El vínculo "afectivo" entre la empresa y los
clientes y las relaciones personales, tienen tanto en común que hasta las
mentiras, por acción u omisión, pueden ser producto de un gran divorcio
innegociable en los dos mundos. A veces, las mentiras se transforman en un cubo
de basura de fondo interminable donde somos incapaces de meter la mano
profundamente para saber bien aquellos motivos que llevaron a cometer semejante
despropósito, porque las "reglas" marcan que esa reflexión está viciada
de justificación. Y dentro de esas "reglas" nos movemos, y tiene toda
su lógica, pero nos estamos perdiendo de reflexionar
sobre mi exclusivo rol en esas circunstancias por más que haya sido yo el
perjudicado y grite muy fuerte: No te creo!
Casi la totalidad de
lo que hacemos está directamente relacionado con el otro, para bien o para
mal, nos guste más o nos guste menos, tengamos más o menos responsabilidad.
Puede que nuestro cliente nos haya engañado, hayamos perdido su fidelidad, o al
revés, nosotros lo hayamos engañado o defraudado y hayamos perdido su
fidelidad En una o en otra acera, lo
importante es atrevernos a cuestionarnos: ¿Qué hemos hecho nosotros para
perderlo o qué no hemos hecho? ¿Justificamos siempre sus reacciones o
decisiones con razonamientos donde solo él tiene la responsabilidad? ¿Hemos
sido lo suficientemente receptores a la hora de escucharlo? ¿Hemos detectado
sus necesidades a tiempo? ¿Anteponemos nuestras teorías o estrategias a su
verdadera esencia?
Igual que en el terreno personal, es muy entendible que la
angustia que nos ha provocado esa felonía, nos provoque desilusión, impotencia,
rabia, miedo, sensación de fracaso,
vacío, soledad, y acobarden a nuestra valentía por dar un paso más allá.
Siempre pensamos en la unilateralidad de las cosas, porque no siempre tenemos la capacidad de ver el papel que jugamos para el
otro desde nuestro impacto e influencia. Creemos, desde nuestra mejor
intención, que lo que damos o no damos es correcto y tiene una razón de ser, suponemos
o damos por sentado que lo que necesita el otro es lo que nosotros pensamos, y
muchas veces estamos muy lejos de que así sea. Porque del otro lado no siempre
se percibe igual, no siempre esperan lo que nosotros damos o no necesitan
justamente eso, y normalmente ese alejamiento o ese desapego al
"compromiso" adquirido se va diluyendo y debilitando muy lentamente,
haciéndose casi imperceptible, lamentablemente, muchas veces a nuestros ojos y
es el escenario ideal para cometer esa "deslealtad".
Y cuando nos atrevemos a correr ese tupido velo oscuro de
nuestro pequeño y hasta lógico orgullo por lo sucedido, podremos hacernos las
simples (pero grandes) preguntas que nos harán mejorar, tanto para
reconquistarlo o bien para "enamorar" en el futuro a otro: ¿Dónde
hemos fallado? ¿Qué no hemos sabido ver a tiempo? ¿Por qué no terminamos de
conocer al otro?, etc. Incluso, sabiendo que llevamos la razón, esta auto
reflexión de la que hablamos nos servirá sobre todo a nosotros mismos, y si
ello lleva en paralelo el recuperar la relación comercial o afectiva mejor, y
si no, estaremos altamente preparados para el futuro.
A menudo mantengo
largas conversaciones conmigo mismo, decía Oscar Wilde, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que
digo. Para gestionar espacios de
confianza duradera y autentica fidelidad la estrategia está en el otro, no en
mi. La rendición del ego es la victoria del yo.