Sociedad de sensaciones (El conocimiento verdadero)

Para algunos pensadores la sensación es un modo inferior de conocimiento y algunos incluso dudan que se trate de un conocimiento. Platón, por ejemplo, afirma que la sensación o percepción sensible, no es un conocimiento verdadero ni siquiera del mundo sensible. En una sociedad donde por segundo estamos asimilando y gestionando cambios conscientes o inconscientes y donde la vertiginosidad nos lleva a una deliberación continua para la toma de decisiones aparentemente impostergables, es importante pararnos a reflexionar sobre el verdadero conocimiento del otro y el sentido de la inmediatez.

Estamos reaprendiendo a conocernos y en ese nuevo aprendizaje la pausa y la reflexión parecen no formar parte del nuevo modelo social. El aburrimiento pasó a ser una mala palabra y necesitamos sensaciones instantáneas, ocuparnos, estar en permanente alerta, no podemos permanecer un segundo sin mirar el teléfono porque todo debe ser “ahora”. La necesidad pareciera que se ha convertido es un patrimonio universal difícil de contradecir. Y transmitimos esa sensación a nuestros hijos, llenándoles de actividades y privándoles de un territorio tan maravilloso como es la imaginación detrás de la pausa. Por lo tanto, nos estamos tristemente acostumbrando a que todo aquello que esté delante de nosotros y no nos impacte en los primeros 10 segundos quede automáticamente descartado de nuestra memoria e interés. Y seguramente sin pretenderlo, nos convertimos en apisonadoras de tiempo, haciendo añicos las posibilidades de reflexión, de cuestionamiento, de diversificación, de ingenio, intuición, clarividencia, iniciativa, agudeza, invención, y básicamente del tan importante valor del disfrute.

Estamos viviendo dentro un gigantesco Shopping Mall, hiperconectados y muchas veces aislados, paseando por cada pasillo de nuestras futuras decisiones en las góndolas de las mil sensaciones. Lo que no siempre sabemos es que este “supermercado de la celeridad” también tiene salidas, incluso varias de emergencia. Por lo tanto, está en nuestras manos darnos la oportunidad de vivir alejados del impacto permanente, en lo urgente, en la acrofobia de lo inmediato y ser nosotros quienes decidamos cuándo y cómo queremos conocer y reconocer al otro. 

En un mundo diseñado para la extroversión, categorizar arbitrariamente si alguien es adormecedor o “no nos llama la atención” y por ende no pasa la barrera de los 10 segundos de nuestro “reloj sensacional”, quizá límite nuestra capacidad de aprendizaje. Pensemos en la cantidad de veces que, con el tiempo, reconocemos habernos equivocarnos y haber prejuzgado mal a esa persona. Incluso a aquellos que hemos descartado en nuestros trabajos. O todo lo contrario, cuando nos dejamos seducir por la “simpatía o carisma” del histriónico caricaturesco de turno carente de ideas. El umbral de las sensaciones nos pone contra las cuerdas y sin dar ni un sólo golpe nos enseña que, el propio espacio que podamos generarnos será fundamental para no caer en el precipicio de lo efímero, distinguiendo lo importante de lo urgente. Algo que valorarán, de alguna u otra manera, aquellos que tenemos el “regalo” de educar o de coordinar.


“Quien mira hacia fuera, sueña; quien mira hacia dentro, despierta” decía Carl Gustav Jung. Somos afortunados por vivir en primera persona una transformación y cambio cultural. Está en nuestras manos construir modelos de proximidad, de verdadero conocimiento, de auténticas sensaciones o ser parte de un pasado tecnológicamente disfrazado. Es nuestra gran elección.

Si el verdadero conocimiento es el descubrimiento de las capacidades y limitaciones propias y ajenas, así como la búsqueda de las posibles soluciones para superarlas, unifiquemos talentos, esfuerzos e innovación para edificar juntos la verdadera sociedad que tanto deseamos.


DIEGO LARREA BUCCHI