Estamos inmersos en la gran paradoja del siglo XXI: “a mayor descubrimiento y avance en la tecnología social menor es la calidad de nuestra comunicación”. Las nuevas herramientas de relación están transformando la forma de conocernos, trabajar y convivir los unos con los otros. Y con esta gran responsabilidad a cuestas, los sistemas digitales dan un golpe de autoridad en la mesa retándonos día a día a saber quién lleva las riendas de este vertiginoso proceso evolutivo que nos toca vivir.
Inmersos en este nuevo y apasionante mundo que nos plantean, hemos comenzado a correr una carrera alrededor de nosotros mismos, sintiendo que no llegamos nunca donde necesitamos llegar, que jamás terminamos lo que debemos hacer. Todo está a nuestro alcance pero no lo alcanzamos. “Estoy estresado” o “no tengo tiempo”, son las dos frases que dominan las conversaciones instantáneas. Entonces, hay algo que no cuadra en la ecuación del crecimiento en esta transformación sociocultural y digital en la que estamos inmersos. Y en ese correr circular alocado, bajamos nuestra cabeza para intentar no tropezar, sabiendo que en nuestra órbita suceden cosas, situaciones y por sobre todo personas que esperan y necesitan de nosotros, de nuestra atención y tiempo.
Hemos incorporado un órgano más a nuestro cuerpo en esta etapa de desarrollo, y es la conectividad. Da igual el formato, es parte de nosotros y sin ella no podemos vivir. Nos ayuda, nos enseña, nos simplifica, nos abre caminos, y nosotros le correspondemos con dependencia y aislamiento. Utilizamos nuestros teléfonos unas cinco horas al día por término medio. En ese tiempo –más o menos un tercio de todo el que pasamos despiertos–, los consultamos unas 85 veces. ¿Para qué? La mayoría de las veces que lo hacemos ni siquiera somos muy conscientes de ello. El “tic del siglo XXI”.
La comunicación inmediata trastabilla en el precipicio de la ignorancia y es tan importante asumir ahora mismo el liderazgo de esta transformación, porque entre todos estamos estableciendo los nuevos hábitos del futuro, de nuestro hijos y nietos. Ya la hemos conocido, convive a nuestro lado, estamos felices de su aparición en nuestra vida, pero ahora establezcamos nosotros las pautas. La buena comunicación es la competencia esencial de todo buen conocimiento y relación.
la rutina de vivir; el engaño o la mentira; el tipo de lenguaje; el miedo; la crítica destructiva;
el no querer escuchar las opiniones ajenas; el convencimiento que sólo existe una realidad (la nuestra, por supuesto); el modo de comunicarnos; la expresión corporal utilizada; el no empatizar; y por supuesto, la prisa o la impaciencia.
La comunicación es experiencia, es oportunidad, es unión, es fusión, es aprendizaje, es conocimiento y es el verdadero alimento que nos une y nos identifica y dignifica. No digamos “Hola y Adiós” tan rápidamente, porque hay instantes que no regresan y pequeños grandes momentos que nos pueden cambiar la vida.
Felices Fiestas a todos mis queridos amigos y lectores, y nos reencontramos en el 2018 con toda la ilusión y pasión por continuar construyendo una sociedad más próxima, más colaborativa, más humana.
Linkedin: es.linkedin.com/in/diegolarrea/
Canal Youtube: https://www.youtube.com/diegolarreabucchi
Instagram: https://www.instagram.com/diegolarreabucchi/
Canal Youtube: https://www.youtube.com/diegolarreabucchi
Instagram: https://www.instagram.com/diegolarreabucchi/