El talento del perdedor (Las ganas que ganan) - Vídeo 25 - Canal Youtube RH&CC

La fortaleza en la debilidad se descubre cuando sacamos a relucir nuestro compromiso, primero con nosotros mismos, luego con nuestros objetivos y por consecuencia con el Otro. El compromiso debe estar impregnado de actitud, ganas y esfuerzo. Tres características que nacen y renacen desde nuestro interior y que solo nosotros mismos seremos capaces de desbloquear y convertir la desafiante “cuesta arriba” en una permanente oportunidad.

"Nadie aprende a caminar sin caídas, golpes y múltiples intentos. El fracaso del perdedor es la "Estación del Conocimiento y Experiencia" más importante en la que un ser humano puede bajarse y subir con el preciado ticket de la oportunidad".

Te invito a ver mi nuevo vídeo de Recursos Humanos & Cultura Colaborativa: EL TALENTO DEL PERDEDOR (LAS GANAS QUE GANAN): https://youtu.be/-FEp1zrErOE


Muchas gracias a tod@s por ver y compartir este vídeo y poder reflexionar juntos.
Muy buen fin de semana y hasta la próxima publicación.

DIEGO LARREA BUCCHI 
Twitter: @larreadiego 

El gen de la alegría

Vivimos en un mundo desparejo, imperfecto, presuroso, lleno de contradicciones, de sinsentidos, fragmentado, disociado, confuso y hasta ciclotímico, que sin proponérselo nos obliga a estar en alerta máxima, a mirar a nuestro alrededor y querer instintivamente proteger lo que más queremos. Nos cuestionamos, dudamos, a veces tenemos miedo pero a pesar de todo ello nos entregamos a la vida, a nuestras creencias, deseos, proyectos, familia y trabajo. Porque hay algo que nos da la fuerza necesaria para sobrellevar todo ello con decisión y es el gen de la alegría o como lo llaman algunos científicos el gen 5-HTTLPR.

Cuando leemos los datos macroeconómicos y sociales de toda la población mundial, haciendo como un especie de zoom abierto con Google Earth y mirando con cierta perspectiva, vemos sorprendidos un escenario realmente devastador. Los índices de desigualdad son brutalmente altos, pero lo paradójico de todo es que nosotros pensamos que estamos en el porcentaje positivo de las estadísticas y por desgracia no es así. Y no se trata de ideas políticas sino de sentido común, de inteligencia situacional, de mirar con perspectiva nuestra vida, lo que soñamos y anhelamos para nosotros, para nuestros hijos, negocio, clientes o nuestro futuro en general y el de los que nos rodean.

No hay nada más pragmático en estos casos que asomarse a estudios como Gini Coefficient u otros índices de medición y automáticamente veremos una luz roja de alerta ante nuestros ojos. Los datos son datos. Pero detrás de cada uno de ellos hay personas y también estamos tú y yo y el esquema de sociedad que entre todos diseñamos. Y por supuesto, la vida continúa y nos debemos a las obligaciones diarias pero, ¿en qué punto vamos a reflexionar y tomar las medidas correspondientes para que esta sangría deje de producirse y comencemos a trabajar desde el lugar que nos corresponda por un cambio real? Cambio de hábitos, de comportamientos, de intereses comunes, de colaboración, de escucha, de aprendizaje, de compromiso, etc.

Y esto no es una película de Steven Spielberg. Los datos son datos decíamos y las Naciones Unidas nos advierten que detrás de una proyección del crecimiento demográfico, con el continente africano como el que más crece en natalidad, la disminución de la población en Europa (bajas tasas de fecundidad y aumento de la longevidad) y las brechas sociales cada vez más pronunciadas en América Latina, nos encontraremos con una sociedad mundial altamente en riesgo. Y el problema no es detectar el cómo llegamos hasta aquí, porque habrá innumerable razones y sería interminable sino el cómo empezamos a gestionar una sociedad a nuestra medida dejándonos generación tras generación un buen legado de regalo y no un mal legado regalado.  

El ser humano es magnífico, con unas oportunidades que ya muchos seres vivos del planeta quisieran tener. Debemos comenzar por lo más sencillo: en casa, en nuestro día a día, en nuestro trabajo, en la calle, en el supermercado, con los vecinos, con nuestros clientes, proveedores y nuestros equipos. Comencemos a dibujar esa “casa ideal”, aún estamos a tiempo. No vendamos “humo”. Ya todos sabemos que si el objetivo, el esfuerzo y los resultados son compartidos la construcción de los pilares serán sólidos y permanentes.


Tenemos el gen de la alegría que también nos impulsa para cambiar, para levantarnos, para tomar las mejores decisiones y para aprender de los errores. Ese gen que nos contagia, que posibilita que las neuronas hablen entre sí y que regula y transmite mensajes emocionales nos activa y facilita el cambio. Si como decía Friedrich Koenig “tendemos a olvidar que la felicidad no viene como resultado de obtener algo que no tenemos sino más bien de reconocer y apreciar lo que tenemos”, podemos lograrlo. 

Trabajemos juntos la innovación más relevante del siglo XXI y hagamos entre todos, de este imperfecto mundo, nuestra mejor herencia libre de impuestos sobre sucesiones y donaciones, obsequiando a nuestros descendientes una sociedad generosa, sensiblemente humana, empática, creativa y solidaria.


DIEGO LARREA BUCCHI

Confianza sin fianza

Cuando era niño intentaba descubrir, de manera casi desesperada, el gran secreto del mago. Él nos ponía delante de nuestras narices un truco que parecía simple, pero que no podíamos descifrar. A mi alrededor oía los gritos de amiguitos intentando dar con la solución, sin embargo todo era en vano. Pero la sorpresa, la ilusión y la sonrisa desbordaban por nuestros rostros felices. Con unos pocos años más comenzamos a entender algo mejor ese truco infantil, y establecimos una relación no pactada y silenciosa de confianza con el mago de turno. Poníamos ojos picaros de “yo ya lo sé”, y permitíamos que todo fluyese.

Las relaciones se van construyendo con una dosis de buena ingenuidad, observación, sorpresa, ilusión, complicidad y un intangible “convenio de partes” silencioso firmado con letras de confianza. Como la del niño y el mago, la confianza es sin duda uno de los valores más importantes que tenemos, que podemos desarrollar y sobre todo que podemos transmitir.

La economía está basada en la confianza, también la política, las inversiones, incluso las religiones. Confiamos en nuestros padres cuando nos sueltan para dar nuestros primeros pasos, cuando el abuelo nos impulsa la bicicleta sin saber todavía andar, en lo que comemos y bebemos diariamente, en el producto que compramos, en el médico que cuida nuestra salud o en los docentes que comparten horas con nuestros hijos. Confiamos en el pronóstico del tiempo de nuestro teléfono, en el periodista que nos informa cada mañana, en nuestro jefe cuando nos indica los próximos pasos a seguir o en el mecánico cuando nos da el diagnóstico de la reparación del coche. Confiamos, creemos, esperamos, nos ilusionamos y nos entregamos. Somos como pequeños niños extendiendo nuestros brazos para nos sostengan.

Y es una actitud plenamente necesaria para vivir porque es la seguridad o esperanza firme que alguien tiene de otro individuo o de algo. Construimos nuestras vidas en base a ella. Ernest Hemingway decía que “la mejor manera de saber si puedes confiar en alguien es confiando”. Y si lo hacemos, esto ayudará a simplificar y entender las relaciones personales, profesionales y comerciales. Es una acción tan importante en nuestras vidas que es capaz de dejar de lado las dudas firmando un contrato sin fianza. Esto genera una alta exposición y vulnerabilidad de nuestra persona, que es directamente proporcional con la alegría o el dolor de los resultados obtenidos. 

La pérdida de confianza, en cambio, se debe a un agotamiento emocional, causado por la mala intención de la persona o una mala experiencia que no cumple con lo prometido. Las personas y las marcas sabemos perfectamente que en el incumplimiento del “contrato sin fianza” hay una responsabilidad implícita. Y es la que nos lleva a tomar las decisiones de cambiar y marcharnos.

Nos dejamos llevar por el piloto al subir al avión, decidimos poner nuestros datos bancarios en las compras por internet, nos dejamos guiar por los consejos de Google y aceptamos la geolocalización, aceptamos la buena gestión de nuestros datos,  agradecemos la sugerencia del camarero, nos abrimos de par en par con amigos cuando estamos vulnerables. Confiamos a cada segundo de nuestro día, a cada paso, en cada decisión. Porque entendemos que cada uno de estos “actos de fe” nos llevan a tener una vida más llena de libertades, de desarrollo y progreso. Y nos refuerza nuestra capacidad para decir “no” a tiempo cuando ese “pacto” se vulnera, se rompe o se pisotea.  La evolución y transformación de las sociedades se basan en la transparente voluntad de confiar y en la máxima responsabilidad por cumplir. 

En el mundo de las seguridades e inseguridades, fomentemos la confianza sin fianza y seamos capaces de construir relaciones fuertes y transparentes con esa complicidad “del niño y el mago” donde la sorpresa, la ilusión y la sonrisa desborden por nuestros rostros.

DIEGO LARREA BUCCHI

El Valor de la Importancia - Vídeo 25 - Canal Youtube RH&CC


Existe una relación directa entre la productividad y la experiencia del empleado, la gestión del talento, su desarrollo, el sentirse parte del mismo barco, su integración en la toma de decisiones,  o el cómo hacernos sentir protagonistas, impacta altamente en el negocio.

El sentirnos valorados, queridos, cuidados, o el que nos hagan sentir importantes tiene unas dimensiones y unas repercusiones extraordinarias en nuestra salud física, psíquica, emocional y por ende en nuestro rendimiento profesional.

Las endorfinas propias y ajenas se activan cuando integramos, valoramos, escuchamos, incluimos y cuidamos a los demás. Y de esta forma logramos estimular el potencial ilimitado que cada ser humano posee internamente, haciendo que el desempeño tanto personal como laboral sea mucho mejor.

Los detalles son los grandes responsables de todo éxito. El valor de la importancia es el más grande de los detalles.

Te invito a ver mi nuevo vídeo de Recursos Humanos & Cultura Colaborativa: EL VALOR DE LA IMPORTANCIA: https://youtu.be/FWv3dy2SXVA


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DIEGO LARREA BUCCHI 
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De la intención a la acción

Todos en mayor o en menor medida necesitamos de los demás. Desde el minuto uno de nuestras vidas hasta el último de nuestros suspiros finales. Pero cuando estamos corriendo  a toda velocidad y nada detiene nuestra marcha, normalmente, no nos damos cuenta de ello. En cambio, si esa velocidad no hace más que hacernos girar en la rueda del hámster, miramos ahogados alrededor en búsqueda de una mano amiga «salvadora».

Hay veces que esa carrera se torna agotadora. Aunque apliquemos las 5.000 técnicas que hemos estudiado o que nos han recomendado para mejorar nuestra situación o nuestros proyectos, todos los caminos parecen conducir al dibujo de una puerta en la pared. 


Tenemos actitud, coraje, ideas, ganas, y tenemos la humildad de rehacernos, cuestionarnos, o reinventarnos cada día pero ese dibujo de la puerta en la pared sigue deteniéndonos e intentando socavar nuestra ilusión. Y si bien nuestros seres más queridos nos arropan, entienden, animan y aún siguen pensando que somos ese «pequeño superhéroe» que todo lo puede, comenzamos a padecer a un “Mundo Blablablá” que nos lanza discursos en pluscuamperfecto de subjuntivo diariamente, comprobando como efectivamente “del dicho al hecho hay mucho trecho”.

Son intenciones bien intencionadas pero que solamente llenan espacios, convirtiéndose en discursos cada día más vacíos para nosotros y nuestras urgentes necesidades. Y nos descubren y a la vez nos alejan de esas personas que nunca hacen lo suficiente para llevar su “estupenda dialéctica” a la acción oportuna. La palabra es la simbolización que se le da a una percepción, pero lo percibido no es palabra, es un hecho, un suceso, una experiencia real. Cuando se está en medio de una crisis las palabras sobran. Lo importante es la acción racional y concreta para salir de la crisis, propia y ajena. 


Muchas veces los que esperan algo en un momento en particular simplemente esperan detalles, sólo eso. La gente que se encuentra en la rueda imparable no busca soluciones mágicas, sino que aquel que hoy tenga la oportunidad de extender una mano para sacarlo de ese giro alocado, lo haga. Porque quizá el que está dentro de la rueda ya lo haya hecho o lo pueda llegar a hacer en otro momento de la vida con nosotros.

Las llaves de esa puerta dibujada en la pared pueden ser diversas, es cuestión de conocer y observar al otro. No se trata de regalar nada, sino de estar en el momento y en el lugar indicado, teniendo la capacidad empática de gestionar como si de uno mismo se tratase. 

Aún me resisto a pensar que ya «nadie debe esperar nada de nadie». Quizás porque sigo siendo un convencido de que el ser humano tiene una bondad colaborativa por naturaleza y porque la vida es cíclica. Y por supuesto, que el hecho de esperar algo de alguien no debe ser un justificante para no hacer lo que uno tenga que hacer o bien para lograr las metas y objetivos que tanto anhela.


Porque las personas nos influyen, las voces nos conmueven, las palabras nos convencen, pero los hechos nos transforman. Los seres humanos queremos que la realidad se adapte a nuestros sueños, necesidades y expectativas, lo que condiciona y dificulta nuestra interrelación con otras personas. Por eso es tan importante el verdadero conocimiento del otro, y dar testimonio de lo que el otro significa para mí cuando realmente lo necesita y no cuando yo lo creo conveniente. El momento de estar presente no reviste de excusas ni titubeos.”Res non verba”, hechos no palabras. Colaboración e interconectividad sin discursos.

Cada uno de nosotros tiene áreas de mejora, pero, cuando extendemos a tiempo la mano a los demás nos multiplicamos e incluso esas debilidades desaparecen. Dijo Malcolm X: “Cuando el “yo” se reemplaza por el “nosotros”, incluso la enfermedad se convierte en bienestar”. Hagamos de la intención una acción y transformemos nuestros entornos más próximos dando ejemplo concreto de lo que tanto pedimos y deseamos para la sociedad de nuestros hijos.