Vivimos en un momento
histórico apasionante, donde la transformación no deja de sorprendernos y
provocarnos día a día, activando nuestras endorfinas del cambio. Hoy convive la
mayor diversidad que ha existido nunca en las compañías en cuanto a edades, roles
y formación. Y por otro lado, un porcentaje abrumador de nuestros oficios
cambiará radicalmente en los próximos años. Aunque aún estamos en la etapa de “esto
creo que a mi no me afectará”, hemos incorporado la palabra “creo” a la
frase que hace un año atrás no hacíamos. Algo en nosotros se ha activado. Es el
momento de comenzar a andar.

Si sumamos a esta
transformación social digital que cada uno de nuestros puestos de trabajo
cambiarán y que el centro de cada actividad o negocio se establecerá en la
colaboración ¿cuánto vale el talento? ¿qué pasará cuando entendamos que nuestro
conocimiento también forma parte del producto de la empresa? ¿cuánto vale la
voluntad del intercambio? ¿cómo trabajamos los mecanismos necesarios para la
concientización de los beneficios de este cambio?.

El talento será
probablemente el factor diferenciador que lleve a una empresa al éxito o al
fracaso. En un mundo donde el conocimiento estará cada vez más al alcance de
todos, el expertice será un beneficio
valorado, pero la fuerza de la colaboración un factor determinante. Es entonces
cuando el talento, como parte del negocio, deja de ser una teoría y se
convierte en una de las mayores determinantes de una cuenta de resultados.
Trabajar los hábitos,
los antiguos esquemas mentales y reciclarlos a las nuevas necesidades de la
sociedad puede ser un camino de flores o un desierto sofocante. No todos
estamos dispuestos a modificar las conductas, no todos estamos dispuestos a
reaprender, a resetear, a incorporar nuevos elementos que nos hagan salir de
nuestra zona de confort, no todos estamos dispuestos a compartir talento,
porque batallamos contra ese pequeño orgullo interno y muchas veces contra un
miedo que jamás reconoceremos. Pero incluso esto último es normal que suceda,
lo que no es normal, es que basemos nuestros procesos de cambio en programas,
sistemas o procesos, y no lo hagamos centrados en las personas. Teniendo en
cuenta que sólo utilizamos el 12% de la información que nos llega, convirtamos
el 88% restante en excelentes motivos para integrar la más amplia diversidad en
este proceso evolutivo.
Es un momento único para co-construir juntos un nuevo modelo de trabajo, de
relacionarnos, trasladando la experiencia del pasado con las oportunidades del
presente,
y hacer del talento
la mayor endorfina del cambio en esta transformación social digital.