Querida Prudencia: Los Inhibidores del Cambio

Todo lo que hacemos afecta directamente a los «otros» y todo lo que hacemos a nivel empresa afecta directamente a nuestras marcas. Las experiencias del «otro» son el mayor termómetro, Kpi o encuesta que podamos tener en nuestras manos para conocer quiénes realmente somos y cómo de verdad hacemos las cosas. Entre los objetivos, las metodologías, las tendencias, los programas, los procesos, a veces nos perdemos lo esencial y volvemos a utilizar las mismas fórmulas de siempre vestidas de actualidad. Y entre medias colamos la palabra innovación, transformación y cambio creyendo que estamos dando un nuevo salto rupturista, pero seguimos inmersos bajo la “prudencia del riesgo” y por ende alejándonos de lo que realmente nos demandan los grandes motores de nuestro negocio que son los colaboradores y nuestros clientes.


Fabricamos inhibidores del cambio en vez de fomentar espacios de riesgo. Evidentemente estamos en un marco de trabajo y nadie quiere perder el suyo por una apuesta errónea, por eso el marco de juego debe venir desde los managers hacia abajo. Construir un escenario de confianza para generar este tipo de cambios. Y no todo tiene que cambiar, pero en épocas de transformaciones la adaptación y la evolución no deben tener frenos ni peros . El exceso de cautela es antónimo de la innovación. Muchas veces nuestra extremada prudencia por convencer a los otros hace que moderemos nuestras ideas y en esa prudente negociación perdemos la magia virginal de nuestra idea o propuesta. Paradójicamente, nos quedamos asombrados cuando nos hablan de modelos startups exitosos o personas que fueron capaces de voltear murallas para cambiar radicalmente modelos, procesos, etc.


¿De cuántos lienzos sale “la gran pintura”, de cuántos acordes y letras sale “la gran canción”, de cuántos entrenamientos sale “la genial jugada”? De kilos de fracaso salen gramos de éxito. Pero si cada día nos autoconvencemos que “para qué, si hace estamos bien”, nada de lo que hagamos provocará la verdadera adaptación a los nuevos tiempos, y todo lo que hablemos de transformación en las organizaciones quedará en un bonito discurso que los propios oyentes borraran de su mente automáticamente por poco creíble.  


Tengamos en cuenta que al menos existen dos agentes del cambio: el “ejecutor rupturista” y el “allanador de caminos”. El primero no debería estar pensando en las posibles consecuencias del cambio, y no me refiero en sus resultados sino en el cómo llegar a ellos. Y el segundo es el coéquipier, que trabaja el hábitat donde ese “cambio” se va a producir, ayudando a crear el contexto adecuado, generando los mejores recursos para los mejores impactos, explicando los porqué y los paraqué. Las inversiones en transformaciones, cambios o innovación pueden fallar de pleno si las organizaciones no logran construir primero una cultura que genere éxito. Y para generar esa cultura los primeros que deben abrir sus mentes, cambiar sus hábitos, y ser ejemplo son los líderes de cada empresa.

Si no creamos este “hábitat del cambio”, las personas tenderán a evitar el riesgo por miedo al fracaso, a la crítica social, y preservarán en su área de confort, porque las personas muchas veces saben que lo que tienen no los hace felices, y como al menos no los hace infelices se quedan en esa situación toda su vida. Algo que lamentablemente nos sucede en el ámbito profesional y también en el personal. La diferencia entre quien lo consigue y el que no, es que uno lo quiere y el otro solo lo desea.En las organizaciones el rol de “allanador de caminos” es fundamental. Tengamos en cuenta que solo estamos aprovechando entre el 15 y el 20% de las capacidad y talentos de cada uno de nuestros colaboradores. ¿Cuántas veces nos hemos sorprendidos de las cosas que él o ella son capaces de realizar fuera del entorno laboral? . “El mundo no es más que transformación, y la vida, opinión solamente.” decía Marco Aurelio.No dejemos escapar las oportunidades que tenemos a nuestro lado, no dejemos morir el gen de la transformación, la semilla del cambio, y el desenfado de la innovación. La prudencia es bonita como una rosa, pero cuando se utiliza de excusa sus espinas duelen.

Como dicen los Beatles: “Querida Prudencia: ¿no quieres salir a jugar? ¿no quieres abrir los ojos? ¡Mira a tu alrededor!”



DIEGO LARREA