"Espejito...espejito..." (La endogamia en las empresas)

Cambia todo cambia, decía la canción, teniendo la capacidad de mirarse hacia dentro y hacia afuera de nosotros y ver como todo evoluciona, y sin perder nuestra esencia y nuestros valores, adaptarnos a los tiempos. 

Es así como ayer mirábamos con cierto orgullo nuestra colección de discos y cassettes o los primeros CDS (si eres de la generación posterior busca las dos primeras palabras en Wikipedia) e incluso nos tumbábamos en un sofá a disfrutar de nuestras mejores melodías hasta que nos levantábamos a cambiar porque había finalizado. Hoy el sinfín de canciones MP3 que coleccionamos en nuestros discos duros o pen drive hacen que tengamos hasta aquello que ni siquiera sabemos si nos gusta, tenemos música que nunca hemos escuchado, y aquel orden que tanto importaba en ese “Grandes éxitos” grabados antes o después del verano, hoy es capaz de alternar Schubert, Muse, Gardel o Ibiza 2013. Y dejamos entrar esos cambios en nuestra vida de manera natural, aunque con lógicos aires nostálgicos. También lo hacemos con la fotografía. Contamos con la mano aquellas fotos en donde salíamos de pequeños y hoy no sabemos ni cuántas fotos hemos realizado en un viaje, cumpleaños, etc, o cuántas carpetas tenemos almacenadas de mes en mes, con algunas que hasta habíamos olvidado que teníamos. Y también dejamos entrar esos cambios en nuestra vida de manera natural.

Las empresas, salvando las distancias, viven procesos parecidos de adaptación a los cambios. Algunas dejan entrar esos vientos de transformación, y “airean” sus oficinas o fabricas dejando ver sin temor nuevos rayos de sol. Otras empresas, cierran sus cortinas, sus puertas y rechazan todo lo externo. Y por último, el grupo de las empresas endogámicas, probablemente con una fuerte cultura corporativa, capaces de sacar hacia afuera parte de su conocimiento pero no permitirán, o aceptarán a regañadientes, que algo externo “invada” sus entrañas.

En el diccionario encontramos como definición que la endogámia a la actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución.
Podríamos pensar que este cuidado por “lo nuestro” tiene un costado positivo:

  • Construir una cultura basada en valores estables y coherentes.
  • Poder llevar a cabo una buena gestión del conocimiento y know-how de la empresa.
  • Adquirir memoria histórica de mercado y ayudar a prevenir ciclos, es decir desarrollo de una óptima visión de futuro o estratégica.
  • Fidelizar algunos colaboradores, algunos proveedores y algunos clientes.
 Y también podemos pensar que en exceso tiene otras consecuencias:

  • Petrificación y obsolescencia de prácticas.
  • Creerse el “ombligo del mundo”…”espejito...espejito…soy yo el mejor?”
  • Ver lo diferente o la diversidad como un peligro.
  • Sectarismos o “clubes privados”.
  • Procedimentación, jerarquización y funcionarización de la organización, etc.
  • Desarraigo de colaboradores. 
Esta cultura endogamica se caracteriza por su reduccionismo,  no es capaz de abrirse al mundo porque: “dentro tenemos lo mejor”, “en nuestra casa es donde se aprende el negocio”, “lo que me puedan aportar los de fuera es muy relativo”, “no conoce nuestro oficio”, “mucha teoría pero poco terreno”,etc.


Y sin embargo esta cultura es coherente con sus convicciones y es capaz de promover a responsable de un área a uno de sus trabajadores que nunca ha estudiado ni se ha formado académicamente para ello, porque siempre la mejor escuela es la que está en casa, y si no sabe, ya aprenderá. Por lo tanto, todos dentro de este “gran club privado” pueden hacer de todo, porque llevan la marca de la casa pegada en la piel, o bien tienen el visto bueno de algún integrante  de alto nivel del club, o simplemente porque su personalidad avasallante deja más huella que su contenido.

Evidentemente grandes instituciones se han mantenido durante muchísimos años bajo este sistema, que como bien dijimos, no valoramos si es bueno o malo, simplemente analizamos. Pero, estamos seguros que en estos tiempos las ventanas son cada día más grandes y sin ningún tipo de fronteras, aunque a la “gran cultura” aun le cueste entenderlo. Las redes sociales, ordenadores, móviles o internet tienen la última palabra. Esos aires ya circulan libremente y podemos ver en segundos lo que hay del otro lado. Y sobre todo nuestro cliente puede ver hasta el más mínimo detalle, y recordemos que será él quien construye nuestra marca.

Desde este humilde post del compartir, abogamos por una apertura en las empresas acorde a los tiempos actuales, dejar de lados los “clubes” y alejar el patrón de "ombligo del mundo" y  que el buen crisol de conocimientos y experiencias tanto interna como también externa fluyan naturalmente y puedan aportar valor añadido de cara al futuro empresarial...futuro que nadie hoy tiene asegurado. Nuestra generación venidera lo agradecerá.