El séptimo sentido: la pertenencia

Pertenezco a lo que amo, a lo que soy, a donde he nacido y donde me he criado, donde encontré aquella posibilidad, donde el sonido me identifica y los aromas me acurrucan, donde el futuro es incierto pero mío, donde la emoción me transforma y donde puedo sentirme yo mismo, donde encuentro lugares compartidos y comunes,donde las puertas están abiertas, los valores tienen un valor y donde “el otro” mañana puedo ser yo. Pertenezco al mundo del “Cuídalo como si fuera tuyo” o “Piensa cómo te gustaría que te tratasen a ti”. Al mundo de la osadía del detalle, de la importancia del instante, de la palabra dada, del error asumido, de la oportunidad brindada y la oportunidad buscada, de la escucha sin respuesta y la respuesta con escucha. Donde las excusas nunca sirven de nada y donde los “es que” se dan de cara contra el suelo.

Pertenecer es algo más que un sentimiento o una sensación. Es una actitud, es una decisión y una necesidad psicológica y emocional fundamental. Pero que no sólo requiere de un contexto externo favorable sino también de una gran capacidad de autoliderazgo, de motivación propia, valentía, audacia, deseos de superación y desarrollo. Y es allí donde dejamos de pensar en lo que deben cambiar los demás para pensar en lo que puedo cambiar yo o en lo que puedo dar yo. Porque si nos pasamos la vida esperando que las cosas sucedan, las apatías, frustraciones y abulias comenzarán a rodearnos y seremos autocomplacientes, indolentes naufragando a la deriva en nuestro mundo personal y profesional.

Si no estamos dispuestos a hablar de aquello que nos corresponde a nosotros mismos es imposible hablar de manera efectiva del “sentido de la pertenencia” o “engagement” hacia una empresa, organización, grupo, proyecto, pareja, etc. Es verdad que estamos invadidos de bienintencionados escritos, vídeos y pensamientos reflexionando sobre las mejores técnicas para fomentar el compromiso o implicación. Pero seamos razonables: ¿necesitamos de una técnica para gritar a viva voz que estamos apasionados? o al revés ¿necesitamos de alguna técnica para apasionarnos por algo o por alguien? En tiempos donde el absurdo es una probabilidad, por si acaso las preguntas quedan aquí formuladas.

Ya es hora de hablar sobre lo que yo puedo hacer por mí mismo y por ende por los demás y de abandonar el constante reclamo de lo que el otro puede hacer por mi. En un mundo tan inquieto, desafiante, transformador, disruptor, no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando que nuestros padres nos sirvan la comida en la mesa. No podemos quedarnos detrás de un escritorio a esperar que nos digan lo que tenemos que hacer, empujando con nuestra mirada las agujas del reloj para finalizar a tiempo. Porque todo esto es un golpe mortal contra nuestra capacidad, talento y orgullo. No se trata de hacer más o menos horas, o si la responsabilidad es de otro, o si la empresa no es mía. Se trata de vivir cada momento como una oportunidad, con intensidad, como un desafío personal, un aprendizaje constante, una renovación diaria de nuestras capacidades. Por nosotros y por nuestros seres queridos. Se trata de sentarnos en la mesa con nuestros hijos y sentirnos orgullosos de lo que hemos hecho en el día sin importar el rol que ocupemos. 


Tomar decisiones, acertadas o equivocadas, pero nuestras y quedarnos o marchar dependerá exclusivamente de nosotros. Los contextos pueden ser más benévolos o más difíciles pero el permanecer aletargados siempre será parte de nuestra resolución. La vieja y mala costumbre de reclamar siempre al otro, nos ha cegado la posibilidad de ver realmente el cúmulo de ocasiones que tenemos para lograr nuestros éxitos y el potencial que atesoramos en nuestras manos. 

Pertenezco a lo que amo, a lo que soy, a donde he nacido y donde me he criado, donde encontré aquella posibilidad...Entonces, “enganchémonos” a nuestras ganas de aprender, de superarnos, de innovar, de equivocarnos, de compartir, de evolucionar, de soñar despiertos y hagamos que el séptimo sentido sea capaz de transformar a nuestro pequeño entorno y a nosotros mismos.