La Mediocridad vs El Talento

En nuestro ámbito de relaciones siempre nos vemos enfrentados a realidades que nos muestran distintos escenarios donde movernos y distintos prismas desde dónde observarlos. Y hay momentos importantes donde nuestra palabra y nuestro punto de vista puede construir o por el contrario destruir. Allí es cuando nuestro talento tiene su oportunidad de oro, pudiendo demostrar nuestra valía o por el contrario nos pueden llevar al precipicio de la mediocridad. El “cómo” lo resolvamos, influirá de manera directa en los demás, impactando en su motivación, desempeño e incluso en su crecimiento personal y profesional. La mediocridad y el talento nos ponen distintos desafíos a sortear más seguido de lo que pensamos en nuestro día a día, y está en nuestras manos elegir la manera.



Decía Arthur Ignatius Conan Doyle, el creador del célebre detective de ficción Sherlock Holmes: “Lo mediocre no reconoce nada, superior a sí mismo, el talento reconoce automáticamente al genio.La mediocridad es una decisión personal, y un verdadero termómetro de las personas, donde deciden en qué lado jugar su partida diaria de la vida personal o profesional. El espíritu mediocre condena lo que está fuera de su alcance, por eso son tan peligrosos los "ilustres ignorantes", ya que no tienen ningún tipo de barrera o filtro y prevalece más el afán de protagonismo o querer congraciarse con los de "su especie" a la hora de dictar sentencia, sin siquiera valorar el daño que pueden provocar.

El mediocre basa toda su creencia en las percepciones propias y ajenas y en las conclusiones de los otros, es incapaz de elaborar su propia teoría y enfrentarse con quien tenga que enfrentarse en caso que deba ir contra la corriente. Y además su falta de humildad para reconocer el desconocimiento es una de sus principales características.

El verdadero liderazgo se encuentra en la humildad, en la escucha y en el conocimiento del otro. Si desconocemos realmente al otro es imposible poder entender sus motivaciones, sus dudas, miedos, anhelos, poder llegar a acuerdos, valorar y respetar su trabajo, Dejar las etiquetas de lado y basar nuestras decisiones en el respeto y en el descubrimiento, para alentar el aprendizaje, la realización y la plenitud profesional, es una de las grandes del talento, y poder convencer así a Albert Einstein que lamentaba la triste época en la que vivimos porque según él es más fácil desintegrar un átomo que superar un prejuicio.

El mediocre valora el ruido frente a la música, las carcajadas frente a la alegría, el histrionismo frente a la naturalidad, el impacto cortoplacista a la enseñanza, el parecer antes que el ser, todo se basa en lo sensorial, siendo incapaz de ver y conocer las verdaderas razones que él mismo está condenando.El mediocre con "poder" es un arma muy nociva, capaz de demoler toda la credibilidad de una organización o bien de arruinar la estabilidad emocional de quienes lo rodean.


La gran diferencia entre el líder inspiracional o el líder aspiracional radica justamente en la ausencia o presencia de mediocridad o de talento. El "tonto útil" deja marca, no huellas. Seamos capaces de extinguir a los “depredadores de emociones”, utilizando los valores, el sentido común, la dignidad, y blindemos con ejemplaridad las puertas y ventanas de nuestros ambientes laborales o personales para que este tipo de agentes nocivos/negativos no espanten ni aniquilen a quienes viven en ellos.

Jerarquicemos el conocimiento del otro, miremos con perspectiva los acontecimientos, entendamos que toda persona tiene una historia y es digna de ser escuchada, no cotejemos siempre las mismas fuentes, el verdadero referente es aquel que puede nadar contra la corriente en búsqueda de lo auténtico, surfeando en su tabla de la franqueza con la mira siempre en el horizonte de la equidad.

Y como decía Martin Luther King: “Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros”, y tu talento será el espejo para muchos otros.


DIEGO LARREA