El deseo por cambiar es
sólo el comienzo. Cambiar es arriesgar, es tomar decisiones, es crecer, es
evolucionar, en definitiva...es vivir.
Cuando miramos hacia
atrás, observando fotos, vídeos o simplemente navegando con el pensamiento,
reflexionamos sobre todo lo que hemos vivido y cuánto hemos cambiado. Pero en
el fondo, después de ordenar esas fotos, vídeos e ideas en su lugar, nos damos
cuenta que en realidad el tiempo ha pasado pero nosotros, por alguna extraña
razón, nos sentimos igual. Y no hablo de inmadurez ni de Peter Pan. Sentimos el
peso de los años, por supuesto, pero hay algo dentro de nosotros que nos
transporta a ese niño/a que trepaba a los árboles, a ese adolescente que con
su mochila y sus amigos cruzaba las montañas, a ese beso, a esa charla con el
abuelo, al primer fracaso, a aquel temblor en el cuerpo de felicidad, a aquella
despedida o a ese ansiado reencuentro. Y en ese reencuentro creemos haber
aprendido la forma de vivir la vida, hasta que la vida cambia una vez más.
Porque todo ello forma
parte de nosotros, de nuestra historia, cultura, y nos hace ser en definitiva
quienes somos en un constante movimiento. Pero más allá del tiempo y del
recuerdo, la evolución no se detiene y las cosas no cambian porque sí. A pesar
de ese fuerte y entrañable puente con nuestro pasado, hay un “momento exacto”
en el que por necesidad, preparación, astucia, negligencia o casualidad el
cambio se presenta ante nosotros. Nos mira a la cara, nos desafía, no pregunta
y se cuela en nuestra realidad. Y según como nos encuentre, así reaccionaremos.
Lo mismo sucede con las
empresas, cada una con sus puentes hacia sus recuerdos, historia, cultura y
experiencias. Y también tienen ese “momento exacto” en el que por una buena
planificación, o falta de previsión, astucia, errores o azar, se enfrentan a
cambios, y según como las encuentre, así sobrevivirán, crecerán o
desaparecerán.
Las compañías están
abocadas a demostrar un beneficio constantemente a corto plazo y ello muchas
veces limita la habilidad para transformar o innovar. La ecuación evidentemente
no es fácil para los que tienen que tomar decisiones y crear espacios de mejora,
haciendo que las cosas que funcionaban sigan funcionando cada vez mejor y que
las cosas que no funcionan, comiencen a funcionar. Pero con tener voluntad de
cambio, empapelar nuestras paredes o llenar nuestras redes sociales con bonitas
palabras vanguardistas no sirve para asegurar el progreso y la diferenciación.
El cliente siempre está un paso por delante, y solamente su paladar determinará
si realmente estamos o no a la altura. Por lo tanto, transformar a tiempo
nuestra cultura, redefinir la forma de hacer las cosas sin perder nuestra
identidad y valores pero con la audacia necesaria, es la clave para dar el
primer gran paso y no esperar a hacerlo cuando “sufrir” sea más difícil que
cambiar.
Las empresas están
llenas de ideas. Los seres humanos tenemos un gran abanico de ingenio,
inventiva e imaginación para hacer las cosas de manera diferente y
replantearnos las cosas. Y son muchas las personas capaces de trabajar hacia la
excelencia poniendo un esfuerzo adicional para lograr un resultado colectivo exitoso.
Sólo hay una condición: contar con el apoyo de un buen manager facilitador cuya
principal misión sea que las cosas sucedan. Capaz de darles el margen de
maniobra suficiente y la confianza para permitirles tomar sus propias
decisiones y probar nuevas soluciones o nuevas ideas. En definitiva, un estilo
de liderazgo acorde a los nuevos desafíos y no un espejo del pasado que repita
por temor viejos paradigmas. Y que esté firmemente convencido que reforzando y
promoviendo la innovación, el talento y la colaboración asegura la consecución
de una estrategia de transformación ganadora.
Decía Heráclito que no
hay nada permanente, excepto el cambio. Por ello, que ese instante en el que
observando fotos, vídeos o simplemente navegando con el pensamiento nos transporta
hasta nuestros momentos más importantes, nos haga entender que “ahora es el
momento exacto”, porque nunca hay un momento oportuno.
DIEGO LARREA BUCCHI
Twitter: @larreadiego
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