Comenzar de cero, reciclarnos, reaprender, dar "vuelta la habitación de nuestra vida" profesional y personal no es una tarea sencilla, aunque no excusable en estos tiempos.
Así como las nuevas circunstancias sociales, económicas, laborales nos proponen retos, no siempre agradables, fáciles o cómodos, nuestro rol social también experimenta una necesidad de cambio y comienza a tener otro tipo de impacto y relevancia en nuestro pequeño día a día. Ya no da lo mismo qué somos, cómo somos, cómo actuamos, qué decimos, qué dejamos de decir, si estamos o no estamos. Vivimos una revolución evolutiva en las personas no en las máquinas, y nos encontramos sutilmente invitados, pero realmente obligados, a decidir entre qué dos modelos queremos estar y ser: la "Gente Llave" o la "Gente Accesorio".
La "Gente Llave'' entra en nuestra vida sin hacer ruido, la enriquecen con pequeños gestos y la hacen mucho mejor. La llenan de sensatez, de motivos para seguir. No hacen ruido, pero están, no necesitan la reciprocidad ni buscan protagonismo. No reclaman.
Nos inspiran desde la sombra, no juzgan ni prejuzgan, buscan conocer nuestra verdadera esencia. No imponen, se adaptan, aceptan y confían. Celebran nuestros éxitos como propios, elogian y empatizan. Proponen, no esperan.
Son un espejo que no agrede al intentar corregirnos y enseñarnos lo que no estamos viendo, porque lo hacen desde el respeto, la humildad y el afecto sincero. No son un "ya te lo he dicho".
La "Gente Llave" nos abre caminos, facilita las cosas, nos regala optimismo dándonos el impulso que necesitamos para dar ese paso que tanto nos cuesta. No necesitan de grandes acciones porque son los detalles los que marcan su presencia. Saben destacar lo mejor de nosotros. Se equivocan sin culpar a los demás y saben hacer del fracaso el mejor aprendizaje. Se enorgullecen de sus cicatrices y no de sus medallas.
La "Gente Llave" deja huella, no marca. Conduce el barco sin sombrero de capitán, y saben que las olas y tormentas también forman parte del camino.
Entienden que las emociones no son una debilidad sino un privilegio. Nunca se ubicarán ni delante ni detrás de nosotros, sino a nuestro lado. Serán siempre nuestros embajadores estén donde estén y bajo cualquier circunstancia.
Por otro lado, en la acera de enfrente, la "Gente Accesorio". Esos que queriendo o sin querer hemos dejado habitar en un radio aparentemente próximo a nosotros pero que en realidad forman parte de un mobiliario personal o profesional que nunca se han atrevido a entrar ni a participar de nuestros acontecimientos importantes.
Si pensamos en los tres momentos más primordiales de nuestra vida y reflexionamos sobre quiénes nos han acompañado en esas circunstancias, seguramente daríamos al botón de borrar a más del 90% de nuestra Agenda. Y el porcentaje podría ser más alto si esos acontecimientos elegidos han sido situaciones complejas y no felices.
La coraza de protección de una red social, disfrazada de una lista de amplios contactos, se transforma cada día más en un status ficticio ávido de reconocimientos públicos, situacionalmente efímero, que se suicida desde una inmensa torre cuando nos encontramos en dificultades.
"La Gente Accesorio" está porque nosotros queremos que estén. Sabemos de su intrascendentalidad, pero muchas veces no somos capaces de desprendernos de su ausencia manifiesta. Nos da miedo, y hasta en muchísimas ocasiones esperamos de ellos algo que en el fondo somos conscientes que nunca nos darán, porque para ellos simplemente no somos prioridad, y cuanto antes lo asumamos, antes caminaremos sin ese peso innecesario en nuestra mochila.
No perder tiempo ni energía en agradar a la "Gente Accesorio" a sabiendas que es una batalla perdida, nos dará el impulso necesario para centrarnos en lo verdaderamente importante.
Es por ello, que cuanto mayor sea el espacio que dediquemos a escucharnos, a descubrirnos, a observar nuestro reloj interno, a poner en valor a la "Gente Llave" y ser uno de ellos, mayores serán los éxitos que cosecharemos y la felicidad auténtica que disfrutaremos.
La "Gente Llave" sabe que el verdadero valor de una persona no se encuentra en su inteligencia, ni en sus habilidades o talentos. El auténtico valor de una persona, el más preciado, es esa capacidad altamente generosa de situarse en el lugar del otro, olvidándose de uno mismo, sustituyendo el "yo" por encima de todo al "tú" como una misma parte. De postergar ser el centro del universo por empatizar con sus semejantes. De aparcar la falsa necesidad de nuestro ego por la bondad de prestar ayuda a los demás.
Estamos inmersos en tantos cambios, tantas dudas, tantos conflictos internos y externos, en los desafíos que nos plantea esta nueva Era de aprendizajes constantes e inmediatos, que la principal toma de decisiones debe comenzar con un simple detalle: saber elegir. Ser "Gente Llave" o ser "Gente Accesorio", esa es la cuestión.
Miembro de DCH – Autor de “La Era de las Personas”.