El fluir de la influencia

Convivimos con la influencia desde nuestro primer instante de vida hasta hoy. Desde los primeros besos y caricias de nuestros padres hasta la gran cantidad de impactos emocionales que recibimos diariamente por distintas vías. La influencia no es sólo un término que hemos descubierto milagrosamente estos últimos años de la mano de los llamados “Influencers”. Sino que podemos decir que es la habilidad de provocar un efecto, una consecuencia o un cambio que altera para bien o mal a personas, grupos, empresas, etc.

Las personas que logran positivamente llegar a generarnos esa sensación de movilización interna tienen un extraordinario talento emocional que los motiva a actuar así.  Todos y cada uno de nosotros tenemos esa capacidad de hacerlo. Y cuando les preguntas “¿por qué lo has hecho?” ellos te responden: “porque estoy seguro que tú harías lo mismo por mí”. Éste es el mejor ejemplo de confianza y colaboración que podemos ver representado ante nuestros ojos.

Muchas veces la dificultad para comprender y darle el valor que se merecen los conceptos de confianza y colaboración es que son emociones, no instrucciones. No puedo decirle a alguien que confíe en mí sólo por el hecho de que se lo estoy pidiendo. No puedo decirles a dos personas o a un equipo que colaboren y creer que simplemente lo harán. No es así como funciona. No es un decálogo, no es un plan de trabajo, ni es un esquema de objetivos a cumplir. Son sentimientos.

Desde la época del Homo Sapiens hemos evolucionado a través de los siglos intentando huir de los peligros que diariamente nos azotaban y que pretendían reducir nuestra expectativa de vida. Esto nos llevó a transformarnos en “animales sociales”, conviviendo y trabajando juntos en pos de objetivos comunes. De esa convivencia y ese trabajo común surge el “círculo de la seguridad”, un espacio o un lugar sensorial que provoca un efecto, una consecuencia y un cambio en nosotros, en definitiva una influencia que nos brinda cobijo, fortaleza, decisión y certidumbre.

Al sentirnos seguros, la reacción natural es confianza y colaboración. Puedo “cerrar los ojos” y tener el convencimiento que alguien de ese círculo velará por mí. Si no confiamos en el otro, si el grado de influencia se traslada al vértice negativo, significa que no hay “garantías ante el peligro”.

Hoy el mundo tiene una “invasión” de influencias que, al igual que en la antigüedad, nos hacen dudar. Porque sentimos que intentan frustrar algún aspecto de nuestra vida o reducir nuestras oportunidades de éxitos. La competencia, la economía, los mercados, las carreras profesionales, los salarios, las hipotecas o el futuro de nuestros hijos. Y desde otro rincón la falta de generosidad, de valores, de escucha y de humildad nos tratan de sacar de la carrera y nos ponen literalmente contra las cuerdas. Influencias que trabajan diariamente para intentar frenar nuestro crecimiento, que nos hacen abrazar al miedo, al estrés, al descontento y a la frustración, sin poder tomar el control de la situación.

Pero es en la confianza y colaboración con esas personas que logran positivamente nuestra movilización interna donde renace la buena influencia. Donde volvemos a sentirnos protegidos por el “círculo de la seguridad”. Y no es una debilidad sino el reconocimiento de la complementariedad, “porque estoy seguro que tú harías lo mismo por mí”. Y en ese fluir de influencias es donde podemos sentirnos más plenos, más nosotros mismos y llenos de fortaleza, decisión y certidumbre.

Porque como decía Oscar Wilde, “influir sobre una persona es transmitirle nuestra propia alma”. Y no hay nada más maravilloso que compartir nuestros proyectos con personas apasionadas, cuyos verdaderos sentimientos influyan en nuestro aprendizaje, crecimiento y felicidad para ser cada día mejor persona y mejor profesional.




Viva el fracaso - Vídeo 14 - Canal Youtube RH&CC

Son mis decisiones no mis circunstancias las que me llevan a un camino o a otro. Y es, en la buena reflexión de mis tomas de decisiones, donde puedo reconvertir un error en un acierto. Lo importante es aceptarlo, comprenderlo y aprovechar la oportunidad de la experiencia para mejorar, sin evadir nuestra responsabilidad.

Porque el verdadero éxito está en asumir el fracaso como punto de partida. Y todos debiéramos entender que los errores son la ventana a la innovación, al cambio y al aprendizaje. Y digo todos porque estamos en un ciclo donde queremos innovar, nos gusta hablar de innovación, pero seguimos gestionando el futuro inmediato con visión del pasado. No nos hagamos trampas al Solitario. No hay innovación sin error, sin preparación, sin aprendizaje y sin cambios de patrones mentales y culturales.

El error que lleva detrás consigo un esfuerzo, un trabajo, una dedicación no debe medirse de la misma manera que el error displicente y abúlico. Allí tanto madres, padres, managers o directivos debemos identificar, reaccionar a tiempo y acompañar para crear el marco adecuado según cada circunstancia.

Tenemos que ser capaces de crear el ambiente pertinente tanto para la experimentación como para la gestión de la frustración. La humildad es uno de los valores más importante a contagiar en tiempos de transformaciones y cambios. Porque no aprender nada del fracaso, eso sí que es fracasar.

Te invito a ver mi nuevo vídeo de Recursos Humanos & Cultura Colaborativa: VIVA EL FRACASOMuchas gracias a la Universidad de Alcalá de Henares.




DIEGO LARREA BUCCHI 
Twitter: @larreadiego 

Recalculando: El GPS del Cambio

La emoción y la creatividad serán dos pilares fundamentales en la transformación de esta nueva Era.

Todos, desde el lugar que nos toca, estamos embelesados y de alguna manera sorprendidos con el cambio que hemos experimentado en nuestra vida privada o profesional en pocos años. Jugamos y nos reímos de las cosas que hacíamos y cómo la hacíamos tiempo atrás como si se tratasen de siglos. Incluso contarles a nuestros hijos la manera de resolver algunas situaciones nos hacen sentir algo extraños.

Porque la evolución no se detiene y a pasos de gigante se presenta frente a nuestro café por la mañana sin preguntarnos nuestro nombre pero pidiéndonos nuestros credenciales. Todo continúa y la transformación nos regala excelentes soluciones que hasta ayer eran imposibles o un inconveniente. A cada instante vamos descubriendo y aprendiendo verdaderos atajos a las necesidades que se nos presentan diariamente.  A pesar de las grandes desigualdades sociales que hacen lamentablemente injusto este pensamiento, vamos perfeccionando nuestra actividad profesional, social, organizativa e incluso familiar. Y en esa optimización van cayendo a un lado del camino nuestros antiguos esquemas, formas y pensamientos.

Tanto es así que en el pasado la vida estaba diseñada específicamente para cada persona y ésta debía seguir los patrones establecidos para tomar decisiones en su vida. Hoy, las personas intentan romper los modelos y las estructuras y cada uno es el creador de su propio molde para determinar sus decisiones y forma de vida.


Pero ¿dónde podemos descubrir que aún continuamos con los mismos patrones culturales que nos enseñó la experiencia anterior? Por ejemplo, varios estudios de grandes universidades internacionales apuntan a que las áreas técnicas de nuestras profesiones o servicios serán de alguna manera reemplazadas o bien sistematizadas. Ya existen medios eficientes y productivos para comunicarse sin barreras en varios idiomas. Existen programas cada día más asequibles y amigables en su uso para optimizar las labores administrativas y organizativas. Y, sin embargo, seguimos buscando las funcionalidades por sobre las competencias o la tareas por sobre el talento creativo o la visión estratégica.


Nuestra sociedad pide a gritos gente que emocione por encima de los ruidosos propagandistas de lo inmediato. Gente que contagie su pasión por su oficio, por su capacidad de análisis, por su credibilidad, su idoneidad para distinguir entre lo importante, urgente y prescindible. Y por sobre todo que tenga el talento de comprender que no hay títulos, ni jerarquías ni riquezas que estén por encima de la capacidad de descubrir lo aparentemente invisible y actuar conscientemente invisible.


Es por ello que si seguimos haciendo lo que estábamos haciendo hasta ahora, conseguiremos lo mismo que ayer pero en un escenario totalmente diferente, con necesidades diferentes, herramientas diferentes y por ende más cerca del error que del acierto.


Nadie sube a hacer snowboard con indumentaria de running o nadie emprende una misión espacial con bañador y chanclas. Cada misión nos pide que llevemos lo más adecuado para obtener el mejor resultado. Si continuamos girando en la rueda del hámster probablemente caigamos agotados por cansancio y frustración.


Esta transformación es una excelente oportunidad de innovación, no es una moda, no es un like, no es un mero compartir, no es apropiarse de discurso repetido porque todos hablan de lo mismo pero no sabemos por qué hablamos.  Es el cambio hacia la emoción y el talento creativo, hacia la visión 360º, alejando la fiebre paranoica de la digitalización y de la sectorización.
En la Era del Instante, la sensación de inmediatez magnífica la posibilidad de perderlo todo. Pero la carrera ha comenzado y tenemos todo por ganar dejándonos seducir por la capacidad de integración, trabajando en global, como verdaderas redes inteligentes y no como huérfanos aspirantes del éxito.


Hoy somos empresa, padres, clientes, hijos, amigos, todo al mismo tiempo. Todo es correlativo, todo tiene un factor común. Recalculemos, estamos a tiempo. Que esta Transformación reubique lo importante, urgente y prescindible. Y que el GPS del Cambio nos guíe para que juntos nos emocionemos del auténtico poder de la observación y de la empatía, porque en el conocimiento del otro encontraremos las verdaderas respuestas que tanto estábamos buscando.

DIEGO LARREA BUCCHI 
Twitter: @larreadiego 

El instante decisivo

En un segundo la Tierra recorre 29,8 kilómetros en su órbita alrededor del sol, nacen 4,3 personas y mueren 1,8, se cortan 11 árboles en el Amazonas, se realizan 54.000 búsquedas en Google, se escriben 7.000 tweets, se envían 2.383.625 de emails, Amazon vende por 2.361 dólares, uno de los ordenadores más potentes del mundo puede realizar 33.860 billones de cálculos, en Facebook se realizan 52.083 publicaciones y se envían 312.500 mensajes de Whatsapp.

En este mundo tan vertiginoso, la capacidad de entender y valorar el “instante decisivo” es una de las condiciones indispensables para gestionar de la mejor manera posible nuestra vida personal y profesional. Aquellos momentos que no esperan, que no piden permiso y que no cuestionan, sólo llegan y se marchan en un segundo. Que se transformen en pasado o en oportunidades dependen exclusivamente de nosotros.



Porque carecemos de toda influencia sobre ese pasado, del que no podemos cambiar nada. Cualquier “hubiera" o “debería haber hecho esto o aquello” cae al precipicio de nuestras intenciones. Solo hay dos actos que podamos plantear con respecto a nuestro pasado: aceptarlo y aprender. Y por otro lado, tampoco somos capaces de dominar nuestro futuro: independientemente de las buenas previsiones, planes, objetivos y promesas que hagamos.

Por lo tanto, el instante de esa llamada, de esa palabra, de ese silencio, de esa sonrisa, de esa espera, de esa pregunta o de esa respuesta, es la llave que cierra o abre caminos, posibilidades, proyectos y relaciones. Desde siempre los expertos en marketing nos aconsejan “estar en el lugar y en el momento indicado”. Pues bien, aquí es igual. Y no solamente es un “ser y estar”, sino es dar el paso, actuar, movernos, asumir riesgos, buscar la ocasión o coyuntura para que las cosas sucedan con la paciencia y la habilidad indicada. El «segundo que lo cambia todo» no pide permiso. No lo pidas tú para cambiar las cosas. 


El espíritu de la generosidad tiene mucho que decir dentro del “instante decisivo” porque todo aquello que yo haga por el otro y modifique su vida en un segundo provocará un efecto rebote. Si fuésemos capaces de introducir esta acción de colaboración en nuestra gestión del día a día con nuestras parejas, familiares, amigos, clientes, colaboradores o equipo, veríamos de manera muy concreta como los resultados dejan de ser un anhelo para convertirse en una profunda herramienta de cambios, productividad, valores y rendimiento.

Todo esto evidentemente no se aprende en una formación, ni con un programa ni aplicación, ni con una excelente charla motivadora. Esto se asimila en el día a día con la ejemplaridad, con la humildad, haciendo vivir y viviendo en primera persona los valores, la inteligencia emocional y  la escucha permanente. Porque el otro está más cerca de lo que imaginamos y las oportunidades se encuentran en la buena gestión de esos “instantes decisivos” que nos regala cada día.

Nada se ha gestado solamente con buenas intenciones, con frases que permanentemente chocan en nuestra cabeza hasta convencernos que mañana es mejor que hoy. Abramos las ventanas de nuestro propio éxito y dejemos que ventile y se marche lo que callamos, lo que no hacemos, lo que dejamos pasar y aquello que no vemos o que no queremos ver. 
Dejemos que entren los instantes de aire fresco, que peguen directamente en nuestra cara. Y con esa pasión renovada, miremos a nuestro entorno más inmediato y seamos capaces de contemplar los detalles, porque seguramente donde y cuando menos lo esperemos alguien o algo nos estará esperando con los brazos abiertos.

Descubramos nuestro propio “instante decisivo”, porque como decía el escritor de la antigua Roma, Publilio Siro: “la oportunidad se presenta tarde y se marcha pronto”. Y la vida, amigos míos, es un búmeran que regresa vacío si no hemos hecho nada, o lleno si en “ese segundo” hemos grabado nuestro nombre.


DIEGO LARREA BUCCHI 


La Generosidad como ruptura del Cambio - Vídeo 13 - Canal Youtube RH&CC

Hoy trabajamos el verdadero sentido de la transformación digital, cultural y humana que mejor encaja en nuestro modelo de Organización, pero no debemos perder de vista uno de los grandes soportes claves de este gran proceso: la generosidad.

Podemos diseñar el mejor plan de comunicación, la mejor base de colaboración, junto al sistema informático más ameno y productivo del mercado. Pero entre todos debemos lograr que la generosidad sea la principal herramienta a la hora de interactuar, demostrando que es uno de los valores fundamentales, tanto en nuestra vida profesional como en la personal.

Y estos valores son tan etéreos como los queramos utilizar y colgar, pero tan pragmáticos como decidamos ejercitarlos en primera persona.

La generosidad es un estilo de vida, es una forma de ser, de trabajar, de hacer comercio, de relacionarse, de interpretar los detalles básicos de lo realmente importante. La generosidad no mide, no espera, no especula, no tiene discursos, es pura acción y su impacto rebota.

Pero sobre todas las cosas, la generosidad es riqueza y esa riqueza está en lo colectivo. Y la inteligencia en la humildad para reconocerlo.

Te invito a ver mi nuevo vídeo de Recursos Humanos & Cultura Colaborativa: LA GENEROSIDAD COMO RUPTURA DEL CAMBIO - Muchas gracias a la Universidad de Alcalá de Henares.

Sonido Aula