La sombra del talento - Vídeo 23 - Canal Youtube RH&CC

El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad, decía Ernest Hemingway.

No se hace oír más el que más grita, no se hace entender más el que más habla, no se hace respetar más el que más se impone, no se hace ver más el que más se muestra. Quienes reciben los mayores reconocimientos por sus talentos lo hacen precisamente porque no buscan reconocimiento alguno y tiene paciencia, pero su mayor virtud (no siempre valorada) es que trabajan en la sombra. 

La humildad es una de las virtudes más nobles del espíritu. Los seres que carecen de humildad, carecen de la base esencial para un auténtico éxito personal o profesional.
Talento sin humildad no es talento.

El liderazgo jamás puede ir de la mano de un sentimiento de superioridad, al contrario. Liderar, innovar, dirigir, gestionar deben realizarse desde la cercanía, desde la capacidad de aprender a recibir de los demás, de valorar las diferencias individuales, de la buena observación y entender humildemente que estar rodeado de los mejores también puede "hacerme mejor".

Te invito a ver mi nuevo vídeo de Recursos Humanos & Cultura Colaborativa: LA SOMBRA DEL TALENTO.


Muchas gracias a tod@s por ver y compartir este vídeo y poder reflexionar juntos.
Muy buen fin de semana y hasta la próxima publicación.

DIEGO LARREA BUCCHI 
Twitter: @larreadiego 

Factor “D”  (La analogía exitosa de la diferencia)

Nos resulta tan marketiniano hablar de “marcar la diferencia” que nos perdemos en la profundidad que sugiere realmente esta actitud, tanto en nuestra vida personal, social, como en la profesional. Hacer las cosas diferentes, pero ¿para qué? En tiempos de bonanzas hasta puede llegar a ser un “pecado capital” hablar de cambios cuando las cosas funcionan. 

El pensar en cambios en «momentos positivos» no significa no valorar o no potenciar lo que hoy nos da satisfacciones. Es poseer un sentido de la anticipación que sólo audaces visionarios pueden llegar a tenerlo, y la buena noticia es que no es una tarea compleja sumarnos a este grupo, tan sólo es cuestión de proponérnoslo. 

Por más que nos empeñemos en trabajar distintas técnicas, desde las más racionales hasta las más espirituales, el futuro es impredecible. Y mira que lo intentamos, pero no, nadie tiene la famosa «bola de cristal». Entonces, todo puede girar en dirección contraria en una milésima de segundo porque nadie domina esta ecuación, ni siquiera esos audaces visionarios. Porque incluso ellos son conscientes de su “debilidad” y buscan «la diferencia» replanteándose hasta sus más estruendosos aplausos y gloriosos éxitos.

Una empresa se autocondena si no ve como piedra filosofal de su misión el reinventarse permanentemente. Porque esa transformación o ese cambio está en nosotros y cada segundo que pasa como sociedad aprendemos, experimentamos, valoramos y exigimos de manera diferente. Por eso, esta constante actividad diaria no puede ser ignorada. Es parte de la propia evolución. Cuestionarnos cómo hacemos las cosas es una de las mejores técnicas de innovación y creatividad, además de ser lo que nos “distinga”. La humildad, la visión transversal, y la capacidad de empatía serán las grandes claves que nos abrirán o cerrarán la puerta de nuestro éxito.

Poner en práctica la «analogía exitosa de la diferencia» nos da la oportunidad cada día de lograr el verdadero equilibrio entre lo que somos, podemos ser y debemos ser. Y en nuestra vida personal también es bueno preguntarnos: ¿estoy dispuesto a cuestionar mis comportamientos diarios con mis hijos, pareja, amigos o familia para marcar más diferencias positivas e intencionales? o ¿tengo la humildad, la visión transversal y la capacidad de empatía para comprender las verdaderas demandas de los demás? ¿De verdad lo entiendo? ¿Estoy dispuesto?


La «proteína» del Factor D nos debe ayudar a marcar la “diferencia”, para salir de la abúlica rutina marcada por nuestros objetivos cortoplacistas y mirar realmente lo que tenemos a nuestro alrededor. Anticipar las señales de alerta y ser capaces de dar un paso hacia adelante dentro de nosotros mismos es crucial. Pero…¡Atención! Somos nosotros los que participamos de manera directa en el guión de nuestra película. No somos espectadores de lo propio y de lo ajeno. El tibio, el pasivo, el indiferente, el abandonado, el desidioso normalmente no acepta esa imagen en su espejo. Pero el día que la contrariedad golpea sus puertas, el cristal absorbe el vapor inoportuno y pone de manifiesto una dura realidad que probablemente con un “hoy no tengo tiempo” menos, se hubiera solucionado.

La diferencia la marcamos con nosotros mismos, y ella es la mejor escala de valor con la que podemos medir. No dejemos que los minutos pasen de largo. Hoy podemos ser capaces de levantar la cabeza y salir por un instante del mapa agendado que guía nuestras conductas y acciones diarias. El «yo pongo todos los días lo mejor de mi», a veces no es suficiente. Mirar a nuestro alrededor, simplemente escuchar, estar y observar a través de los ojos de los demás quizás nos ayude a ser mucho más efectivo y «diferente» de lo que hasta hoy hayamos intentado. Si sólo miramos nuestro ombligo, además del dolor cervical, no encontraremos más que nuestro ombligo.


Los grandes cambios en la humanidad se han producido por la observación. Por lo tanto, podemos ser como esos audaces visionarios, capaces de anticipar lo propio y lo ajeno, lo que ayer no vimos, lo que otros no supieron, y lo que muchos desearon. Y no hace falta irse muy lejos. Al lado de cada uno de nosotros tenemos el campo de estas misiones. Somos personas de valores, buenas personas que buscamos buenas personas, en un fluctuoso mundo apáticamente exigente. El Factor X puede ser talento, pero el Factor D nos da la oportunidad de transformar y romper con nuestros propios prejuicios, rutinas, hábitos y automatismos, dándonos la oportunidad de poner en práctica el verdadero «Factor Diferencial». De esta manera, estaremos más cerca de conseguir los cambios, la felicidad, el compromiso que buscamos y los éxitos que tanto deseamos.

«Solamente haciendo el bien se puede realmente ser feliz», decía Aristóteles. En un mundo de gestión de expectativas a corto plazo, donde pensamos que sólo tenemos que adaptarnos a las consecuencias del «botón de la transformación que alguien apretó mágicamente», quizás la auténtica diferencia sea provocar felicidad en nuestros equipos, clientes, familia, amigos, pareja, etc. 

Entonces ¿estamos dispuestos a formar parte del Factor D? 


Rompiendo las reglas (Valores que transforman)

Tenemos el enorme privilegio de vivir en primera persona uno de los mejores períodos de la evolución humana. Así como en cada era el ser humano fue adaptándose, aprendiendo y sobreviviendo, hoy estamos en una situación con iguales características, sólo que con herramientas, elementos y condiciones diferentes. Dentro de este ciclo estamos incorporando elementos que nos dan las suficientes “pistas” para poder progresar y gestionar de la mejor manera esta etapa: hablamos de innovación, de cambio y de transformación. Hasta aquí, una simple foto de nuestra situación actual. Pero ¿qué marcará un factor diferencial, una verdadera evolución o una manera distinta (real) de hacer las cosas? El que se anime a romper las reglas con valores que transformen será el abanderado del nuevo y verdadero liderazgo del siglo XXI.

Ya podemos estar escribiendo o leyendo el mejor Business Plan, o trayectos de Desarrollo Profesional, o de Cultura Corporativa, que si no somos capaces de pegar una buena “patada al tablero” en el momento y en el lugar oportuno y vencer aquellas reglas que consideramos un auténtico obstáculo o una falta de coherencia, o incluso de ética o valores, todo será más de lo mismo. En tiempos de evolución aquellos que intentan sobrevivir con el corto plazo en sus espaldas, probablemente saquen un provecho inmediato pero sus fundamentos y credibilidad caerán en arenas movedizas a la primera de cambio.
“Ir contra la corriente nunca es conveniente” decía un antigua frase que por suerte ya nos suena anticuada.
Cuestionarse las cosas, intentar mejorarlas y establecer nuevos modelos o parámetros, hará que nos encontremos cada día más cerca de lo que realmente sentimos y necesitamos. Refundemos nuestras “casas” con la credibilidad que todos nos merecemos. La política del conformismo, del “no me la juego” o de echar la vista a un lado, cuando somos nosotros los que realmente podemos cambiar las cosas, son parte de un pasado aprendido que debemos superar.

Los valores que transforman no son cuadros, ni bonitos carteles sino que pueden ser tan “revolucionarios” como queramos que sean, y tan fríos y olvidables como nos lo propongamos. Romper las reglas no significa comenzar de nuevo ignorando o dando la espalda a los éxitos del pasado. Significa una búsqueda cada día más auténtica sobre nuestro verdadero yo, nuestra verdadera esencia, tanto de nuestra persona, de nuestras familias y de nuestras empresas u organizaciones.

Antes de hablar de innovar, de cambiar o transformar, pensemos que el nuevo liderazgo se construye con coherencia pero sobre todo con la actitud y la auténtica voluntad para innovar, cambiar o transformar las cosas (valga la redundancia). Los valores no se equivocan, de ello podemos estar seguros. 
Seamos rupturistas porque hoy es el momento y nuestra sociedad está ávida de conductas ejemplares, congruentes y valientes. Nuestros hijos, parejas, amigos y equipos valorarán tanto esa decisión que tienes entre manos que no te imaginas hasta qué punto estarás enseñando los nuevos patrones de esta nueva sociedad. Cuando somos capaces de tomar decisiones basadas en valores, todos nuestros objetivos, cambios, innovaciones y transformaciones ya forman parte de nuestro ADN,  coherencia y credibilidad. 

Rompe las reglas, rompe paradigmas, rompe con la tibieza o rompe con aquello que tú sabes que hay que romper para llegar a construir el puente de valores más grande y sólido que jamás hayas podido imaginar. 

Y como dijo Eduardo Galeano: “Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.


DIEGO LARREA BUCCHI 

El compromiso compartido - Vídeo 22 - Canal Youtube RH&CC

El compromiso es una de las ecuaciones más exitosas con las que nos podemos enfrentar, y a la vez será clave para detectar a tiempo si estamos en el lugar y el momento indicado para poder sacar, lo más rápido posible, la mejor conclusión y tomar la mejor decisión.

El compromiso es compartido, no podemos pedirlo si no hacemos que el otro forme parte de él. Siempre debe ser un ganar-ganar (win to win).  No hay éxito que permanezca en el tiempo sin compromiso.

Cuando estamos rodeados de personas que entienden, facilitan y viven el compromiso compartido, todo es posible. Y la felicidad es una de las consecuencias del compromiso. Por lo tanto, innovar con las personas, ser rupturistas, dar oportunidades o enseñar a andar para llegar a ellas es la mejor gestión que podemos realizar en las puertas de este cambio de ciclo que afortunadamente nos toca protagonizar.

Te invito a ver mi nuevo vídeo de Recursos Humanos & Cultura Colaborativa:
"EL COMPROMISO COMPARTIDO"


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DIEGO LARREA BUCCHI 
Twitter: @larreadiego