Cada día observamos los niveles de complejidad que alcanzan
las empresas, y como se han vistos forzadas por ello a ejecutar sus acciones
con una cantidad de especialistas sin una visión global. Para la araña su telaraña
es un arma, para el insecto es un laberinto. ¿Quién se come a quién?...la
historia ya la conocemos.
Vemos así como hemos construido
un conglomerado de términos empresariales de corto tiempo útil, que no logramos
implantar completamente cuando estos ya están desactualizados, con la necesidad
de pasar a la siguiente generación de técnicas administrativas.
Cuando
una empresa cuenta con verdaderos ejecutivos, que no buscan un éxito personal a
corto plazo, esencialmente firmes, con un gran sentido de compromiso y con
deseos de trabajo en equipo, la organización y las soluciones de negocio se
simplifican.
La dirección de empresas es un gran
ejercicio de sentido común y la simplicidad obliga a pensar en lo esencial y a
clarificarlo. Decir que queremos ser simples pero no dar las soluciones, no es el
camino.
Si lo analizamos fríamente, los negocios
no son complicados, somos nosotros mismos quienes tendemos naturalmente a complicarlos.
La forma de atacar la complejidad es implementando la simplicidad de una manera
inteligente y nunca cortoplacista.
La RAE nos dice que algo “complejo” es aquello: “Que se
compone de elementos diversos”. Entonces si son diversos en este caso quiere
decir que son muchos y distintos, por lo tanto tenemos varios elementos
heterodoxos para resolver una sola situación. Este es el resultado que debemos
evitar. Podemos recurrir a la lógica y al sentido común para detectar los
puntos claves y establecer una línea de acción concreta y única.
El sentido común, es la sabiduría
que todos compartimos. Es algo que una comunidad considera una verdad obvia.
Leonardo Da Vinci imaginó la
mente humana como un laboratorio que recababa materiales a través de los
sentidos, materiales que entonces eran canalizados a través del órgano del sentido
común, entendiendo así que el sentido común, es una especie de súper sentido
que domina a todos los demás sentidos.
Con él
edificaremos el cambio, en la búsqueda de la verdadera simplicidad. “Dejar de
hacer por dejar de hacer” eso no es simplicidad sino ingenuidad, pero buscar la optimización de nuestros recursos
innovando con visión a medio y largo plazo, con sentido de la responsabilidad y
de la rentabilidad eso si es simplicidad.
Simplificar
nuestra forma de trabajar, de comunicarnos, de relacionarnos con nuestros
clientes no es un proceso fácil ni rápido. Pero tengamos en cuenta que si hoy
no damos una respuesta común y estamos todos en la misma línea (en tiempo y
forma) ellos, nuestro clientes, nos darán la espalda y nosotros tendremos que
hacer lo mismo pero para cerrar nuestras puertas definitivamente.
Los
humanos admiramos la complejidad, aunque a veces no la entendamos, pero nadar
en el barro en estos tiempos no es complejidad... sino un suicidio.-