EL HABITO DE REAPRENDER: GRACIAS 2020

 

Y un día pasó, hablábamos de cambio y todo cambió. De repente se hizo de noche y comenzamos a andar a tientas y creyendo encontrar la salida nos fuimos golpeando con las paredes de una realidad que nos desafiaba día a día. Nos quedamos en casa y escuchamos sirenas, aplausos, silencios, llantos y murmullos. Nos cogimos de la mano con miedo. En los trabajos no se trabajaba, en las calles no se caminaba, en los colegios no se aprendía, en los restaurantes no se comía, una estampa paralizante que congeló nuestros cuerpos. En la TV mensajes inconexos, datos lapidarios, y una incertidumbre en digital ahogaba todo resquicio de coherencia. Y pasaron los días, y nos abrazamos a los que teníamos al lado, y muchos nos dimos cuenta de la cantidad de estaciones que habíamos dejado pasar sin hacerlo. Y llamamos a nuestros padres, y no supimos que decir, solo oírlos y sentir que aún estaban allí. Necesitábamos que ellos nos acaricien la cabeza como cuando niños en su regazo, pero no podían hacerlo, y entendimos que el tiempo no para jamás.

Llegaron cartas y noticias de despidos, de cierres de empresas, de familiares que se fueron, de eventos cancelados y de cierres de fronteras. Cuando ser positivo se transformó en ser negativo, aprendimos nuevas palabras, nos confinaron, desescalamos, digitalizamos, entramos en cuarentena, vivimos una pandemia, fuimos resilientes, resistimos, nos contagiamos, descubrimos al personal sanitario, fuimos asintomáticos, usamos mascarilla, temimos al ERTE, nos endeudamos, nos pusieron distancia de seguridad, nos confundieron, nos engañaron, justificaron. Fuimos contacto estrecho, cercano, con prueba viral o prueba de anticuerpo, con posible rebrote, con vacuna o sin vacuna en una tercera ola. Aprendimos a teletrabajar, a comparar por internet, a reunirnos por videollamadas, a estudiar desde casa, a saber que teníamos un vecino, a conocer a los que nada les importa, a los que creen, a los que no lo hacen, a no saber si entrar o salir de mi comunidad, de mi ciudad, de mi barrio, de mi casa o de la tuya.

Y en el silencio de este 31 de diciembre de 2020, donde tocarse es casi un delito penal, donde adivinar si nos saludan detrás de la mascarilla se transforma en un arte, donde la lista de contactos de nuestro teléfono ha sufrido el mayor de los recortes de la historia personal y profesional, donde hemos aprendido a valorar la presencia en la ausencia, donde las excusas cayeron al suelo, donde hemos podido demostrar qué clase de personas somos, agradezcamos mirando esa nube o la estrella o quizá los ojos que más amemos la oportunidad que tuvimos y tenemos de aprender a vivir una vez más. 

Demostremos nuestros valores, fortaleza, confianza y convicciones. No olvidemos rápidamente lo sucedido. Que la vorágine de esta nueva Era no nos aleje nunca más, sino que nos una. Y que cada uno de los avances que descubramos sea única y exclusivamente para lograr la auténtica felicidad y nuestra paz interior.


DIEGO LARREA BUCCHI 
Twitter: @larreadiego