La inmediatez

Hace unos días, me preguntaban en una reunión qué consideraba, a mi juicio, la parte más importante dentro del esquema del retail actual. Contesté, casi sin pensarlo demasiado, que para mí era la LogísticaMi interlocutor me miró extrañado reflexionó en voz alta que viniendo de un Recursos Humanos le parecía una respuesta rara que no dijera directamente que las personas eran lo más importante. 

Si bien la revolución industrial nos llevó a la rapidez, la revolución tecnológica e informática nos ha llevado a la inmediatez. Hoy la inmediatez forma parte de nuestro estado de necesidad constante y donde se rompa ese eslabón para conseguir lo que deseamos, la frustración tomará decisiones que nadie se atreverá a cuestionar. Por lo tanto, si el sistema falla, si la logística no llega a la cita en tiempo y forma, la relación se dará por finalizada de manera unilateral. Por eso, mi respuesta en esa cordial visita iba un poco más allá de quién es más importante: si las personas o la logística. La reflexión es: Hacia dónde nos lleva la fiebre de la inmediatez? Y las personas, aquí , tenemos el principal rol protagónico. Porque la mayor evolución (o involución) logística está en nuestra mente y luego en nuestros hábitos.

Todos compiten por llevarnos productos de forma más rápida a nuestro hogar y seguramente más de la mitad de lo que compramos no es urgente. Estamos subidos al circuito del “lo quiero ya” y esa enajenación seudoinfantil de rabietas incontroladas puede transformarse en una necesidad que hasta ayer ni siquiera existía y no necesitábamos, valga la redundancia.

Crear una necesidad inexistente será un éxito para la propia marca o su departamento de marketing pero si las personas se adecuan a las velocidades y no las velocidades a las personas, tal vez provoquemos sin pretenderlo, un gran fracaso social a nivel relacional y comunicacional. Nuestra logística interna transita a grandes velocidades en un mundo cada vez más inmediato, instantáneo y fugaz. Ésta, puede correr el alto riesgo de no diferenciar entre estar y ser parte, entre escuchar e interactuar, entre decir y acompañar, entre dar a me gusta y colaborar de verdad, entre el instante y el mientras tanto.

Nuestros hábitos lo van demostrando en los temas más cotidianos, por ejemplo: leemos los titulares de nuestro periódico digital como si estuviésemos subidos en un Fórmula 1 sin discriminar ni el porqué ni de dónde provienen. Amagamos un curioso interés en la contraportada de los libros. Vemos y descartamos las películas por los tráilers. Nos inquietamos con dos líneas grises o azules de nuestro WhatsApp. La hora y media que tenemos al día con nuestros hijos vuela cada vez más rápido. Ese café o cerveza prometidos miles de veces sigue esperando en un rincón oscuro. Esa llamada ya no se produce y dejamos palabras para otro día. La logística inversa hacia nosotros también nos reclama un espacio, un tiempo y sobre todo generar buenos hábitos que nos ayuden a disfrutar y defender lo que más amamos.

La cultura del siglo XXI no se basa en el principio del individualismo; no me refiero al hecho de que la gente esté demasiado apegada a su interés personal, sino en que no estamos lo suficiente interesados en nuestro yo. Y en esto, la inmediatez juega un papel esencial.

La inmediatez puede ser capaz de construir con muchísimos fragmentos de “información” una falsa verdad. Y si de personas hablamos, probablemente el no tener ese tiempo para escuchar, dialogar e intercambiar nos resta la oportunidad de llegar al verdadero conocimiento del otro.

Hay tantas verdaderas necesidades de ser satisfechas de forma inmediata que la propia logística de la inmediatez nos hace olvidar que en la pausa también hay instantes de auténtica felicidad. De esta forma, evitaremos la amarga frustración del querer trasladar el mundo virtual al físicodonde lo instantáneo puede llevarnos a una angustiosa espera alejándonos de todo, de nosotros y hasta de los más “inmediatos”.


DIEGO LARREA BUCCHI 
Twitter: @larreadiego