Casi todas las historias de los cambios profundos son
historias de cambio durante una crisis.
El cambio profundo normalmente parte de un caos, de una ruptura con
nuestros anhelos, objetivos, sueños, proyectos, ambiciones, deseos, etc. Lo más
difícil de volver a emprender después de haber fracasado no es el hecho de
empezar de nuevo si no la gran cantidad de sentimientos que nos quedan dentro
después de habernos repuesto.
Evidentemente son nuestras decisiones las que determinan nuestras victorias o nuestros
fracasos, pero aunque no lo creamos, “el escuchar” es uno de los puntos de
mayor inflexión en el veredero camino hacia el “cambio” o una nueva oportunidad. La
verdadera escucha requiere de un esfuerzo superior al que se hace al hablar y
también del que se ejerce al escuchar sin interpretar lo que se oye.
Aprender a estar en silencio es tan importante como
descubrir si las palabras del otro las recibimos, o si ya estamos contestando
sin detenernos ni un segundo a procesar lo que nos dicen. La exigencia de la
inmediatez y los cambios acelerados que el mundo hoy experimenta, son uno de
los factores que inciden en personas enclaustradas en sus pensamientos y poco
tolerantes al del resto. Quizás la clave
para "saber escuchar" es estar dispuesto a conversar tan largo como
sea necesario, ¿cómo se hace? Aceptando la legitimidad de lo que el otro
quiere decir y no negarlo antes de oírlo, pensemos como pensemos.
Nunca podremos dar el
gran salto para comenzar algo nuevamente después de una frustración o
caída si no somos capaces de ver nuestro
interior antes que el justificar en lo externo. Aprendemos a levantarnos
cuando tenemos la humildad y la sabiduría de diferenciar entre oír y escuchar. Por
eso escuchar es un acto consciente, voluntario, que tiene como propósito
comprender al otro. En esencia, es un acto libre. Oír es un acto involuntario.
Oímos aunque no queramos, el sonido entra por nuestros oídos. Sin embargo, la
escucha no es jamás un acto caprichoso ni resignado. Es la respuesta a una
búsqueda. No escuchamos por casualidad. Escuchamos porque, previamente, hemos
deseado escuchar.
El verdadero
aprendizaje comienza cuando entendemos que nuestras decisiones, acciones y
omisiones están directamente relacionadas con el otro. El darlas por
entendidas, escuchadas o asumidas provoca el mayor de los derrumbes relacionales
de la comunicación, llevemos la razón o no. Tememos escuchar, porque tememos hurgar en nuestros propios errores
y no debemos olvidar nunca que somos aquellos
que hacemos para cambiar las cosas.
Para "volver a empezar" un viaje de miles de kilómetros se debe comenzar por un solo paso, decía Lao-Tsé.
¿Y si comenzamos por escucharnos?
DIEGO LARREA
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