La rueda del hamster (¿te subes o te bajas?)

Fuimos incitando, generación a generación, a que el rítmo de la vida se suba en las cintas de correr del gimnasio universal, y como un personal trainer enfadado pero contra nosotros mismos le fuimos dando al botón de aceleración hasta que la coordinación de nuestros propios músculos no podía resistir tamaña velocidad y salimos despedidos como un dibujo animado contra la pared.

En el mundo de los negocios y en el personal, está la necesidad de balancear la vida, de respirar profundo, de aprender a ser personas, y como consecuencia, de ser productivos en nuestra profesión. No se puede avanzar si se está lisiado emocionalmente. No se puede ser creativo si se hace una actividad que odiamos. No se puede ser productivo si nuestra vida fuera del trabajo es un caos. No se puede ser un profesional si no vivimos de manera consciente. En definitiva, no podemos avanzar si tenemos constantemente la sensación de estar subidos a la rueda del hámster, donde no avanzamos, nos cansamos, nos agobiamos, sentimos la sensación de no llegar nunca a ningún lugar, donde las metas parecen eternas, donde todo carece poco a poco de sentido y donde las excusas por recomenzar un día se van cayendo a pedazos.


Somos personas y así como el Marketing estudia el comportamiento de los clientes desde lo más interno del psiquis, hasta lo más evidente del comportamiento trivial para poder llegar cada día más al núcleo central de las decisiones y preferencia de compra, dentro de nuestro ambiente laboral debería existir la misma preocupación por el comportamiento interno de cada colaborador, si somos “facilitadores” para que nuestros equipos se suban o se bajen de esa rueda.

¿En qué parte de esas sensaciones podemos incidir de manera positiva o negativa con nuestro entorno, incluso el familiar?. Necesitamos, y hasta quizá debemos, entrar también en ese núcleo central porque tenemos una responsabilidad social como managers. No solo por el mero hecho de la búsqueda final de la productividad basada en la motivación, sino por hacer real la proximidad con el verdadero entorno de nuestros trabajadores, hacer real los valores que profesamos dándole una credibilidad sostenida a nuestra estrategia empresarial.

La rueda del hámster no solo pueda dejar en fuera de juego a las personas, sino también a las empresas, porque el sistema es tan simple pero también tan complejo para ambas partes.

Por ejemplo, uno de los temas más prevalecientes de la era moderna es que vivimos estresados. ¿Cuántas veces has escuchado esa palabra salir de la boca un amigo, pareja, jefe, compañero, etc.?. Es tan nuevo el concepto que hasta la palabra estrés en algunos diccionarios del castellano ni existe. Supimos aglutinar en ese término muchísimas sensaciones experimentadas en “la rueda”, porque no encontrábamos un término mejor, porque comenzó a ser una sensación hasta incluso para demostrar que éramos importantes, que éramos útiles, como si el no tener tiempo fuese una medalla.

Está claro que para bien o para mal hay clínicas, técnicas, manuales y guías para "desestresarse", porque el discurso que comentábamos es una cosa y el cuerpo y la mente otra, y estos últimos no piden permiso para tomar decisiones por nosotros.

También cabe aclarar que la gente se puede morir de estrés y se puede morir por falta de estrés. Es tan malo mucho como poco. Un exceso de estrés genera los mismos síntomas que una carencia de estrés, y a ambos se pueden llegar por la misma vía. Y siempre desde mi ignorancia, contradigo a Hans Seyle, cuando dijo que el estrés "bueno" era aquel que reta a la persona, la alimenta y le provee un vehículo de expresión, porque prefiero llamar a las cosas por su nombre y esta necesidad describirla como estímulo, motivación, etc.


“Aquí se está para trabajar, la felicidad déjala para tu casa”. Puede sorprendernos o no escuchar esta frase, pero en el siglo XXI lamentablemente es más frecuente de lo que quisiéramos. Podemos decir que no pertenece este tema a nuestra área de interés, podemos decir que es un tema que no nos compete, incluso tacharlo de contener tintes psicoanalíticos y alejado de lo tangible, de nuestro mismo negocio, pero es tan de valientes preguntarnos por qué no nos cuadran las cuentas y qué hemos hecho mal, como valiente es preguntarse por qué mi gente tiene problemas y qué nosotros, desde el lado que nos toca, hemos hecho mal.

Hablar desde el desencuentro, la fragilidad, desde la ruptura interior, desde el vacío, desde la misma tristeza no significa para nada vestirnos de luto y mirar la vida con gafas negras, sino más bien llegar cada día más al núcleo central de las personas, al mejor punto de crecimiento, al comprender exactamente dónde tenemos que mejorar, dónde podemos invitar a bajar de la rueda a nuestro ser querido, a nuestro amigo, a nuestro colaborador. El sentido común nos volverá a dar el sentido perdido.

Demos pequeños grandes pasos. Pongamos en valor el conocerse de verdad independientemente al ámbito en el que nos encontremos y dejando la heredada estupidez “que uno es de una forma en el trabajo y una en nuestra casa”, porque si es así, no nos debería interesar relacionarnos con el 50% de esa persona. Los miedos tienen disfraces sorprendentes.

Otros pasos pueden ser el compartir abiertamente distintos aspectos sin tapujos, rompiendo las barreras jerárquicas, estableciendo una relación de confianza, animándonos también a vivir momentos de esparcimiento, generando experiencias agradables y únicas, entendiendo a los  detalles como un imán de la importancia. Los detalles, el pequeño gran secreto de toda relación personal o profesional.

Tengamos en cuenta que aquel que se había subido a la cinta de correr o a la rueda del hámster, instantes previos a esa decisión contaba con una gran energía. ¿Qué pasó entonces?. ¿Quién dio realmente al botón de la máquina para acelerar la carrera? o ¿por qué no fuimos capaces de quitar la rueda?. Estamos frente a uno de los grandes desafíos de la humanidad tecnológica del siglo XXI, la sociedad “agobiada” pero tenemos todas las herramientas en nuestras manos para revertirlo, tan solo es cuestión de abrir los ojos, mirar a nuestro alrededor  y ser conscientes que donde nosotros vemos una acción normal tal vez alguien vea una solución fundamental.

DIEGO LARREA
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@larreadiego