabe precisar que mostrar nuestro “verdadero yo” no equivale a ser espontáneo. El líder auténtico con su forma de ejercer el liderazgo evita mucho sufrimiento, porque nadie se verá obligado a ajustar sus comportamientos. Los expresará libremente, es más: el buen líder le pedirá que efectivamente así lo haga, creará los espacios necesarios para que ello se produzca de manera natural, estableciéndose un vínculo relacional que disparará los ratios de colaboración e integración en el día a día y seguramente en los resultados finales.

La mayoría de las personas asocia autenticidad con el ser fiel a sí mismo o con “vivir sus propios principios”.  Pero hay un problema con esta asociación; se centra en cómo te sientes acerca de ti. Autenticidad es realmente un comportamiento relacional, no un comportamiento egocéntrico. Lo que significa que ser auténtico, no sólo es estar cómodo consigo mismo, sino sentirse cómodamente conectado con otras personas.


Por lo tanto, es crucial reconocer que la autenticidad es una habilidad social, además de ser una cualidad del comportamiento interactivo. Por lo que ser un “auténtico líder” significa ser “uno mismo”. No hay un líder fuera y otro dentro de una organización. Si es así, el espejo de la credibilidad se rompe y la hipocondríaca hipocresía golpeará fuertemente la cara de los valores. Debemos orientar nuestro “verdadero yo” a una correcta utilización de las palabras, de las acciones, de nuestras decisiones y a una manera creíble de comportarnos para establecer una mejor interacción con los demás miembros de nuestros equipos.

Y no sólo es un tema de managers o líderes, todo colaborador o todo equipo debe entender que el ser auténticos con los demás es un tema de principios. La rumorología, los pasillos calientes, la opinología, los preconceptos, la falta de integración, el olvido, los clanes, el “sí señor sí”, etc, son sólo grandes murallas contra nosotros mismos, donde aparentemente nos sentimos protegidos pero que, al menor desliz de la vida, todo se vuelve en nuestra contra.

Que la hipocondríaca hipocresía no nos encuentre desprevenidos, porque como decía William S. Maugham: “en tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo”.



DIEGO LARREA 
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Me engancha tu “Engagement”

La colaboración es algo más que una bonita palabra de moda, es la llave de la nueva economía y modelo social. Por ello, difícilmente una empresa pueda tener éxito a largo plazo si su gente responde al perfil del empleado modelo de la “era industrial”.  Y como nos encontramos en los inicios de lo que llamamos “transformación”, podemos tropezar aún con algunos empresarios, directivos y muchos trabajadores anclados en el anterior paradigma.

Pero esa colaboración y esa participación hoy dan un golpe en la mesa estableciendo los nuevos códigos en los vínculos profesionales, donde “la vieja zanahoria para animar al conejo” queda detrás. El impulso de las nuevas generaciones y su acceso al mercado laboral, la irrupción de las nuevas tecnologías y las redes sociales, la valoración de la conciliación, la innovación como hábito y no como desafío, los nuevos patrones relacionales, las rupturas “jerárquicas medievales”, provocan una interesantísima reflexión de nuestra forma de crear bases para el “compromiso”.

Y como hemos dicho en anteriores ocasiones, ese compromiso siempre dependerá de la posibilidad de crecimiento y oportunidades de las personas para conectar con su propósito final, tanto en su lugar de trabajo como en su propia vida personal. Es una de las ecuaciones más exitosas con las que nos podemos enfrentar, y a la vez será clave para detectar a tiempo si estamos en el lugar y el momento indicado para poder sacar, lo más rápido posible, la mejor conclusión y tomar la mejor decisión.

Hablamos del “Engagement”, que puede ser entendido como «un estado mental positivo relacionado con el trabajo y caracterizado por vigor, dedicación y absorción. Más que un estado específico y momentáneo, la vinculación psicológica se refiere a un estado afectivo-cognitivo más persistente que no está focalizado en un objeto, evento o situación particular» (Schaufeli, Salanova, Gonzalez-Roma & Bakker, 2002, p. 72).


Pero para crear ese estado afectivo-cognitivo dentro de los nuevos tiempos de los que hablamos se necesita dar un paso más allá, las viejas fórmulas han dado ciertos éxitos, pero siempre desde un punto de vista unidireccional. Hoy tenemos que tener la valentía necesaria para poder dar respuesta sinceras y coherentes a esas nuevas necesidades. El compromiso se basa en unas reglas del juego claras, un compromiso compartido, donde las partes sean partícipes de un auténtico win to win. El “Engagement” no es una “vacuna o vitamina” que debemos dar para obtener un simple beneficio, es una manera de hacer las cosas, crear un estilo que nos identifique como marca, empresa, managers, colaboradores, etc. El “Engagement” si se transforma en cultura puede llegar a ser una de las llaves más precisas hacia el éxito.

¿Qué tenemos que tener en cuenta para una buena gestión del “Engagement”?
  • Desde el punto de vista de las empresas y los managers: comprender que la nueva productividad se basa en escenarios participativos, compartiendo la visión, la cultura y el recíproco compromiso. Todo basado en la humildad, en la escucha, en la capacidad de aprendizaje, en el valor del Otro, en el ejemplo, en la coherencia, en la sincera influencia, apartando todo sectarismo y prejuicios. El “Engagement” debe ser tan creíble que hasta el último de nuestros clientes sea capaz de percibirlo sin necesidad de mensajes y animaciones.
  • Y desde el punto de vista de los colaboradores/ trabajadores: hoy se requiere gente con iniciativa y autonomía, inquieta, que no se conforme con el estatus quo. Individuos curiosos que deseen conocer qué sucede a su alrededor, y encuentren nuevas respuestas a las nuevas preguntas. Individuos capaces de trabajar su inteligencia emocional, ya que de esta cualidad depende la inteligencia colectiva de la organización. Capaces de construir relaciones sinceras, abiertas, desinteresadas y manejarse ante todo con los valores en la complejidad de las redes interpersonales. Siendo capaces de cuestionar, proponer e innovar y adaptándose con criterio y formación a los nuevos cambios.
El “Engagement” no es una pasión desbocada, no es relojes sin horas, no es mostrarse por demás, no es un “sí señor sí”. El “Engagement”, es un acto, no una frase en los carteles de nuestros Valores donde el Compromiso mira de reojo. Sobre todo, como decía Howard Schultz, cuando estás rodeado de personas que comparten ese compromiso apasionado en torno a un propósito común, todo es posible.


DIEGO LARREA 
Twitter: @larreadiego