No hay nada más importante en la vida que agradecer a tiempo. Vivimos en una constante rueda vertiginosa de responsabilidades que nos contagia una extraña sensación de estar perdiéndonos momentos únicos e irrepetibles. Pero seguimos, pensando que en algún momento nos bajaremos, respiraremos profundo y recuperaremos el tiempo perdido.
Pareciera que todo tiene una lógica prioridad, que todo tiene un razonamiento mucho más contundente que el detenernos un segundo, porque mañana hay que demostrar resultados, y “no tengo tiempo”. En cierta forma, estamos auto-convencidos que somos una especie de Superman o Superwoman capaz de dominar el tiempo y las expectativas propias y ajenas. Pero en realidad, en esa adrenalínica misión que nos desborda, hay gente que nos está esperando, que nos mira de cerca o de lejos poniéndonos carteles visibles o invisibles para llamar nuestra atención. El problema está cuando desgraciadamente nos estrellamos contra el muro que parecía carretera y no llegamos a tiempo para solucionarlo. Es allí donde nuestros superpoderes caen al suelo, y aquel minuto postergado se transforma en un vacío.
Demostrar gratitud hacia aquellas personas que nos importan, que comparten nuestro día a día, nuestros proyectos o nuestros trabajos, es un valor que marca la diferencia. Salir de nuestras propia burbuja y entender que formamos parte de una biosfera relacional que nos ayuda a construir nuestra vida y nuestros logros, es la clave para un auténtico y maduro crecimiento personal, profesional, e incluso comercial.
Levantemos la cabeza, pensemos un instante: ¿has llegado a tiempo a decírselo?, ¿de qué te sirve dormir con “tus razones” si hay algo que puedes hacer para solucionarlo?, ¿es tan importante que no pueda esperar unos minutos?, ¿cuál fue la última vez que has invitado a comer a tu equipo para decirles lo importante que eran para ti y para la empresa?, ¿si te gusta que te hagan sentir importante, por qué no intentas tú lo mismo?, ¿la rutina te ha hecho creer que las cosas suceden por una cuestión mágica o hay alguien en la sombra?, ¿por qué no te acercas y le preguntas simplemente cómo está?, ¿te has puesto detrás para que los aplausos sean para el otro?, ¿has hecho esa llamada, esa visita, ese mensaje? Tu madre, tu padre, tu pareja, tus hijos, amigos, vecino, compañero de trabajo, jefe, integrante de tu equipo o cliente, todos y cada uno de ellos pueden formularte en silencio estas preguntas de alguna manera y quizás, no te estás dando cuenta.
Tengamos en cuenta que existe una gran diferencia entre dar las gracias y mostrar nuestro agradecimiento. La gratitud puede definirse como un sentimiento de aprecio y valoración por las acciones que otros hacen a favor nuestro. Implica una suerte de deuda moral con quien nos hace bien y ayuda. Deuda que no significa hacer un cálculo para redimirla, si no elevar la estima y estar abiertos a la posibilidad de corresponder por el beneficio recibido.
Somos lo que somos gracias a los demás. Independientemente del esfuerzo, de las tomas de decisiones, de las oportunidades descartadas o aprovechadas, siempre hubo, hay y habrá esa persona que ha hecho más fácil o más sencillo uno de nuestros pasos más determinantes en nuestro crecimiento personal y profesional.
Dicen las estadísticas que cada día damos las gracias más de veinte veces. Muchas veces lo hacemos de forma automática, sin casi darnos cuenta. La pregunta es: ¿cuántas de estas veces somos capaces de mostrar de verdad gratitud?
La gratitud es una virtud, y una virtud es una disposición, algo que se realiza con el objetivo de construir relaciones más plenas. A diferencia de otros sentimientos, el de la gratitud no aparece simplemente como un impulso simplemente. La gratitud exige que haya un sistema de valores éticos, donde estén resueltos los conceptos de dar y recibir, además de una renuncia a la visión egocéntrica de la vida.
Cuando bebas agua, recuerda la fuente, dice un proverbio chino. No perdamos ni un instante más y ganemos días, meses y años de nuestras vidas siendo agradecidos. La gratitud es un pilar de la humildad, y la humildad es el secreto de la sabiduría y el poder del verdadero conocimiento. Levantemos la cabeza, pensemos un instante, alguien nos está esperando. ¡Marquemos la diferencia!
DIEGO LARREA BUCCHI
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