¿Quién enciende la luz cuando estamos
llenos de oscuridad después de haberlo intentado todo? ¿Frases, libros, vídeos,
charlas, canciones, banalidades dichas
entre pasillos, consuelos bien intencionados? Probablemente estas pequeñas olas
nos cubran solo hasta las rodillas. ¿Y el resto qué? Conocemos los caminos y ya
todo lo hemos intentamos, pero los resultados nunca llegan, el gran cambio
nunca llega.
Pero hay algo maravilloso capaz de cambiar
nuestra escritura especular anímica, ligado a la supervivencia inconsciente
natural y es que dentro de esa habitación a oscuras en la que nos encontramos, existe
siempre ese pequeño haz de luz, probablemente fruto del deseo frustrado o del
éxito machacado, pero una pequeña luz al
fin. Porque esa idea, ese deseo, ese proyecto, ese cambio, está allí. Lo hemos
traído alguna vez y vive con nosotros. Fracasado, desengañado, cansado o
hundido, pero está. Y esta asociación entre el último respiro de la esperanza y
la perseverancia de la impertinente segunda oportunidad nos quita el respirador
artificial, nos levanta de la cama, nos abre
las ventanas y nos ayuda a dar los primeros nuevos pasos.
¿Y por qué lo hace? Tal vez sea como la
historia de la rosa que deseaba la compañía de las abejas, pero ninguna se le
acercaba. Y a pesar de todo, esa flor aún era capaz de soñar. Cuando se sentía
sola, imaginaba un jardín cubierto de abejas, y que todas venían a besarla. Y
conseguía resistir hasta el próximo día, cuando, una vez más, abría sus
pétalos. -¿No te sientes cansada?
–alguien le preguntó. –Sí, pero tengo que continuar luchando –respondió la
flor. -¿Por qué?. -Porque si no me abro, me marchito.
Y
ese “no marchitarse” es triunfar.
Y triunfar también es aprender a fracasar. El éxito en la vida también viene de
saber afrontar las inevitables faltas de éxito del vivir de cada día. Cada
frustración, cada descalabro, cada contrariedad, cada desilusión, lleva consigo
el germen de una infinidad de capacidades humanas desconocidas. Si somos
capaces de estirar el brazo y recoger ese único grano de paciencia, ilusión y
sobre todo actitud que nos queda, podremos hacer que esas dificultades de
alguna manera jueguen a nuestro favor. Y cuando tengamos ese pequeño grano en
la mano, será el momento comenzar de nuevo.
Cuando esa frustración nos invade sin
proponérselo nos invita a reflexionar, a preguntarnos por el sentido que tiene
todo lo que sucede a nuestro alrededor. Una sensación que todos experimentamos
alguna vez. Entrenamos no para el
momento inicial de la carrera o el deporte individual o colectivo que
practiquemos sino para el instante de mayor tensión, cansancio, incluso de
mayor bajón fisicoanímico. Por eso, hablar de estos temas y tener el
atrevimiento de mirarnos en nuestro interior es parte del entrenamiento, no son
gotas del mar de lágrimas.
Intentar afrontar estos temas desde las
edades más tempranas es el gran desafío. Las mayores herramientas que podemos
darle a nuestros hijos no tienen número de tarjeta bancaria, y alejarlos de la
neurosis perfeccionista no tiene precio. Siendo padres o managers tenemos la
enorme responsabilidad de construir los soportes, montar los escenarios, incluso a compartir las reglas del juego,pero
todo sería incompleto sino entrenamos junto a ellos las competencias básicas
para enfrentar con paciencia, ilusión y actitud aquellos momentos “cuando el
cambio nunca llega”.
Y para finalizar, una reflexión de Don
Quijote a Sancho: “y como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas
las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles. Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades".