La colaboración es algo más que una bonita palabra de moda,
es la llave de la nueva economía y modelo social. Por ello, difícilmente una
empresa pueda tener éxito a largo plazo si su gente responde al perfil del
empleado modelo de la “era industrial”. Y como nos encontramos en los inicios de lo
que llamamos “transformación”, podemos tropezar aún con algunos
empresarios, directivos y muchos trabajadores anclados en el anterior paradigma.
Pero esa colaboración y esa participación hoy dan un golpe
en la mesa estableciendo los nuevos códigos en los vínculos profesionales, donde
“la vieja zanahoria para animar al conejo” queda detrás. El impulso de las
nuevas generaciones y su acceso al mercado laboral, la irrupción de las nuevas
tecnologías y las redes sociales, la valoración de la conciliación, la innovación
como hábito y no como desafío, los nuevos patrones relacionales, las rupturas “jerárquicas
medievales”, provocan una interesantísima reflexión de nuestra forma de crear bases
para el “compromiso”.
Y como hemos dicho en anteriores ocasiones, ese compromiso siempre
dependerá de la posibilidad de crecimiento y oportunidades de las personas para
conectar con su propósito final, tanto en su lugar de trabajo como en su propia
vida personal. Es una de las ecuaciones más exitosas con las que nos podemos
enfrentar, y a la vez será clave para detectar a tiempo si estamos en el lugar
y el momento indicado para poder sacar, lo más rápido posible, la mejor
conclusión y tomar la mejor decisión.
Hablamos del “Engagement”,
que puede ser entendido como «un estado
mental positivo relacionado con el trabajo y caracterizado por vigor,
dedicación y absorción. Más que un estado específico y momentáneo, la
vinculación psicológica se refiere a un estado afectivo-cognitivo más
persistente que no está focalizado en un objeto, evento o situación particular»
(Schaufeli, Salanova, Gonzalez-Roma & Bakker, 2002, p. 72).
Pero para crear ese estado afectivo-cognitivo dentro de los
nuevos tiempos de los que hablamos se necesita dar un paso más allá, las viejas
fórmulas han dado ciertos éxitos, pero siempre desde un punto de vista
unidireccional. Hoy tenemos que tener la valentía necesaria para poder dar respuesta
sinceras y coherentes a esas nuevas necesidades. El compromiso se basa en unas
reglas del juego claras, un compromiso compartido, donde las partes sean partícipes
de un auténtico win to win. El “Engagement”
no es una “vacuna o vitamina” que debemos dar para obtener un simple beneficio,
es una manera de hacer las cosas, crear un estilo que nos identifique como marca,
empresa, managers, colaboradores, etc. El “Engagement”
si se transforma en cultura puede llegar a ser una de las llaves más precisas
hacia el éxito.
¿Qué tenemos que tener en cuenta para una buena gestión del “Engagement”?
- Desde el punto de vista de las empresas y los managers: comprender que la nueva productividad se basa en escenarios participativos, compartiendo la visión, la cultura y el recíproco compromiso. Todo basado en la humildad, en la escucha, en la capacidad de aprendizaje, en el valor del Otro, en el ejemplo, en la coherencia, en la sincera influencia, apartando todo sectarismo y prejuicios. El “Engagement” debe ser tan creíble que hasta el último de nuestros clientes sea capaz de percibirlo sin necesidad de mensajes y animaciones.
- Y desde el punto de vista de los colaboradores/ trabajadores: hoy se requiere gente con iniciativa y autonomía, inquieta, que no se conforme con el estatus quo. Individuos curiosos que deseen conocer qué sucede a su alrededor, y encuentren nuevas respuestas a las nuevas preguntas. Individuos capaces de trabajar su inteligencia emocional, ya que de esta cualidad depende la inteligencia colectiva de la organización. Capaces de construir relaciones sinceras, abiertas, desinteresadas y manejarse ante todo con los valores en la complejidad de las redes interpersonales. Siendo capaces de cuestionar, proponer e innovar y adaptándose con criterio y formación a los nuevos cambios.