La colaboración es algo más
que una bonita palabra de moda, es y será la llave de la nueva economía y
modelo social.
Cuando comenzamos hace más
de 9 años a hablar de la participación y colaboración, sonaba un discurso un
poco utópico, e incluso alejado de la realidad corporativa de ese momento. Si
bien aún sigue siendo una materia más ligada a los intangibles de nuestras
cuentas de resultados y algunos siguen poniendo caras extrañas, la realidad (por
suerte para todos) nos ha dado la razón, a todos los que somos unos convencidos,
del gran motor que estos conceptos provocan en el negocio, pero sobre todo en
la cultura corporativa y en su engagement.
Tal ha sido el cambio de tendencia, que estos conceptos hoy en día en las
compañías forman parte ya de sus Cartas de Orientaciones anuales.
Pero realmente ¿qué hay
detrás de la participación y colaboración en esta época de grandes metamorfosis
estructurales? Estamos en una etapa donde todos nos proponen cambios, todos estamos
de acuerdo en hacerlos, en lo difíciles que son, en los hábitos que hay que
generar para que ellos se produzcan, pero no todos están entendiendo que el
verdadero cambio en las nuevas ecuaciones de relación personal, empresarial o
comercial, dependen en gran medida de sacar del baúl de los recuerdos, entre el
polvo del olvido, a uno de los mayores valores que solo utilizamos para
“grandes causas”: la Generosidad.
La simplicidad del modelo
donde esta transformación digital, omnicanal nos está llevando, es más grande
de lo que pensamos. Nos lleva a un escenario nuevo con ingredientes “de
fábrica”. La transformación nunca nos transformará si nuestra conducta social
colaborativa permanece en el estado de individualidad sedentaria y conformista.
La inteligencia colectiva y
colaborativa depende exclusivamente de la voluntad y sobre todo de esta
generosidad de la que hablamos. La digitalización y las redes son sólo un nuevo
escenario con infinitas oportunidades, pero si no cambiamos nuestro
ejercicio interior de generar, producir y crear de manera conjunta, esta gran
llave se destruye en la gran puerta del cambio. Por lo tanto, abandonar
nuestros prejuicios, nuestros egos, ejercitando la humildad y el sentido común
serán algunos de los grandes ítems que debemos trabajar a la hora de establecer
esos nuevos vínculos productivos. Y el mejor de los ejercicios, simple y sin
coste comienza por nuestro entorno más cercano, alejándonos de cables y de
redes, porque esos cables y redes deben transformarse primero en aceptación, en
escucha, en valoración, en conocimiento del otro, etc
Y seamos claros y realistas: no estamos inventando nada...el ser primitivo ya lo hacía
de manera extraordinaria y ha sobrevivido y evolucionado gracias al trabajo de
inteligencia grupal. El nuevo formato que tenemos entre manos, es una bonita “gran
excusa” que nuestra experiencia y capacidad debe saber gestionar y eliminar la
aprensión por la auténtica generosidad.
Los valores son tan etéreos
como los queramos utilizar y colgar, y tan pragmáticos como decidamos
ejercitarlos en primera persona.
El liderazgo medieval está
más arraigado de lo que pensamos y lucha con capa y espada contra la
generosidad. Y a veces nuestras propias conductas son más representativas de
esa época que a la que queremos pertenecer. En las nuevas estrategias
omnicanales y refudaciones organizacionales colaborativas y digitales es
imprescindible ser creíble desde la raíz hasta el cliente final.
La nueva economía y modelo
social se construyen en base a la generosidad. Sin ella será imposible avanzar
hacia nuevos escenarios. El espíritu de solidaridad en un equipo va más allá de
las razones y posibilidades...es una actitud innata que emerge cuando más se
necesita y paradójicamente cuando menos podemos dar. Es el preciado rincón
donde se terminan las palabras. Ayer, hoy y mañana: “el OTRO soy YO”.
Como personas o como
empresas estamos comenzando a andar un nuevo tiempo, pero eso no quiere decir
que nosotros hayamos dado el verdadero paso para sumarnos a él. No necesitamos
tantas charlas, formaciones, estrategias o discursos, necesitamos gente cada
día más auténtica, próxima, capaz de sacar del otro lo mejor de sí, que sepa
escuchar, valorar, decir la palabra justa en el momento indicado, elogiar en
público y corregir en privado, corrigiendo sin ofender y orientando sin
humillar, sabiendo aceptar la diferencia y que dignifique y valore el espíritu
de la generosidad como motor y ruptura del auténtico cambio.
La generosidad es riqueza. La
riqueza está en lo colectivo, y la inteligencia en la humildad para
reconocerlo.