El mundo de las organizaciones no es diferente a esto, se trata
de crear una cultura creíble tanto interna como externa, sin trampas ni
autoengaños. Cómo nos comportamos, cómo
colaboramos, cómo innovamos, cómo actuamos responsablemente. Todos estos
componentes engloban las preguntas que las empresas deberíamos realizarnos para
garantizar una cultura organizacional, procesos y resultados ganadores en 360
grados.
Siendo un amante de la comunicación y de las nuevas tecnologías,
reconozco que, más que la era de las comunicaciones cada día estamos surfeando en la ola más alta de la “era del comportamiento’ donde no importa qué
hagas, sino el tipo de decisiones que tomes y las formas que elijas para hacer
las cosas. No me refiero a un comportamiento de buena o mala conducta sino
justamente al “cómo”.
El comportamiento se ha convertido en una poderosa fuente de
excelencia y ventaja competitiva. En el pasado, los jefes podían decirle a sus
subordinados “sólo hazlo, no me importa cómo”. Los más vanguardistas le
imploraban a su gente que pensara de forma creativa, “fuera de la burbuja”, lo
que en sus mentes era un cumplido. Según mi punto de vista, es un insulto. Si confías
en tu gente, no los pondrías inmediatamente en una burbuja. En nuestro mundo de
movilidad interconectada, los líderes deben cambiar el switch y reemplazar
cargos basados en funciones (que se tratan de qué debe hacer alguien) por
misiones basadas en valores. En otras palabras, se trata de cómo debemos hacer
las cosas. Evidentemente el cómo hacemos lo que hacemos siempre ha importado
pero hoy el cómo nos comportamos, consumimos, generamos confianza, y nos
relacionamos importa más que nunca.
Dentro de esta de
esta era del comportamiento, estamos en la etapa de aprendizaje, y paradójicamente
vemos empresas u organizaciones que en su buena fe quieren realizar cambios estructurales
y estratégicos o sumarse a un ciclo omnicanal cuando son algunos de sus managers
o dirigentes que ni siquiera saben utilizar, por poner un ejemplo, una tablet y
aun tienen miedos y desconfianzas en las redes sociales colaborativas. Esta
contradictoria paradoja no deja de ser normal pero tenemos que entender que este
aprendizaje también está inmerso dentro del “que no importa qué hagas sino cómo
lo hagas” y si no lo entendemos rápidamente puede incluso hacer fracasar esos
proyectos.
Escuchamos hablar por todos sitios de cambio de ciclo, y
casualmente los que hablan de cambio de ciclo no han cambiado y la mala noticia
es que no piensan cambiar. Es
indiscutible que nos guiemos por resultados, por hechos, por logros y ser
capaces de materializar los esfuerzos, pero la diferencia hoy es que el patrón
de identidad ha cambiado. Pese a quien pese y rompa las formulas matemáticas de
los grandes mercados. Hoy la generación
del valor está en el “cómo de las personas”, en su marca de identidad, en su diferenciación
para hacer las cosas. A partir de allí, los líderes deben conectarse con su
gente y dedicar tiempo y recursos para crear buenas relaciones de confianza,
ese es su verdadero desafío. Si fuéramos capaces de entender que los ingresos en una compañía los generan
los clientes pero también los empleados, y a ambos hay que cuidarlos y garantizarles
el mejor entorno quizás algunas pequeñas cosas cambiarían. La felicidad, la colaboración, la lealtad y
la creatividad también son parte del cómo y hoy dejan de ser utopías de
literatos de escritorio para ser una demanda y una necesidad. Si perseguimos el
éxito convencional, se nos escapará.
Necesitamos imaginar nuevas formas de trabajar con las
personas, inspirándolas mediante valores compartidos en lugar de sólo
motivarlos por medio de “zanahorias y garrotes”. Podemos imaginar nuevas formas
de medir el éxito y el desempeño, tratando nuestros sistemas organizacionales
de liderazgo y cultura corporativa, como activos tangibles ligados a resultados
concretos tales como innovación, capital humano, satisfacción del cliente,
crecimiento y rentabilidad.
Si materializamos el “cómo”
por ejemplo en la confianza, ésta hace que sucedan las cosas; y cuando existe
confianza se pueden tomar riesgos; si se toman riesgos se crea el campo
propicio para la innovación y el progreso y si existe el progreso, hay éxito.
En los grandes escaparates (o vidrieras) de este mundo click,
los pequeños grandes detalles que hasta ayer abandonábamos por considerarlos ridículos,
hoy forman parte de la lista de condimentos más imprescindibles de la “nueva
cocina” de las relaciones humanas, empresariales y con nuestros clientes. Es
curioso como hasta ayer la conducta personal y la profesional eran dos irreconciliables
viejos antagónicos y hoy se estrechan cada día más la mano y se transforman en
una unidad clave en la credibilidad entre el ser o no ser.
Toda teoría se derrumba frente al cómo. Esa es la clave de nuestro comportamiento, y
el aprendizaje la llave de nuestro éxito.
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