Como decía
Goethe: “Todo lo que puedes hacer o sueñas con hacer, empiézalo. La audacia
encierra ingenio, poder y magia” Es
habitual escuchar que la diferencia la hace la actitud. La actitud que asumen
los individuos, los equipos de trabajo o las empresas frente a las distintas
circunstancias. La actitud ante los nuevos desafíos, durante las situaciones de
crisis, en los momentos de incertidumbre, frente a los procesos de cambio. Hay
una actitud fundamental, aunque difícil de llevar a cabo y que todo líder debe
saber potenciar y estimular que es “El poder del compromiso”.
Nuestra
Visión o nuestros objetivos más audaces empiezan a tomar vida en el momento en
que declaramos nuestro compromiso con su realización y comenzamos a ejecutar
acciones concretas. Damos los primeros pasos e iniciamos el camino de crear un
nuevo futuro, desde lo más pequeño a lo más grande. Dos elementos se combinan
para poner en marcha este proceso, la convicción de que es posible generar una
nueva realidad y el compromiso con su realización. La Visión es sólo fantasía
si no está acompañada de una acción comprometida, de una práctica consistente
que permita que las cosas sucedan.
Es el
compromiso que asumimos el que pone en movimiento los mecanismos del cambio y
la transformación, cualquiera que sea el mismo, tanto a nivel personal como
laboral. La iniciativa y la acción efectiva surgen de una actitud de profundo
compromiso con algo que se quiere lograr.
El compromiso
genera acción, pero es a su vez una acción en sí mismo. Realizamos la acción de
comprometernos. El compromiso no acontece hasta que una persona lo declara y
acciona en forma consecuente. El individuo a través de su acción comprometida
comienza a construir una realidad diferente.
Este compromiso
tiene a su vez dos aspectos particulares. Uno está relacionado con la acción,
el trabajo constante, con el empeño y la persistencia para avanzar más allá de
las dificultades. La otra cualidad del compromiso está vinculada con la
disposición interna, con la conexión profunda, íntima, que tenemos con nosotros
mismos cuando estamos comprometidos con algo que consideramos trascendente.
Este estado
de “estar comprometidos” lo podemos sentir corporalmente. Toda persona que en
uno o más momentos de su vida ha trabajado comprometida y apasionadamente,
sabrá y podrá reconocer a qué me estoy refiriendo. Esta sensación de compromiso
se expresa en primer lugar en nuestro estado de ánimo, en el entusiasmo, en las
ganas, en la disposición para encarar los desafíos. También en la manera en que
prestamos atención y le asignamos sentido a lo que nos acontece y a lo que
sucede a nuestro alrededor. Escuchamos y observamos desde nuestro compromiso,
con la intención de detectar qué suceso o qué persona puede significar una
oportunidad que beneficie nuestros proyectos.
Lo cierto es
que cuando uno está comprometido con el logro de sus objetivos, ha declarado
con convicción y compromiso “yo quiero esto para mi” y ha comenzado a actuar en
consecuencia, muchas veces un conjunto de situaciones que a simple vista
parecen coincidencias comienzan a suceder, y si estamos alerta y en camino las
podemos capitalizar a favor nuestro. En este sentido es fundamental estar
preparado y dispuesto para la acción, porque así como se abren las puertas en
un instante, si uno no está apto y dispuesto para aprovechar la ocasión,
rápidamente se vuelven a cerrar. Dice Arthur Schnitzler “Estar preparado es
importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es
la clave de la vida”.
Para este
momento de apertura de la oportunidad, los antiguos griegos tenían una
distinción, lo llamaban kairós. Con esto daban cuenta de la discontinuidad del
tiempo humano, donde no todo tiempo es igual en función del despliegue de
nuestro accionar efectivo. De esta forma hacían una diferencia entre el tiempo
cronológico –cronos- donde siempre una hora son sesenta minutos, y el tiempo
humano –kairós- en donde hay circunstancias en que en una hora cambia el
sentido de nuestra vida o logramos lo que no pudimos en años. Oscar Wilde decía
que: “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y de pronto toda
nuestra vida se concentra en un solo instante”.
El concepto
de kairós lleva implícito esta idea del surgir de la oportunidad, del emerger
de la posibilidad y del accionar en el momento apropiado. Es en ese momento y
no en otro en el que se produce el resultado deseado. Ni antes ni después, ni
muy tarde ni demasiado temprano, en el momento justo, en el tiempo adecuado. Y
para poder accionar en ese lapso preciso, no sólo hace falta el “sentido de la
oportunidad”, sino también estar atento y preparado para intervenir.
Accionar
desde un estado de profundo compromiso nos permite estar alertas y dispuestos para
actuar de manera efectiva en el momento oportuno. Voltaire sostenía que “Suerte es lo que sucede cuando la
preparación y la oportunidad se encuentran y fusionan”.