Estamos en el cenit
de la transición entre el mundo del lenguaje personal/físico y el lenguaje de
los medios on line, aun no sabemos relacionarnos, expresarnos y ya damos el
salto hacia otro tipo de comunicación, hacia otro tipo de “idioma”, otra manera
de concebir las relaciones, los gustos, los intereses, etc. Y lo que todos tenemos
claro es que en este mundo tan desigual, tan desparejo, las oportunidades son
casi un milagro, casi una bendición del más allá, y que tanto las soledades,
los fracasos, y las faltas de oportunidades existieron, existen y existirán en
todas las etapas. Por lo tanto, como siempre, todo dependerá de nosotros y de nuestra manera de afrontar nuestros
objetivos, por más dificultades que el camino presente para llegar a
nuestra cima. Allí es donde nace el
talento, el compromiso y la evolución de cada uno.
Management, el
término universalmente usado en el mundo de los negocios, y que usamos en cada
post de este Blog, carece de una traducción clara al español: gestión,
dirección, administración. La palabra proviene del italiano maneggio/maneggiare
y del francés manège, que en el siglo XVII se refería al manejo o conducción de
caballos por un entrenador diestro con el látigo y posteriormente a la
habilidad de manejar herramientas (Oxford English Dictionary).
La evolución de la sociedad, las empresas y las prácticas de
Recursos Humanos, retan esta definición ya que la efectividad del entrenador se
ha vuelto más compleja. Luego de mucho adiestramiento es posible que los
caballos aprendan a moverse por sí mismos, incluso que lo hagan mejor sin
entrenador, pero si en la organización tratamos de «domesticar» a la gente de
alto potencial o manipularla como herramienta, se nos escapará en la primera
oportunidad o la desmotivación será el comienzo de la debacle. El buen líder es una facilitador de su
equipo, por lo que se preocupa más en desarrollarlos, dejarles crecer que en
simplemente controlarlos o manipularlos.
La competencia laboral se ha globalizado, el crecimiento que
no logra, por ejemplo, un ejecutivo español se lo lleva un ejecutivo alemán,
inglés, etc. Similar a lo que se enfrenta un atleta de alto rendimiento,
actualmente un ejecutivo no sabe de dónde surgirá su próximo competidor a
vencer para ganar una promoción o para ocupar la vacante que tanto le interesa.
El reto que enfrenta
actualmente el hombre de empresa es romper con las ideas tradicionales, abrir
su visión al mundo global, heterogéneo, inclusivo, sorpresivo e impredecible.
Hoy, un manager no puede esperar tener un equipo idéntico, con los mismos
patrones, competencias, habilidades, experiencia. Su estrategia dejaría de funcionar antes de
ponerla en práctica.
Los negocios actuales colocan el liderazgo como una
prioridad en la agenda. Muchas empresas dejan pasar grandes oportunidades, por
distintos factores, y relegan la información
y formación de profesionales con potencialidad en los que vale la pena
invertir para desarrollarlos y caen en cuenta de esto al momento de perderlos porque
deciden dejar la empresa. También es verdad que cada vez somos más conscientes
que los procesos de detección del talento y ayuda al desarrollo no pueden estar
basados en nuestra intuición, percepción, “junta de sabios”, o por nuestra
identificación o simpatía personal con el candidato. Y por el contrario, las
constantes y fuertes limitaciones presupuestales complican el lanzamiento de un
proceso como este.
Una realidad en nuestros días, es que la fuerza laboral joven cambia de trabajo con mayor frecuencia a pesar
de los índices de desempleo. Escuchamos que personas con futuro en las
organizaciones renuncian a un trabajo porque no les permite seguir practicando
un deporte, porque no les permite viajar o hacer alguna labor social, entre
otras razones «tradicionalmente incomprensibles» más dentro de un contexto como
le actual. Esto complica la construcción
de un pool de talento que permita renovar las posiciones de liderazgo en las
organizaciones.
Por otro lado, el incremento en las expectativas y la
lealtad decreciente de los “altos potenciales” permite entender que busquen en
otra parte la oportunidad de crecer y de vivir experiencias que beneficien la
construcción de su «marca personal», la escasez de talento ha venido
individualizando el mercado laboral a un grado en el que la presión por
sobresalir genera gran impaciencia y fácil desilusión acerca del valor recibido
de parte de las organizaciones. Ante las
circunstancias empresariales actuales, el engagement no es suficiente, la
gente talentosa debe sentirse acompañada, arropada y a su vez con la autonomía
y la motivación necesaria para realizar su trabajo con efectividad.
Mucho se ha escrito sobre los cambios que experimenta hoy la
sociedad, la línea que separa placer y trabajo se hace cada vez más borrosa, si
el trabajo en las organizaciones actuales se basa cada vez más en una actividad
intelectual, no podemos esperar que la gente deje de pensar al salir de la
oficina, hoy el trabajo ya no es un lugar, es una actividad permanente.
La educación y la
tecnología son una nueva forma de segmentación, quien no tiene una habilidad o
conocimiento único, es fácilmente sustituible. Parecería que esta situación
juega a favor de las organizaciones ya que pueden ser más selectivas en sus
procesos de reclutamiento, fijación de objetivos y evaluación de desempeño. Sin
embargo, esta realidad ha venido redefiniendo la lealtad laboral; la persona con conocimiento y habilidades
globales, que pertenece a una nueva élite, es leal a sí misma, y no a su
temporal empleador.
Los motivos por los
que hoy trabaja la gente son muy distintos, muchos buscan su subsistencia y
poder salir adelante familiarmente, otros buscan mayor ingreso, otros divertirse,
otros simplemente buscan una estabilidad, otros conocer gente nueva o trabajan
para luego viajar a lugares exóticos, comprar productos de marca, ser vistos y
reconocidos, realizarse, conocer una industria, ser parte de una causa, cambiar
de lugar de residencia, etcétera. El
común denominador entre los “altos potenciales” es que han dejado de trabajar
por obligación moral, han evolucionado del mundo del «debo» al mundo del
«quiero».
Pero no siempre estamos preparados para darles una respuesta o no
siempre tendremos el puesto para el que ellos creen estar preparados o desean. Allí
está nuestra sabiduría y nuestra labor como buenos managers: saber jugar con
buenas y malas cartas.
El reto actual para las organizaciones y sus líderes,
implica considerar a la persona de forma integral e indivisible, el trabajo es una extensión de la vida por
lo que una persona se identificará, permanecerá, crecerá y retribuirá con
resultados a la empresa si coincida que sus intereses económicos, familiares,
intelectuales, físicos, culturales e incluso ambientales, emocionales y
espirituales están dentro de los parámetros que buscan. Claro que la empresa no es un Club de Beneficencia, una Fundación,
ni un "All-inclusive in your
live", pero la estrategia empresarial en el siglo XXI ha dado un giro radical,
y hoy comprobamos que los mejores resultados se producen con equipos con esas características,
y con motores altos potenciales que lideren el futuro próximo de la
organización con “la camiseta y los colores” tatuados por decisión propia en su
piel.
Made in… ya no significa nada, hoy se dice Made by… importa
quién y no dónde. La sociedad moderna se estructura biográficamente, más que en
razón de los países o los lugares de nacimiento. Importa de qué grupo global
formas parte, a qué comunidad perteneces, etc.
Prepararse para este
mundo basado en las competencias, la inteligencia y el talento implica dejar de
lado las preferencias y la jerarquía tradicional en segundo término, que
quizás en este caso el “hasta que la
muerte los separe” no tenga razón de ser, porque la nueva era implica apertura,
inclusión y diversidad. Hoy sabemos que
nuestro cliente es sensible, exigente, libre, proactivo y que necesitamos dar
lo mejor de nosotros para atraerlo día a día, semana tras semana. Por lo tanto,
deberíamos también hacer la misma reflexión con nuestro cliente interno, nuestro motor y sangre, que necesita
exactamente lo mismo, y que su talento, su compromiso y su constante evolución
serán la mejor “tarjeta de fidelidad”
que encontremos en el mercado.