"Todos ven lo que tú aparentas;
pocos advierten lo que eres" decía Nicolás Maquiavelo, y aunque nos
empeñemos solo en ver la cara de la moneda que nos inculpa por perder
demasiados momentos presentes esforzándonos por lograr la aprobación de los
demás, también es verdad que “somos quienes dicen que somos”, y contra esta
afirmación tenemos que aprender a convivir tanto en nuestro ambiente personal,
profesional y comercial.
La mayor parte del comportamiento diario está dirigido a comprender cómo somos percibidos por los demás. La Universidad de Chicago, a través de una investigación, demuestra que para comprender mejor cómo somos vistos por los demás, es necesario cambiar el autoconcepto, es decir, la imagen que tenemos de nosotros mismos. En demasiadas ocasiones, pensamos saber lo que piensan los demás de nosotros, pero la mayor parte de las veces se trata de una percepción errónea.
Como siempre nuestras reflexiones parten desde la persona, y evidentemente todas sus acciones tienen connotaciones que influyen en su día a día tanto con su entorno familiar/personal, también en el trabajo y la relación con sus compañeros y jefe, y en su relación con sus clientes directos sea del ámbito que sea.
Y es tan
importante lo que irradiamos como lo que perciben de nosotros. Y ese
“importante” muchas veces puede jugarnos una muy mala pasada. Sea porque somos
una empresa y porque estamos convencidos de nuestra estrategia pero nuestro
cliente percibe otra cosa, sea porque creemos estar en sintonía con los
mensajes de nuestro jefe y sin embargo él nos ve de otra manera, sea porque a
nuestra pareja no le llega lo que nosotros pretendemos mostrar, o muchas otras
situaciones. La construcción de nuestro espejo 360º no siempre es una tarea
fácil, sobre todo entendiendo que el efecto doppler (*) en las relaciones humanas también es una
realidad. (*): Se trata del aparente
cambio de frecuencia de una onda producido por el movimiento relativo de la
fuente de esa onda con respecto a su observador
Los tres
experimentos que lideraron la investigación en la Universidad de Chicago, consiguieron
demostrar que cambiar la perspectiva que tenemos sobre nosotros mismos, nos
ayuda a predecir de un modo más ajustado lo que los demás piensan de nosotros.
Los demás nos
consideran de un modo general, mientras que nuestro autoconcepto está basado en
los detalles. Si nos vemos a nosotros
mismos a través de un microscopio y los demás lo hacen a través de unas gafas,
haremos mal las cosas. Nos preocuparemos de cosas pequeñas que no nos deberían
estar preocupando, o nos sentiremos orgullosos de detalles pequeños en los que
nadie se está fijando.
Acercarse a
saber lo que los demás piensan de nosotros, implica cambiar el punto de vista que
tenemos de nosotros mismos. No podemos mirarnos a nosotros mismos sin pasar por
las lentes coloreadas de nuestras propias creencias. El problema que la gente
tiene a la hora de tener intuiciones respecto a las impresiones que provoca en
los demás, es que saben mucho sobre ellos mismos y muy poco sobre los demás.
En el ámbito laboral esto tiene implicaciones importantes, ya que tener mala percepción de los demás, o que la tengan de nosotros, puede dificultar sobremanera el trabajo en equipo, hasta incluso puede truncar una carrera profesional, etc. De tal manera que si no sabemos qué piensan nuestros clientes o empleados de nosotros mismos, estaremos invirtiendo energía y recursos en una dirección equivocada.
El mayor
error que comenten las personas cuando intentan comprender cómo son vistas se debe
a que la lente que usan para mirarse a ellas mismas es diferente a la que usan
los demás. Puedes mirarte a ti mismo a nivel de calle o desde un satélite. Los
demás nos ven desde un satélite, por lo que si pensamos sobre nosotros mismos
desde esa perspectiva, seremos más precisos.
Digamos que las personas creamos escenarios, y concretamos nuestras posibilidades en virtud de la imagen que tenemos de nosotros mismos, si bien esta imagen deja de ser útil cuando distorsiona la idea que tenemos sobre cómo somos percibidos por lo demás, ya que esto nos dificulta enormemente la relación con los demás. En este caso, se requiere que uno mejore su autoconcepto con el objetivo de mejorar la percepción sobre como es percibido.
Lo que los demás perciben de uno, pero uno es incapaz de percibir de sí mismo (a menudo cosas que cuesta aceptar) es denominado “Área Ciega”, y constituye un área de oportunidad, ya que permite conocer cómo uno es percibido, y consecuentemente cómo los demás se pueden posicionar ante él. Únicamente la relación interpersonal, y aceptar (sin defensas) la crítica de los demás, puede hacernos conquistar este área, aún cuando, a menudo, nos resistamos a admitir humildemente que somos así, o que tenemos tal o cual carencia o limitación.
Cuántas
situaciones críticas hubiéramos evitado, cuántas empresas hubieran evitado la
distancia de sus clientes, cuántas situaciones con nuestro equipo o con nuestro
jefe hubiéramos encarrilado a tiempo, cuántas situaciones personales/familiares
hubieran terminado con una simple y necesaria sonrisa…pero como el “hubiera” es
un tiempo verbal que “no existe”, mejor aplicamos el “haré” en estas mismas
frases y que lo que somos y aparentamos se unan y sea más sencillo para los
demás advertir quienes realmente somos.
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