Los "Halloween Líder" (¿Truco o trato?)

No necesitamos golpear la puerta de nuestros vecinos para jugar a “truco o trato”. Muchas veces en las puertas de nuestros trabajos encontramos verdaderos “monstruos” disfrazados de humanos que no saludan, que no preguntan, no miran, solo deambulan de un lado a otro como perteneciendo a una dimensión desconocida, ignoran todo lo que hay a su alrededor. Son “Los Halloween Líder”, pequeños grandes zombis que hacen que con su sola presencia uno se formule miles de interrogantes paralizantes alrededor de su misterio.

Figuras omnipresentes, que solo rompen el hechizo cuando se encuentran delante de su autoridad o de su círculo de amistad, y es allí cuando despiertan, se transforman, y cambian su semblante, transformando la blanca palidez en un rostro iluminado de felicidad invernal, se quitan las vendas y exhiben su mayor soltura, flexibilidad y “alegría”. Hasta que se alejan y vuelen a ponerse su disfraz para regresar deambulando delante de “los otros”.


“Los Halloween Líder” no solo tienen su mundo paralelo, sino que además generan un clima alrededor que huele a azufre… a miedo: “¡Temo que me despidan si digo lo que pienso!”, “¡Es arriesgado decirle la verdad al jefe!”,  “¡Aquí hay que fingir que apoyamos el cambio!”. Es lamentable que haya organizaciones desperdiciando la oportunidad de alcanzar el alto desempeño, debido a un ambiente que inhibe a sus miembros de expresar sus percepciones, emociones, sugerencias y criterios.

Podemos, no obstante, tener tres interpretaciones sobre el miedo:
  • En la primera, esta sensación es positiva pues estimula la superación, el máximo esfuerzo y el deseo de vencer barreras. Todos tenemos miedos y eso es sano ya que previene el desenfreno o nos aleja del fracaso.
  • En la segunda, argumentar miedo a decir las cosas podría ser una forma sutil de evadir responsabilidades y de producir más. Lejos de existir represalias, hay un comportamiento conformista o evasivo, que resulta propicio a quienes no apetecen enfrentar nuevos retos y por eso se escudan en un falso miedo, inventado por ellos mismos.
  • La tercera interpretación es la que deseamos destacar: el miedo es real, pues ser asertivos, decir lo que se piensa, es motivo de represalias. En este contexto sufren la creatividad, la proactividad, el sentido de pertenencia y el compromiso. El miedo separa a las personas, neutraliza la agilidad mental y constituye un terreno fértil para el fracaso, los errores y la desconcentración, porque el pensamiento defensivo inunda el ambiente de trabajo.
Cuando ese tipo de pensamiento reactivo se convierte en hábito, se duda incluso de las buenas intenciones y del cambio de actitud de los demás. Es más, hasta se podrían rechazar personas con buena voluntad por el miedo a lo desconocido. Según un viejo refrán: “el miedo conduce al enfado, el enfado a la ira y ésta al sufrimiento“. La alta tensión ante el temor reduce la tolerancia, el discernimiento y la empatía entre jefes y colaboradores.

Quienes sufren el miedo no trabajan fuerte por responsabilidad, sentido del deber o deseo de alcanzar los objetivos; lo hacen para evadir reprimendas, sobrevivir y mantener su empleo. Sin embargo, el miedo es la frontera a la pasión, la confianza y la productividad. ¿Quién es el responsable de abrir el portón para cruzar ese límite?

Algunos managers deben abandonar el miedo de constatar si inspiran seguridad, apertura a la conversación sincera y prudencia para decidir sobre lo que escuchan. Deben ser sensatos para rectificar conductas que atemorizan; la amenaza es una manifestación de incapacidad para convencer, persuadir y modelar comportamientos.

Como afirma Dadi Janki, “decir lo que está mal, si se hace con humildad, puede señalar el camino hacia lo que está bien“.

Desenmascaremos a “Los Halloween Líder”, hagamos un trato con ellos haciéndoles saber entre todos que preferimos las golosinas a los miedos, al silencio, a la indiferencia, a la marginación y al sectarismo… porque seguramente en el fondo ellos también tengan miedo, miedo a reconocer su verdadero rostro.

DIEGO LARREA
Twitter: 
@larreadiego

Disrupción digital evolutiva (La era de los valientes)

No es fácil ser un líder, ¿y quién dijo que lo sería? Como hemos compartido en varias oportunidades el verdadero “referente” es aquel que se arriesga, toma la iniciativa,  estudia el terreno pero no como un impedimento o un acto de cobardía sino para saber cómo sortearlo de la mejor manera, sabe adaptarse a los cambios  pero no lo consume como una fórmula marketiniana sino como una modo de ver nuevas alternativas y siempre con espíritu innovador a pesar de lo que puedan decir sus propios colegas o incluso su propio jefe. Difícil tarea, es cierto, pero cuando todo se realiza dentro del marco del respeto, la coherencia y dando una lección de profesionalidad nadie podrá reprocharnos absolutamente nada. Por lo tanto, excusas fuera, “el que quiera oír que oiga”, porque mañana ya será muy tarde.

Las empresas deberán modificar su manera de hacer negocios, y replantear sus fundamentos (misión, visión) y estar atentas a las necesidades y realidades de sus clientes y de sus trabajadores. Dejar de echar balones fuera y culpabilizar de todos los problemas a los demás, a las circunstancias, al modelo, etc., y asumir un rol de liderazgo en las tomas de decisiones propias de empresas del siglo XXI. “Mamá excusa” ya se ha ido a dormir, y la cena esta vez nos toca prepararla a nosotros.

Nos abocamos a una inminente transformación, a una “evolución revolucionaria”, donde la relación cliente-empresa es mucho más importante y las inquietudes y necesidades de los consumidores marcan los caminos a seguir. Por lo tanto, lo que importa es cómo se interactúa con los clientes, clientes que cada día están más conectados, más informados y cada vez tienen  más decisión, y que exigen cada vez más de las empresas y de las marcas. Y si respondemos con la misma receta de siempre, nadie nos garantizará que obtendremos los resultados que ya hemos obtenido, y probablemente sean peores. Tenemos modelos de rentabilidad ajustada y sin embargo damos soluciones tradicionales sin tener la valentía de dar el gran salto y romper con los viejos moldes. Nos gusta hablar moderno, actuar y parecerlo, pero a la hora de serlo hay mucho por recorrer.  Mirarnos al ombligo solo nos traerá problemas de cervicales. Levantar la cabeza y mirar con visión y estrategia, y sobre todo valentía para afrontar los cambios es la verdadera misión de un líder referente e inspirador.

Creo que todas las empresas, independientemente de donde estén ubicadas, se resisten a la idea de adaptarse. Muchos solo ven la introducción de nuevas herramientas y redes como los canales que necesitan para mantenerse relevantes, cuando en realidad, dichas herramientas representan algo más importante: la necesidad de adaptarse a una nueva era de consumo.

El desafío está en que hemos entrado a una época de “disrupción”, donde la tecnología, el comportamiento del consumidor y –más importante- la transmisión de información, han fragmentado los ecosistemas protegidos que han dictado las operaciones actuales.

Hoy, la Evolución Digital sitúa a todas las empresas en elementos variables de riesgo. La Evolución Digital no discrimina y amenaza a todas empresas. Entonces, ¿cómo la definimos? 

La Evolución Digital es el fenómeno donde la tecnología y sociedad se desarrollan más rápido que la habilidad de las empresas para adaptarse. Las empresas necesitan reconocer la oportunidad que proporciona la existencia de la “disrupción” y comprender hasta qué extremo afecta a la compañía.

Para sobrevivir a la Evolución Digital se requiere comprender lo que está sucediendo, pero también se requiere liderazgo y coraje. Requiere la habilidad de ver lo que otros no ven y hacer lo que los otros no hacen. Lo que comentábamos en los primeros párrafos con respecto al verdadero líder referente e inspirador. El futuro de los negocios, del compromiso o participación  del cliente y de una real colaboración del empleado se construye sobre la base de visión, confianza, coherencia, relaciones y el dar significado a las cosas. Sobre esta base se yergue la verdadera transformación.

Lo realmente importante que tenemos que entender es que no hay un solo tipo de consumidor, sino que hay múltiples tipos. Y también dentro de nuestra empresa tenemos múltiples tipos de generaciones para responder a esas demandas. Del lado externo tenemos el tradicional digital y el consumidor conectado. Las expectativas de este último no son para nada como las del consumidor digital antiguo. Y en nuestra propia compañía tenemos que ser capaces de conjugar el conocimiento o saber hacer de muchos años de experiencia con los nuevos canales digitales de respuesta cliente. Esa actualización debe ser nuestro objetivo. Y la pregunta que deberíamos contestarnos y ponernos manos a la obra para dar una respuesta es: cómo trabajamos esa brecha para que los procesos tecnológicos no decapiten las buenas intenciones de los cambios por no considerar el gap, distancia o diferencia excesiva que existe entre uno y otro.

Lo tradicional y la proximidad nunca van a morir, son términos que están en nuestro ADN, en nuestra cultura, en nuestra propia forma de pensar y de ser, el objetivo no es reemplazarlos, es no perder la capacidad e ilusión de ser “pioneros” y darle a la innovación el lugar que se merece,  ser rupturistas, saber que hoy las nuevas tecnologías y las redes sociales pueden poner al mismo nivel de imagen de marca a la empresa más top del mercado y a mis cuñados Diego y Luis si se lo proponen.

Y si no sabemos...aprendemos, y si nos da miedo…nos rodeamos de quienes más saben, pero nada de estas últimas dos cosas descalificarán a un buen líder, no, al contrario, lo engrandecen porque todos sabremos que ha sido capaz de entender antes que nadie la estrategia del cambio.

Los valientes no solo están en nuestras pelis preferidas, en algún momento de nuestras carreras profesionales tenemos que vestirnos de uno de ellos y asumir que es nuestro momento, estando convencidos y preparados para dar batalla en esta gran aventura de la “disrupción digital evolutiva”. ¡Darwin está vivo!


DIEGO LARREA
Twitter: 
@larreadiego

¿No me escuchas? (De las hipoacusias relacionales y la comunicación)

Nos encontramos frente a frente con alguien que sabemos que no nos está escuchando, pero mueve su cabeza asintiendo y mostrando interés. Sabemos perfectamente que está pensando en cualquier cosa menos en lo que le estamos diciendo. Y así podríamos escribir miles de situaciones que nos han sucedido sobre desencuentros comunicacionales como miradas en el horizonte mientras hablamos, miradas a teléfonos u ordenadores,  o simplemente ignorancia absoluta hacia nuestra presencia o comentario. Independientemente de la jerarquía, el rol que ocupemos o la relación que tengamos, este tipo de desplantes pueden ser motivos suficientes para dar comienzo a una grieta letal, que por más pegamento que pongamos, de cerca se notará. Allí, tal vez, descubramos que la habilidad de “saber escuchar” es más difícil de encontrar y desarrollar que la de ser “buen comunicador”, pero proporciona más autoridad e influencia que esta última.

Realmente, pasamos más tiempo escuchando que hablando. Del tiempo total que dedicamos a la comunicación, el 22% se emplea en leer y escribir, el 23% en hablar, y el 55% en escuchar. Esto no quiere decir, que estemos más dispuestos a escuchar que hablar, sino que estamos más expuestos a estar recibiendo información que a transmitirla.


Otros estudios destacan que sólo el 7 % de la comunicación es verbal, porque las emociones se expresan en formas, tonos de voz, expresiones y ademanes que hay que saber escuchar. Por eso hay que observar más lo que se hace que lo que se dice. Y es que a pesar de que se puede hablar sin saber que decir, el saber escuchar es importante para tener una buena comunicación y conexión con las personas.

Todas estas consideraciones y conclusiones pueden servirnos sin duda tanto para nuestras vidas con nuestros hijos, parejas o amigos como en el trabajo. Y también para entender la verdadera importancia y el potencial de la "escucha activa" en los medios y redes sociales. Canales donde fluye la información a través de múltiples conversaciones en las cuales podemos participar, pero sobre todo, de las que podemos aprender y extraer valiosa información donde el lenguaje, las formas y el tiempo también son claves y pueden causar un buen o mal efecto. Aun estamos en procesos de aprendizaje en este sentido, si hasta enviamos 8 líneas de mensajes Whatssap cuando podríamos hacerlo en una, provocando la alteración del receptor  cuando escucha sonar 8 veces seguidas su móvil (celular).

En esta reflexión no quiero dejar pasar por alto a los “monologuistas hipoacúsicos”, aquellos que les gusta escucharse solo a ellos, donde su sabiduría y sus historias son lo importante, pero lo menos importante es quien está delante de ellos. Necesitan un espejo humano, sentir que tienen un escenario para actuar y hacer su monólogo, pero poco importan ni los aplausos, ni los comentarios. También hay un grupo de “ignorantes hipoacúsicos” a los que solo les dedicaremos un renglón por razones obvias, y son aquellos que jerarquizan la información que escuchan o que emiten según el rol o categoría del otro. Como las enfermedades, el saber detectarlos a tiempo es lo importante.

Muchas veces somos nosotros mismos los que, como decía mi padre, nos ponemos anteojeras como los caballos para no ver de lado, sino de frente, en otras palabras, ignorando lo que hay a nuestro alrededor. Y cuando los pasos nos dominan y nosotros no dominamos nuestros pasos probablemente nos tropecemos, y nos caigamos al suelo. Vivimos en nuestra aceleración contante y no podemos dominar ni nuestras palabras, nuestros espacios, tiempos, pausas, silencios, etc.

Tenemos tanta cantidad de información dentro de nuestro cerebro que ya somos como especie de autómatas arriba de un autobús o de un coche y cuando caemos un segundo en la realidad no podemos explicarnos cómo hemos transcurrido ese espacio de tiempo anterior, tenemos la sensación de haber estado aislados durante un periodo corte de tiempo y nos preguntamos “cómo he llegado hasta aquí”. Es nuestra “sordera temporal”. Probablemente en ese espacio de tiempo hayamos saludado o mirado a alguien, pero en realidad ni lo hemos saludado ni mirado conscientemente. La vulnerabilidad de nuestro yo interior tiene una gran repercusión dentro de nuestro mundo exterior y nuestras relaciones.

No somos consientes, y no le damos la importancia que tiene porque no lo vemos, o más bien no nos escuchamos o nos escuchamos demasiado según el caso, y no somos capaces de distinguir la repercusión que tiene en nuestro entorno este tipo de actitudes. Hasta nuestro propio liderazgo como profesionales nos pide a gritos un cuidado especial con la buena escucha y los roles en nuestra comunicación. Tanto nuestro círculo laboral como el personal pueden verse afectados seriamente ante la ignorancia de estas “hipoacusias relacionales

Perdemos amigos, parejas, compañeros de trabajo pero también perdemos clientes. Por que las empresas pueden también sufrir de “sordera temporal”. Esto es algo incuestionable y a tener en cuenta para cualquier tipo de estrategia de comunicación que deseemos desarrollar a través de los medios y redes sociales. Las empresas y marcas que buscan aumentar su visibilidad, interactuar y establecer nuevos vínculos con sus seguidores, usuarios y potenciales clientes deben adoptar una postura de escucha activa, con empatía, actitud, humildad, y actuar de forma planificada y coherente.

A todos nos gusta ser escuchados, pero si deseamos gustar a los demás comencemos por escuchar. Aprender a escuchar a las demás personas hará que nos perciban como persona o entidad en la que confiar y con la que poder establecer relaciones más emocionales y sinceras.

Los consumidores y usuarios en las redes sociales, tienen muchas cosas que decir de las marcas o de los productos que consumen. Unos necesitan de un acercamiento para conocer sus percepciones, pero otros muchos lo hacen de forma abierta. Expresan sus problemas, opiniones, experiencias y percepciones generando información capaz de influir en otros usuarios y consumidores.

Los que saben escuchar con atención, aprenden de forma indirecta y también aprenden a conocerse mucho mejor interiormente.

La próxima vez que te comuniques con alguien, te cuente sus problemas o exprese sus opiniones sobre algún tema, o sobre ti, tu empresa o marca, no lo ignores, ni le restes importancia, no apliques la “sordera temporal”, el talento de la escucha es un intangible valioso para todos y descubriremos las increíbles riquezas que reporta este acto en nuestras vidas, y seguro que nos sorprenderemos. ¿Me escuchas?. 



Nota: Vaya este post de hoy en homenaje a todas aquellas personas que sufren de alguna alteración auditiva, a todas sus familias y aquellos especialistas que los acompañan porque nos demuestran día a día que "el escuchar" tiene un mayor significado y valor que la unión de las propias palabras y el oído.


DIEGO LARREA
Twitter: 
@larreadiego

Cuidado! Se cae nuestro muro (De estructuras y de cambios)

Llega un momento en nuestra vida donde intentamos sujetarnos bien fuerte de aquellas estructuras que nosotros mismos hemos construido, nuestros propios muros, estructuras basadas en nuestra experiencia, en nuestros anhelos, nuestros miedos, nuestra formación, nuestros éxitos y fracasos, nuestras incertidumbres, nuestra genética y nuestra propia historia. Estructuras que nos fuimos convenciendo diariamente, que son infranqueables, que no hay nada ni nadie que pueda destruirlas.  Pero un día llega esa noticia, llega esa sorpresa, ese replanteo o básicamente ese golpe en medio de la cara que nos tumba hacia atrás sin entender absolutamente nada, creyendo que todo pertenece a un sueño, que eso no está sucediendo, y la máquina de la estructura comienza a desvanecerse delante nuestra con cara burlesca y nos abandona sentados en el suelo sin saber nosotros como reaccionar mirando como el muro cayó.

Estas mismas estructuras que comentamos no solo pertenecen al ámbito personal sino que dentro de las mismas organizaciones podemos vivir de primera mano ese tipo de muros sostenidos en años de trabajo, experiencia, management, incluso valores y estilos de gestión. Suelen ser muros altísimos, donde cada integrante ha sumado su ladrillo, y fue construyendo consciente o inconscientemente un “fuerte sin puertas”. Cuando nos encerramos descubrimos cosas maravillosas sobre nuestras posibilidades y gestionamos en base a nuestras fortalezas pero muy rara vez lo hacemos trabajando nuestras debilidades, porque el muro nos protege, nos “cuida”, nos da seguridad, nos equilibra y nos tranquiliza, pero si no sabemos gestionarlo nos aletarga con su incienso hasta quedarnos dormidos e inmóviles.

Y como en nuestra propia vida, un día puede llega el tsunami, inesperado y arrebatador, que no pregunta absolutamente nada y destruye las puertas del fuerte y arrasa con todo lo que encuentra en su camino, dejando una situación desoladora que muchas veces es más difícil, costosa y larga de reconstruir que si nos hubiésemos replanteado la posibilidad de mirar más allá.

Ninguno de nosotros/as queremos trabajar sobre nuestros miedos, nos da miedo. Paradójico pero cierto. Somos un bebé dentro de los miles de años de civilización y tenemos las experiencias que tenemos dentro de nuestro ADN, pero nuestro ego nos lleva a ocultar nuestras falencias, y hacernos fuertes sin serlo. El reconocer nuestras áreas de debilidad no siempre es gratificante y escuchar consejos, leer libros o publicaciones, o hacer cursos no siempre es lo que más nos motiva. Tenemos una gran indefensión frente a estos miedos y las paredes del muro suelen ser muy altas.

Las empresas también tienen miedos, miedos añadidos a su historia, a sus sistemas de organización, a su propio management, etc.  El miedo al cambio implica un desafío, si primeramente lo detectamos y lo reconocemos. A partir de allí podemos trabajar muchísimos caminos pero siempre comprendiendo los motivos y aceptándolos no por imposición sino por convencimiento. Las empresas que logran ver los tsunamis con antelación normalmente tienen una capacidad de reacción que les permite tomar las decisiones en tiempo y forma para poder enfrentarlos. Hoy un claro ejemplo es la digitalización, el mundo online y las nuevas tecnologías junto a la interacción de los clientes, entre clientes y los trabajadores, y entre los propios trabajadores. Un tipo de tsunami que llegó para hacer cambiar todas nuestras creencias, nuestros formatos, nuestras estrategias, cuestionarnos nuestras convicciones, ponernos quizás frente al mayor desafío que podamos ver a lo largo de nuestra vida.

No podemos dudar, no podemos esperar ni un minuto, la tormenta está allí delante de nosotros, y está dispuesta a llevarse todo lo que vea a su alcance, y la mala noticia de esto es que no solo se llevará lo obsoleto, lo que no funcione, sino que también podrá llevarse muchos de los éxitos que hemos tenido.

Esta misma lectura también podemos hacerla a nivel personal. ¿Qué hacemos para ver con la suficiente antelación las tormentas que pueden llegar a venir y que dentro de nuestro muro no somos capaces de anticipar? Aquellas viejas estructuras que hasta hoy guiaban nuestro propio orden, hoy podrían ser las armas mortales de aquello que hemos construido durante tantos años.

La humildad como capacidad de cuestionarnos a nosotros mismos, incluso como un ejercicio de maduración y desarrollo, de mirarnos al espejo y ser capaces de ver nuestras arrugas, de saber reconocer lo que auténticamente somos hoy, no ayer ni mañana, sino hoy. Y después de estar convencidos de ello poder dar el gran salto que en el fondo nosotros mismos, en algún rincón, estamos anhelando. Sujetar con firmeza ese martillo y dar fuertemente en la pared de nuestras estructuras, y ver como el muro se va abriendo, el polvo va subiendo, pero la luz de fuera va entrando e iluminando nuestro oscuro fuerte.


Y sabemos que la historia no acaba aquí, porque quizás comience el momento más difícil pero más enriquecedor, ya que cuando uno se “desnuda” en sus propios miedos la vulnerabilidad se apodera de nuestra piel y solo la valentía, la convicción de superación, el anhelo por el crecimiento y el deseo por aprender y vivir nuevos desafíos hará que nuestras estructuras se vistan de autenticidad, de fortaleza, de mejora continua, y por ende nos inunden de felicidad, que de manera natural contagiemos a compañeros, amigos, parejas, hijos y/o clientes.

¡Cuidado! ¡Tenemos una oportunidad! ¡Se cae nuestro muro y nuestra zona de confort!

Nota: Quiero agradecer la inspiración de este post a mis tres grandes amigos/hermanos que un 6 de Octubre de 2014 han sabido enseñarme como todo es posible y que todos los muros y las estructuras pueden caer. Gracias Gabriel Bernhaut. Adriano Parola y Mariano Trungadi.
DIEGO LARREA
Twitter: 
@larreadiego

La incertidumbre no muerde (Automotivación)

Existen múltiples teorías sobre la motivación desde la que no la concibe por considerarla una herramienta paternalista hasta la que la pondera al máximo por ser una palanca vital de management. Motivados o desmotivados vivimos en una sociedad que intenta cada día estar más conectada, más comunicada, más actualizada y sin embargo existe una paradoja detrás de esta gran apertura qué es la búsqueda (consciente o inconsciente) de un estado individualista dónde la palabra “auto” comienza a ser la única respuesta a cada una de nuestras propias soledades, de nuestros propios miedos, vacíos, dudas o simplemente desconocimientos con las cuales debemos enfrentarnos a la acción u omisión por motivar o automotivarnos.

Trabajamos en entornos cada vez más individualistas desde el punto de vista de la evolución, y sin embargo abrimos redes para unirnos y llegar más lejos, para establecer puntos de encuentros no como una búsqueda escondida detrás de la “debilidad del no poder” sino como un fortalecimiento de la conectividad humana o la inteligencia colectiva.

Con estas dos realidades o contrariedades hoy caminamos sobre la cornisa de las inseguridades, porque: ¿quién motiva a quién?, ¿me motivo a mi mismo cuando estoy en el precipicio más profundo?, ¿mides mi debilidad por ello? ¿las palabras de los grandes manuales tienen algún sentido cuando no buscamos “qué” sino “cómo”?, ¿es un compromiso o una necesidad?.

Avanzar sobre los roles de la motivación o automotivación lleva consigo temores implícitos y explícitos, buscando en la seguridad y en la certidumbre un apego a lo conocido. Y ¿qué es lo conocido? Lo conocido es nuestro pasado. Lo conocido no es otra cosa que la cárcel del condicionamiento pasado. En ello no hay ninguna evolución. Y cuando no hay evolución, hay estancamiento, entropía, desorden y descomposición.

La incertidumbre no muerde. La incertidumbre no significa debilidad, es el terreno fértil de la creatividad y la libertad pura. La incertidumbre supone adentrarse en lo desconocido en cada momento de nuestra existencia. Lo desconocido es el campo de todas las posibilidades, siempre frescas, siempre nuevas, siempre abiertas a la creación de nuevas manifestaciones. Sin incertidumbre y sin lo desconocido, la vida no sería más que la repetición trillada de recuerdos gastados. Nos volvemos víctimas del pasado, y nuestro verdugo de hoy es el yo que nos queda de ayer.

Entonces ¿por qué no cuestionarnos de una vez por todas la “mala prensa” que tiene ese estado premotivacional llamándolo depresión o desmotivación cuando quizás sea un síntoma positivo de búsqueda y superación?. La diferencia como siempre la hacen las personas (escribo en cada espacio que puedo), y las personas por más que intentemos negarlo somos seres dependientes, por lo tanto el rol que juguemos dentro o fuera de esa partida será fundamental, como managers, como amigos, pareja, padre/madre, familiar, etc.

La palabra “auto” es muchas veces un grito de necesidad más que un acto de heroísmo o de fortaleza. El que se encuentra desesperado por encontrar lo que necesita rara vez se convierte en Superman y logra por sí mismo resolver su problemática y hasta nuestro superhéroe cuando tiene cerca la kriptonita también es vulnerable.

Reconozcámoslo, aunque no quede políticamente incorrecto: estamos todos/as aburridos/as de leer en estas ocasiones “Las cartas del tío viajero” que nos cuenta sus historias emocionantes de cómo se superan las difíciles situaciones de la vida, de dónde caminar y dónde no caminar,  capaces incluso de hacernos llorar producto de nuestro estado vulnerable. Grandes barbaridades se han hecho y se hacen capitalizando este estado emocional en las personas.

Valorar nuestros espacios de dolor, de frustración, de cansancio, de hartazgo, de desilusión no es un síntoma de debilidad. Canciones de la cara B del disco que siempre terminaba por sorprendernos de nuestro grupo preferido (para los más jóvenes: en la cara B de un disco vinilo la discográfica casi nunca colocaba las canciones que ella consideraba comerciales, y vaya si se han equivocado). Todas estas situaciones también integran de alguna manera la lista de las características más importantes de la inteligencia emocional aunque no hayamos sido entrenados en la tolerancia a la frustración, a la espera paciente y al esfuerzo disciplinado.

Encontrando el punto de equilibrio entre motivación y automotivación, dice Abraham Maslow que estamos motivados cuando sentimos deseo, anhelo, voluntad, ansia o carencia. O, lo que es lo mismo, cuando necesitamos resolver nuestras necesidades. Algunas son básicas, pero muchas otras se generan por nuestra capacidad de crearnos todo tipo de expectativas.

Lo importante de toda esta película es que no nos pongamos nuestras propias vendas en los ojos, no nos mintamos, ya que esto es un aprendizaje y necesita mucho de nosotros y de nuestro sentido común. Y que la vida está llena de subidas y de bajadas y por más que duren mucho las estancias arriba o debajo de cada una de ellas, todo se transforma y se modifica. Dicho esto, el aprendizaje y la preparación para esas circunstancias es esencial. La cuerda para sacarnos del pozo, la manguera para apagar nuestros incendios puede llegar, y eso es lo bonito que planteábamos sobre las personas, pero el desafío es trabajar los hábitos para que cuando llegue el día de estar arriba o abajo sepamos que cartas utilizar.

Tengamos en cuenta que de todo lo que hacemos durante el día el 95% lo hace el subconsciente y el 5% el consciente...(según Stuart Lichtman el uso consciente sería del 0,0001% y el resto hasta el 100% para el uso inconsciente). ¿A ver quién gana?. Por eso es tan importante cambiar el subconsciente que no analiza y actúa en el presente con la base de datos que tiene, cuando el consciente (quién si analiza) a menudo está demasiado ocupado navegando por un pasado (que ya pasó) y un futuro que no existe.

La mejor motivación o automotivación comienza por saber o enseñar exactamente lo que deseamos, enharinarlo por lo que podemos, y cocinarlo al máximo de perseverancia con un toque de buen conocimiento, y finalmente acompañarlo con un buen postre de paciencia y una pequeña copa de resiliencia.


DIEGO LARREA
Twitter: 
@larreadiego