Hay una patética reflexión del olvidable Joseph
Goebbels, ministro de Información y Propaganda de Hitler que decía: “Hay que hacer creer al pueblo que el
hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores
y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento. Una mentira
repetida mil veces termina creyéndose como verdad". Entonces, yo me
pregunto:¿y si nosotros nos estamos
aplicando esta absurda estrategia para olvidar realmente lo que amamos, lo que
deseamos, lo que anhelamos, en definitiva lo que realmente somos, refugiándonos
en nuestras propias excusas, estructuras mentales, sociales o familiares, auto
convenciéndonos día tras día que ese es el camino? Al fin de cuentas, una
mentira repetida mil veces dentro de nosotros terminará por persuadirnos.
Y esos persuadidos vivirán en la mentira
eternamente y otros en su infelicidad constante, mientras que otros, con
valentía, harán frente a las imposibilidades propias y ajenas, y desde las
circunstancias más difíciles serán capaces de demostrase a sí mismos y a los
demás que “todo es posible, a pesar de todo”. Valientes, capaces de lograr lo
que en este mundo hoy escasea: la coherencia entre lo que sienten, dicen,
construyen y hacen realidad. Es que todos podemos cambiar nuestros hábitos de
conducta, e incluso los mentales, que nos llevan a refugiarnos y sobreprotegernos con
excusas, impidiendo que tomemos oportunidades que se presentan en nuestras vidas.
Aunque parezca sorprendente, gran parte de
las acciones que realizamos son automatismos inconscientes y no decisiones
reflexivas. Por eso convierten los comportamientos en rutinas, que tratan,supuestamente,de
ahorrarnos tiempo y energía. El problema se genera cuando esa costumbre nos aleja
o priva de lo que realmente queremos. Eso es precisamente lo que ocurre con los
subterfugios. Y es allí que nuestro “espejito-espejito” será incapaz de respondernos
la gran verdad, porque no vivimos en un
cuento de hadas, por más que día a día, nos guste escuchar siempre el mismo
pretexto para abandonar lo que nuestro gen natural nos demanda.
Seguramente los pretextos están más cerca
del engaño que del argumento, porque suenan más a justificación subjetiva que a
razón objetiva. El ser humano es experto en crearlos. Nos escuchamos muchas
veces a nosotros decir: “No están dadas
las condiciones. Es difícil o
imposible. Es arriesgado. Algún día. Creará problemas. No me lo merezco. No me
lo puedo permitir. Nadie me entenderá. Nadie me ayudará. No soy lo
suficientemente inteligente. No sé cómo hacerlo. Soy demasiado mayor. Soy
demasiado joven. Qué pensarán de mí. No tengo la energía necesaria. No tengo tiempo.
Lo haré cuando me retire. Ahora no es el momento. Esperaré una oportunidad…”
“El verdadero enemigo del éxito no es el
fracaso, como muchos piensan, sino el conformismo y la mediocridad”, dijo
Camilo Cruz. Cuando alguien se crea excusas, lo más seguro es que no actuará. Y
si bien podrá evitar la temida experiencia de un fracaso, también evitará, lo
que es peor, la experiencia de aprendizaje.
La autodisciplina también aplica en trabajar
aquellos espacios vacíos que dejamos interiormente, que nos llevan a flaquear
en la toma de decisiones, y en la fuerza de voluntad para realmente decir o
hacer lo que amamos, deseamos o anhelamos. Hacer las cosas en “nombre de” y no
en nombre de “nosotros mismos” es una de las mayores trampas que nos podemos
hacer. No confundamos egoísmo con torpeza: “Lo hice por ellos pero ahora estoy
vacío/a”. Todo lo que necesita una excusa para disolverse es una pregunta
certera, pero ¿estamos preparados para la respuesta?.
No permitamos que llegue ese instante
vanidoso y cruel, que nos atormenta y culpabiliza por los eternos “hubiera”. Ese
instante que nuestras excusas, miedos, torpezas y egoísmos nos decían que nunca
llegaría y un día llegó, en el momento menos oportuno y en el lugar menos
indicado. Tenemos en nuestras manos la solución, porque todos tenemos esa
pequeña llave, original, que abre todas las puertas, con un simple acto: es la
llave de ser uno mismo, a pesar de todo.