Estamos viviendo una transformación y cambio en todos los aspectos relacionados con nuestra vida y también en el ámbito del trabajo que junto al estilo de management y liderazgo no son una excepción. Existen una gran mayoría de profesionales que hoy ocupan un puesto de responsabilidad y tienen equipos a su cargo dentro de una organización que trabaja bajo los nuevos parámetros relacionales y de comunicación que la nueva sociedad demanda. Sin embargo, como en todo proceso, aún queda mucho por hacer.
Los hábitos y los viejos patrones y conductas no son simples de erradicar. Y más, en ámbitos donde el éxito ha acompañado durante años, donde las culturas están tan arraigadas que parecen a simple vista impenetrables. Incluso, donde los que toman las verdaderas decisiones están “más allá del bien y del mal” aunque el tsunami del cambio golpee sus puertas.

¿Y qué aspectos pueden hacernos sentir incómodos y desencantados? Por ejemplo, la falta de valoración, el sentirse marginado del “grupo de los elegidos”, no compartir la manera de vivir los valores de la empresa o el cómo los vive el propio jefe. Que haya una cierta incompatibilidad entre ambos por desconocimiento, la falta de escucha sincera y que el manager sienta una permanente amenaza personal por la evolución y el desarrollo de su colaborador.
El miedo, producto de la inseguridad camuflada en distintos tipos de personalidades, es una de las características comunes en este tipo de perfiles de mando. Como comentaríamos coloquialmente en privado: están más a la expectativa de ser “puenteados” en las decisiones, o de si alguien quiere “robarles su puesto” (en argentino diríamos: “serrucharles el piso”) que de ser verdaderos líderes, referentes, coherentes e inspiracionales.

Como empresa no podemos permitirnos que la falta de sincronía entre un manager tóxico y su colaborador provoque un cortocircuito y una pérdida de capital humano. Esta es una lección que debemos aprender todos los que intentamos plasmar excelentes e imparciales programas de Evaluación de Desempeño, bien para Headhunters, Recruiter, o Selectores de Personal porque “no todo siempre es lo que parece” en el final de una experiencia profesional.

Aceptar este tipo de situaciones, escuchar solamente una de las partes, hacernos partícipes del murmullo y percepciones ajenas, no tener una clara posición al respecto más allá de lo que opinen los demás, no colaborar desde nuestro lugar para intentar solucionarlo, hacer oídos sordos ya que “esto no va conmigo”, hacen que de alguna manera seamos corresponsables como miembro de una institución de lo que en ella se está viviendo.

Hay muchas maneras de afectar la productividad, el compromiso de un equipo de trabajo y la reputación de las empresas. Pero tener entre nuestras filas los frenos que impidan el verdadero desarrollo de la innovación, de la competitividad y de la cultura, es un verdadero problema. Y aún más, cuando son unos convencidos que el deseo de evolucionar de una persona es simplemente un “afán desmedido de poder o ambición”.

Si algún día sentimos como el freno inseguro entorpece nuestro andar, recordemos que no hay fracasos, sólo hay resultados. Y nuestro mejor resultado es el aprendizaje de haberlo vivido, por más doloroso y solitario que haya sido el camino. Mirar desde el fondo ayuda a dimensionar el camino hacia la salida y también a prevenir futuras caídas. Como decía Jack Welch: “Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y ser mejores, eres un líder”.
DIEGO LARREA BUCCHI
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