Las oportunidades son como pequeños espacios aparentemente
vacios, casi invisibles, recubiertos de un especie de arena fina que se abren
lentamente hacia dentro buscando su propio lugar y desaparecen rápidamente de nuestra vista,
como un juego de verano, sin preguntarnos dónde, cómo y por qué.
Tenemos tendencia a focalizar, normalmente, las
oportunidades sólo como esquema de los "grandes negocios salvadores" (que puede
ser correcto) más que con una actitud de
nuestra vida diaria que nos lleva a tomar o no tomar decisiones que puedan
cambiar el rumbo de las cosas.
Las oportunidades no preguntan, no avisan ni cuestionan, ni
regresan al mismo sitio. Pasan enfrente de nuestras narices y tienen una
maestría digna de los grande magos ilusionistas como René Lavand, y que con esa
grandiosa magia de cerca nos lo tomemos con tanta naturalidad, y si se me
permite, con algo de frivolidad indiferente (como que “esto no va conmigo” o “esto
no es para mí”) y en el momento menos pensado recibimos un fuerte golpe en la
frente con la baraja más valiosa pegada en ella, que nos deja en un estado de
coma emocional y nos convertimos en pequeños bebés sin saber cómo salir de esas
situaciones de perdida y frustración. ¿Queremos
y no podemos? o ¿queremos y no queremos? ¡Vaya en que contrasentido nos
metemos!
Y no siempre reaccionamos de la mejor manera, y hasta a
veces nos creemos tan “omnipotentes” y sin fisuras que no queremos reconocerlo.
Tapamos esa carta o esas heridas con vendas invisibles y normalmente
descargamos nuestro fracaso personal con nuestros pares, equipos o familia. Y
solo porque no hemos querido, no nos hemos animado, no hemos sabido cómo
hacerlo, no lo supimos ver a tiempo. Todas frases que se conjugan de manera
personal y por ende llevan una responsabilidad unilateral. Las oportunidades
pueden verse también antes de caer en un mal momento. ¿Cuántas veces dijimos
“si hubiera tomado esa decisión ahora no estaría así”?.
Al final de cuentas, somos
nosotros mismos que alimentamos ese pequeño monstruo interior sin “darle una
oportunidad a nuestras oportunidades”. Pero como decíamos en el post de la
semana pasada, siempre creemos que el “Infierno son los otros, yo no” .
Nuestros propios esquemas, nuestros miedos, nuestras estructuras, todas son
pequeñas anclas que en un mar de oleaje normal nos ayudan pero en momentos de
tormentosas olas de temor y decisiones nos aletargan y no nos dejan actuar, ser
libres y hacer lo que sentimos o necesitamos. Hablamos de personas, hablamos de
nosotros mismos, de nuestro motor interior que nos cuestiona, por suerte, cada
acto y nos da las alertas que nosotros mismos muchas veces ignoramos o negamos
cubriendo de las mejores excusas.
La sensación de
pérdida y frustración dijimos anteriormente que era la primer reacción al
golpe en nuestras frentes cuando dejábamos escapar nuestras oportunidades. Pero
la oportunidad está dentro de nosotros. ¿Por qué se me ocurre esta frase tan
trillada?. Porque si nos preguntan ahora mismo si estamos conformes con nuestra
vida (profesional, personal, o ambas) seguro que de 100 amigos lectores lamentablemente
solo unos pocos/as nos pueden contar su grata experiencia. Y a pesar de ellos, la
vida continua y el mundo avanza sin pedir permiso, pero ¿podemos ser ajenos a
esa soledad social? ¿Podemos ignorar
desde las empresas que tenemos mucha gente insatisfecha y se siente poco a
gusto con su vida en general? Desde el punto de vista familiar y personal
es un ámbito que por respeto a los buenos profesionales en la materia no
hondaré, pero desde el ámbito de la organización empresarial nos estamos
perdiendo una gran parte de la tarta al no querer, de alguna manera, abordar
estos temas por no considerarlos propios.
La gente es la misma.
La misma que sale de su casa y la que se sienta en su mesa de trabajo y regresa
a su casa a dormir, se levanta, desayuna y vuelve a trabajar e intenta llevar
la cuenta de resultados de la empresa en positivo día a día desde su lugar y
vuelve a marcharse hasta el día siguiente. La gente es la misma, lo veas con
ojos de financiero o con ojos humanísticos. Entonces, ¿podemos trabajar con dos
personas en una?. ¿Qué responsabilidad nos toca a los managers, desde el saber
hacer y el liderazgo, el abordar este tipo de dilemas? ¿No sería también una
oportunidad perdida desde el punto de vista de la empresa?. Es fácil hablar y
escribir sobre la felicidad en el
trabajo y la productividad, pero como nos cuesta llevar las cosas más
básicas y sencillas a la práctica.
El éxito y el fracaso
no dejan de ser las variables más importantes que, de una u otra manera,
limitan el escenario donde nos movemos. Esa capacidad (o incapacidad) de
dar pasos, de saber cómo darlos, o cuándo darlos es parte del insomnio de
muchos y quizás un factor paralizante. Como dijimos, hablamos de personas. Y seamos sinceros con nosotros mismos: nos
aburren muchos los miles de escritos impersonales sobre teorías de los recursos
humanos y la comunicación en las redes (por suerte todos no). Parecieran lecturas institucionales que se reiteran día
tras día en búsqueda de "retwits", "me gustas" o "+plus" y estoy convencido que todos
tenemos la capacidad para descubrir algo más detrás de esas listas y catálogos
de cómo hacer mejor las cosas.
Tenemos mucho para dar, tenemos muchas experiencias personales/profesionales que pueden servir de ejemplo, todas son “oportunidades”, y “da igual cómo se escriban o se comuniquen” como bien dice mi amiga y gran profesional de las redes Laura Ferrera. Porque esa dinámica impersonal nos llevará a un punto que saturación que “asquee” nuestro deseo por compartir (perdiendo una nueva oportunidad).
Tenemos mucho para dar, tenemos muchas experiencias personales/profesionales que pueden servir de ejemplo, todas son “oportunidades”, y “da igual cómo se escriban o se comuniquen” como bien dice mi amiga y gran profesional de las redes Laura Ferrera. Porque esa dinámica impersonal nos llevará a un punto que saturación que “asquee” nuestro deseo por compartir (perdiendo una nueva oportunidad).
En el ámbito
profesional nos cuesta hablar desde el punto de vista del ser humano e
intentamos dogmatizarlo todo para hacernos fuertes en las palabras
voluptuosas y generarnos (muchas veces sin querer) una distancia muy importante
con la esencia. Como si hablar de lo que realmente les sucede a las personas
fuese del ámbito de los divanes, religiones, o fuese un discurso de filosofía
barata. Aunque probablemente nos estemos perdiendo
la oportunidad de descubrir las verdaderas llaves o palancas para muchos de
nuestros conflictos.
Las personas también
son una oportunidad en sí mismas. Solo tenemos que tener el interés y la
capacidad de descubrirlo y animarnos a examinar qué hay dentro, digan lo que
digan los grandes expertos, hay que hacerlo a nuestra manera, de la forma más
sencilla, pero con ganas y convicción, como hacemos con los cálculos, las fórmulas
y el análisis de las cuentas de explotación, lo mismo pero con las personas
(entiéndase bien mi básico analogismo) y seguramente nos llevaremos una grata
sorpresa. No perdamos tiempo en la lista
de los “es que…”, y que tu decidas por tus oportunidades y no que las
oportunidades vengan a ti.