Maldita necesidad

Necesitamos tiempo, dinero, trabajo, salud, espacio, serenidad, frialdad, objetividad, necesitamos desconectar y conectar, necesitamos gustar, amar, odiar, olvidar, recordar, comentar,  callar, perdonar, reír y llorar, ser, estar, desaparecer, empezar, terminar. Necesitamos necesitar. Porque siempre hay un instante donde respiramos de esa necesidad.

Vivimos en el mundo de la necesidad constante, por obligación o por deseo. Esta necesidad nace de la privación, de una actitud sentida y no satisfecha. Y más allá de las cinco categorías de necesidades de Maslow (fisiológicas, seguridad, amor y pertenencia, estima y  auto-realización) nuestro cerebro no descansa un minuto exigiéndose “torpemente” a sí mismo como nunca antes había sucedido en la historia.

El agotamiento de la necesidad incompleta ha dado paso a la nueva enfermedad del siglo, el tan estereotipado pero real: “estrés”. Aquello que sucede, por más pequeño que sea, ocurre por una necesidad y nuestra mente no descansa hasta intentar satisfacerlo. Donde hay un espacio hay una llamada. Y si esto lo sumamos al cambio que estamos viviendo en primera persona con la transformación digital, donde todo cambia en menos de un segundo y todo está en tus manos en cuestión de dos, no hay cuerpo que resista tanta ansiedad.


Pero también la necesidad nos abre una puerta inmensa de oportunidades donde la verdadera inteligencia radica en saber aprovechar bien los momentos: saber escuchar, empatizar y ser uno mismo. Tal vez, una oportunidad esté en abandonar por un instante la efervescencia volcánica en la que nos hemos metido en nuestro día a día, regalarnos un trozo de exquisito pragmatismo y ser por una vez coherentes con nuestra esencia, valores y verdaderos anhelos. Un regalo único que nos da la necesidad y sólo es cuestión de querer enterarse.


Una de las necesidades más importantes, tal vez la más difícil de satisfacer, es la del cambio. Necesitamos cambiar, lo sabemos, pero delegamos en mañana como una rápida opción de fuga. Nos miramos al espejo, sabemos que no queremos hacer lo que vamos a hacer pero desviamos la mirada y todo continúa como hasta ayer. Y la necesidad nos grita, nos estorba, nos reprocha, nos alerta, nos invade. En nuestras manos está crear el momento indicado, la oportunidad justa y la situación que esperábamos. Nadie lo hará por nosotros. Nadie cubrirá esa necesidad. O sí, quizás demasiado tarde y el vacío será aún mayor.

Sí, es cierto, necesitamos necesitar. Pero cuando entendemos que la verdadera necesidad está en el encuentro con nosotros mismos abandonando la autenticidad camuflada y oportunista, comienza el cristal a desempeñarse y allí estamos nosotros. Y el cambio tan esquivo será una realidad. Ser uno mismo en un mundo que constantemente intenta transformarse y transformarnos en algo diferente es una de las mayores necesidades satisfechas.


Saber diferenciar lo importante de lo necesario, valorar lo que hemos hecho y lo que tenemos, sabier reconocer y reconocernos, es abandonar con mucho criterio la carrera esquizofrénica de la maldita necesidad que nos ahoga en un minúsculo vaso de agua haciéndonos creer que es un inmenso mar.

Podemos escapar de cualquier sitio, menos de nosotros mismos, por eso la auténtica "necesidad necesaria" sólo está en nuestras manos. Y para que pueda surgir lo posible, decía Hermann Hesse, es preciso intentar una y otra vez lo imposible.