LA “GRAN REIMAGINACIÓN”

Detrás de un escenario tan convulso, donde entran y salen a escena actores y actrices como: transformaciones digitales y culturales, conflictos, recesiones, crisis, pandemia, se viene gestando desde hace un tiempo atrás un movimiento social muy importante, que radica en las nuevas necesidades y/o aspiraciones que hoy tenemos las personas. ¿Qué pasaría si detrás de todo este polvo que levantan las tablas de ese “teatro” se encuentra una trascendente oportunidad para reflexionar, cambiar de dirección e imaginar un nuevo futuro más beneficioso tanto para el empleador como para el empleado? No es una Gran Resignación, como lo llaman hoy en EEUU sino una “Gran Reimaginación”.

Los golpes de realidad y los momentos “encerrados” con nosotros mismos (muchas veces obligados por una situación externa) que hemos tenido en estos últimos años, nos han dado la valentía de cuestionar a nuestro espejo y decirle: ¿por qué no?, ¿y si ahora es el momento?, ¿qué tengo que esperar?, ¿por qué tengo que estar haciendo algo que no me gusta?, ¿por qué tengo que estar en un lugar donde no comparto lo que piensan?, ¿por qué quedarme con alguien que no me reconoce ni valora?, ¿qué puedo hacer distinto a lo que he hecho hasta ahora para cambiar la situación?, ¿estoy preparado? ¿tengo las herramientas necesarias para “aprenderme el texto” y convencer al “espectador” que soy un excelente profesional? Preguntas y más preguntas que caen todos los días y muchas veces no tienen una respuesta clara.

Estas son las personas que buscan una nueva visión de su carrera profesional, sea porque sienten que están agotados o estancados, o por necesidad, o porque buscan un nuevo estilo de vida personal y profesional.

Personas que conocen perfectamente la realidad y saben que, por ejemplo, pertenecer al grupo de mayores de 45 años es ir cuesta arriba, porque el porcentaje de desocupados es alto. O si son jóvenes, conocen que los índices del paro juvenil están disparados. Además, ambas generaciones son conscientes que no se trata de rellenar un perfil profesional en una plataforma, exponer un CV, y solicitar contactos en ella sin sentido. Y si a todo ello le sumamos que el 50% de los actuales puestos de trabajo están cambiando y lo seguirán haciéndolo hasta desaparecer o modificarse con relación a lo que hay actualmente en estos próximos años, las perspectivas comienzan a ser cuanto menos inquietantes.

También para las empresas es una situación compleja, que las está llevando a repensar sus formas de trabajo actuales y cómo cubrir ese “gap” que no solo se traduce en la necesidad de perfiles tecnológicos sino en todo un sistema cultural y organizacional basado en el siglo XXI, con un nuevo concepto de trabajo, de comunicación, de colaboración, etc. El 75% de las empresas están con dificultades para lograr los perfiles adecuados o actualizar los que tienen.

Algunos lo llaman a este momento “la guerra por el talento”, pero los datos nos invitan a pensar que uno de los puntos de la “Gran Reimaginación” está en construir una cultura y una organización lo suficientemente seductora, creíble, construida por todos los integrantes de la Organización con innovación y audacia, donde, por ejemplo, el elemento del bienestar (en toda su esencia, incluida la salud mental) sea un elemento clave para atraer de verdad al nuevo profesional que hoy necesita trabajar con otro tipo de reglas del juego, sea de una generación o de otra.

Por otro lado, en esa “Gran Reimaginación” también es el propio profesional quien tiene que coger el timón de su barco y actualizar su antiguo GPS para que lo reconduzca o lo oriente hacia el mejor puerto, construyéndose él mismo su modelo de “oportunidad”, por que él /ella es la oportunidad en sí. Los frenos externos pueden ser fundamentados, realistas, incluso de un calado muy importante y hasta a veces muy duros de sobrellevar, pero son realidades que en sí mismas no podemos alterar. Pero sí podemos transformar y modificar aquello que depende de nosotros mismos. Reimaginemos nuestro futuro, seamos realista con nuestro presente y tomemos también nosotros las mejores decisiones de manera osada. Reformulemos nuestro camino y actualicemos nuestros conocimientos y habilidades, con una capacidad de autoconocimiento que nos permita estar y hacer lo que más se aproxime, de manera responsable con nosotros mismos, al escenario que nos produzca una felicidad autentica y en línea con el estilo de vida y valores que anhelamos.

Hoy el problema no es la escasez de talento. El problema es la rigidez en nuestro pensamiento. A veces las propias Organizaciones tiene dificultades para mirar fuera de la caja de su "candidato perfecto", lo que significa que pasan por alto las habilidades transferibles, y el ritmo del día a día las lleva a no trabajar de manera valiente en proporcionar otros sistemas de trabajo y de relación, sin comprender lo que los empleados realmente buscan. Porque, en definitiva, ese tipo de sistema de relación es el que piden los clientes. Los Clientes y Profesionales son el corazón de los negocios, y necesitan de esta “Gran Reimaginación”, y como empresas también debemos dar un paso arriesgando que depende solo de nosotros mismos y que va mucho más allá de la incorporación de algún programa de agilidad o de integrar sistemas tecnológicamente vanguardistas.

Profesionales multi generaciones y empresas, poco a poco, se están dando permiso para dar los primeros buenos pasos. La noticia más realista que debemos asumir es que siempre vamos a tener una realidad más o menos compleja, porque el mundo no nos pone ni podrá caminos fáciles. No es cuestión entonces de esperar a un momento más estable o mejor. El mundo seguirá pidiendo cambios y viviendo permanentemente en una transformación social.

Seamos audaces y llevemos esa “Gran Reimaginación” a nuestra vida, a nuestras Organizaciones, y sobre todo a nuestro propio espejo, ese espejo que tuvimos la valentía de cuestionar y decirle: ¿por qué no? ¿y si ahora es el momento?

Diego Larrea Bucchi
Experto en Recursos Humanos y Comunicación
Colaborador en Inxpirius.
Miembro de DCH – Autor de “La Era de las Personas”.

LOS FORMALIZADORES DE PASIONES

Que los tiempos han cambiado no es novedad y hasta parece una trivialidad mencionarlo, pero lo vamos notando en pequeños detalles de la vida diaria. Por supuesto que las grandes transformaciones tecnológicas o científicas nos están abriendo un mundo que profundiza en nuestra expectativa de vida y nuestro accionar diario, pero por otro lado lentamente vamos viendo como algunos principios que hasta ayer nos parecía importantes se van racionalizando, "normatizando" o reglamentando. Estos, queriendo o sin querer, están apagando esas pequeñas grandes pasiones que daban sentido a una mesa de café entre amigos, unas charlas de domingo en familia, una fantasía o un anhelo juvenil, un proyecto quizá disparatado, etc.

La “formalización de las pasiones y las ilusiones” es una contradicción en sí misma. Todos nos enamoramos de las sensaciones que nos produce esa persona que nos ha revolucionado el corazón y no vamos al Manual de sus Competencias y Habilidades para saber si encaja o no conmigo. Nos enamoramos y punto. Vivimos, disfrutamos, reímos, lloramos, nos ilusionamos, proyectamos, a veces nos equivocamos, y otras veces no. Pero no formalizamos nuestra pasión, nuestra ilusión.

De niño recuerdo jugar con un cepillo gigante, mientras el agua del baño corría antes de ducharme. Y entre el vapor y el espejo me imaginaba con una guitarra o micrófono ser un Beatles o un Stone. Formalizar mi pasión o mi ilusión no hizo que yo abandonara mis deseos por subirme a un escenario. 

No hablo de alimentar falsas expectativas, o vivir en un mundo paralelo a la realidad. Me refiero a no matar con la posible lógica algorítmica del futuro a la fantasía, al sueño o la imaginación de un niño o adolescente.

“No serás músico porque el mundo de la música es muy difícil y es un azar. No llegarás a ser futbolista porque solo llegan los elegidos y por contacto. No llegarás a ser el dueño de tu propia empresa porque no tienes los medios suficientes para desarrollar tu proyecto.  No llegarás a ser un reconocido abogado porque la competencia es muy alta. No llegarás a ser quien tú quieres ser porque “todo depende de los demás, de las circunstancias, y no de ti”. 

Este es el mensaje que “la formalización de las pasiones y las ilusiones” nos está menoscabando diariamente y de manera silenciosa anula por decreto la capacidad por imaginar, tener una visión, luchar por lo que uno quiere, el valor del esfuerzo para conseguir las metas, el trabajar la frustración del no conseguirlas, tener la capacidad de sobreponerse y reinventarse, formarme para un mientras tanto o para coger un nuevo rumbo. Pero nunca matar la ilusión, porque estaríamos matando el deseo, la esperanza, el entusiasmo, la imaginación, la innovación, superación, el ansia de progreso, de avance, en definitiva, de evolucionar a través de nuestra felicidad. En cambio, sí debemos ayudar a preparar la mochila para el camino. Una mochila que tenga las buenas herramientas tanto para poder subir a la montaña de los éxitos y los anhelos como para bajar con cuidado la del fracaso y siempre con el afán de volver a subir.

Necesitamos mas ilusionistas y más ilusionados. Menos formalizadores de las pasiones y de ilusiones y más formadores de personas que acompañen en esta etapa de ostracismo tecnológico comunicacional a estas nuevas generaciones con un mensaje ilusionante, real pero cautivador, y dejemos que fluya la sangre, la energía, y ayudémosles a que nunca pronuncien la frase: “que hubiera pasado si…”

Diego Larrea Bucchi
Experto en Recursos Humanos y Comunicación
Executive Director en Side by Side y Colaborador en Inxpirius.
Miembro de DCH – Autor de “La Era de las Personas”.