El timón de la ambición

No es lo que puedes hacer con aquello que deseas, sino lo que has hecho con aquello que tienes. Vivimos permanentemente gestionando lo que vendrá y los hubiera. Una agenda personal vertiginosa, mutante, trémula, impaciente, alarmada e inestable que nos mantiene en un estado de continua gestión de la incertidumbre. En la era de la instantaneidad, la inmediatez representa un gran reto en la asimilación de los nutrientes socioculturales necesarios para una buena evolución. Pensar permanentemente en lo que pudo ser o lo que necesito ser no nos convierte en más pragmáticos, ni más innovadores o garantes de nuestra seguridad.


Hemos descubierto en esta últimas décadas como en el estudio de nuestra alimentación aparecía el diagnóstico de la “intolerancia”. Pero si medimos de la misma manera nuestro “Sistema de la Necesidad”, probablemente los resultados analíticos nos darían un elevado porcentaje de intolerancia a la espera, con llamativos ratios en aceptación y frustración. La buena noticia es que nunca encontraremos, en la receta de nuestro buen profesional de confianza, el remedio del conformismo ante estos casos. Es por ello, que la sola toma de conciencia de la existencia de un gran espacio vacío entre nuestro deseo y lo que realmente tengo, pone de manifiesto la primera aceptación de un “hoy” abandonado. El “querer” y el “quise” se transforman en arena entre los dedos cuando pensamos en lo que “quiero”. Gestionar el presente no es una bonita frase de autoayuda, es un mandamiento obligado a quitarnos el abrigo de las excusas.


La aceptación del presente y la capacidad de autogestionar la frustración nos lleva a un profundo grado de descubrimiento y madurez de nuestras oportunidades concretas de éxito. Lo que tenemos en nuestras manos de manera indirecta o directa lo hemos traído nosotros mismos a nuestras vidas, y escaparnos de ese mandato nos debilitará en las posibles buenas decisiones futuras. Aprender a saborear los buenos instantes o reconvertir los segundos eternos de frustración, son dos de los mejores remedios que nos ayudarán a reducir los elevados índices de ansiedad y a recubrir de vitaminas nuestras áreas vulnerables.

Nacemos con la buena ambición en nuestros ojos, buscando modelos de aprendizaje, espejo y desarrollo. Los padres, hermanos, maestros comienzan siendo nuestro faro en un mar vacilante de incertidumbres. Y dentro del primer barco de verbos copulativos comienzan nuestros primeros pasos por el “ser, estar, parecer y semejar”. Cada milímetro, centímetro o metro que vamos navegando aspiramos el aire del logro, de la conquista, del deseo, del entendimiento y del saber. Alzamos las velas y nos sumergimos en mares cada vez más arriesgados. Y nos dicen que eso es crecer y lo aceptamos. Seguimos buscando y gritando ¡Tierra! desde la cofa del mástil. Cambiamos una y otra vez la orientación y navegamos a través ,o con el viento en popa, de bolina, a sotavento y a barlovento. Avanzamos, retrocedemos, sufrimos y gozamos viendo como “el reloj del ahora” nos marca el verdadero rumbo y desafío. No es mañana, no es ayer, es hoy. Reconocemos el presente, lo asumimos y reconducimos nuestra frustración, porque necesitamos mantenernos a flote, mientras escribimos y timoneamos el mapa de nuestra propia historia.


Y en esa verdadera foto instantánea de nosotros mismos probablemente haya quien ponga sus dedos enturbiando su nitidez, o se empeñe en cruzarnos palos en nuestra navegación. Tengamos en cuenta que hay quienes no entienden aún que ese tipo de ambición va de la mano de la curiosidad, del crecimiento, de la búsqueda de respuestas y oportunidades, de las ganas de innovar, progresar y mejorar y no de una simple ególatra e innecesaria vanidad.


Seamos capaces de establecer el justo equilibrio entre lo que queremos ser, lo que somos y lo que hemos sido. Saber diferenciar y descartar aquello que no nos aporta un valor nos acercará más al verdadero deseo y a nuestra preciada ambición, aprendiendo a valorar y vivir intensamente aquello que tenemos y supimos traer y atraer hoy a nuestras manos. Que la inmediatez no reduzca nuestra capacidad de evolución y reflexión y nos enseñe que lo importante probablemente está demasiado cerca, rozando lo imperceptible.

¡Despertemos ambiciones, que el día ya ha comenzado!.