De paseo por nuestro Buenos Aires querido y en uno de sus
espacios verdes que nos permitían alejarnos del intenso calor que nos persiguió
estos días, nos sentamos con mi hijo mayor junto a un hormiguero y observamos
la febril actividad de este mundo en miniatura. Primera impresión: un montón de
hormigas corriendo desesperadas sin dirección precisa."¿A que saben a dónde van papá?",
me sorprendió con su reflexión siempre desde su inconfundible pasión.
Los estudiosos de la etología nos enseñan que cada
insecto sabe exactamente qué hacer y hacia dónde ir. La mitad busca alimentos.
Un 25 por ciento realiza tareas de mantenimiento. El 25 por ciento restante
patrulla la zona.
Las proporciones varían a medida que se modifica el
contexto. ¿Se derrumbó un túnel? Algunas hormigas que buscaban alimento se
ponen a repararlo. ¿Los stocks de alimento están peligrosamente bajos? Más
hormigas salen a buscar hojas. Así, los trabajadores fluyen dinámicamente entre
las distintas funciones.
Viajemos por los delgados túneles del hormiguero en busca
del jefe que se encarga de asignar las tareas para que funcione tan refinada
organización social. ¡Sorpresa! No encontramos un Presidente, ni un gerente de
Recursos Humanos, ni un CEO, ni un comité central de planificación. Sí
encontramos una hormiga reina. Pero sus funciones se limitan a poner huevos. No
tiene ninguna participación en la vida económica.
¿Cómo
puede tan aceitada organización funcionar sin un líder?
Las hormigas tienen una asombrosa capacidad de auto
asignarse el trabajo sin que nadie les diga qué hacer. Cuando una hormiga pasa
junto a una parte derrumbada del hormiguero, automáticamente se pone a trabajar
codo a codo con las que ya están realizando tareas de reparación. A través de
un intercambio de compuestos químicos, una hormiga puede decirle a otra
"se derrumbó el túnel 57". A lo que la primera responde: "ya
salgo para allá". A través de este mecanismo, la cantidad de trabajadores
en cada tarea se autorregula de acuerdo con las necesidades de la organización.
Sin órdenes, sin líderes...
Abandonemos los túneles del hormiguero para introducirnos
en los pasillos más complejos de las organizaciones.
Algunos estudios recientes apuntan hacia la creación de
un tipo de organización sin líderes. En el artículo "The Half Truths of
Leadership", el célebre académico de Stanford, Jeffrey Pfeffer, aboga por
una corporación donde el liderazgo no sea necesario. Es posible concebir
sistemas organizativos donde los trabajadores logren mantener la motivación y
colaboración sin la necesidad de un líder que diga qué hacer y brinde buenas
razones para hacerlo. Según Pfeffer, en la organización eficiente, las acciones
se autorregulan. ¿Es esto posible?
Una perspectiva economicista de las organizaciones
seguramente suscribiría esta proposición. Todo sería modelizable y, por qué no,
hasta replicable.
Pero, veamos una propuesta más descartiana. Una empresa
que logra desarrollar procesos de funcionamiento eficaces, establecer
incentivos alineados con esos procesos y finalmente verifica en la práctica su
funcionamiento "exitoso", está muy cerca del modelo
"hormiguero". De hecho, los procesos encierran el
"conocimiento" de las organizaciones.
Sin embargo ¿qué es lo que hace que dos organizaciones
con los mismos procesos e incentivos, no tengan los mismos resultados? La
diferencia está en el matiz, en lo sutil, en lo que no se ve a simple vista. En
el caso de las hormigas, cuando una pared del hormiguero se cae, se suma un
pelotón de obreras a trabajar codo a codo con sus compañeras. En un equipo de
trabajo, para que ocurra lo mismo, tiene que existir cohesión, sentido de
pertenencia, compromiso. De nuevo, la diferencia a la que aludíamos antes está
en la gente.
La visión economicista no se lleva muy bien con aquellas
variables más difíciles de medir o cuantificar. En esa categoría debe
encuadrarse la noción del liderazgo. En su libro, "Dirigir y delegar a la
vez", el profesor de HEC de París, Michel Fiol, asume la idea de liderazgo:
"Crear en los colaboradores la chispa que desencadenará la motivación no
es cosa evidente. Lo que sí hemos podido comprobar es que la repetición de la
demanda de resultados no tiene efectos demasiado positivos...".
Es posible, entonces, que esa poco evidente chispa de la
motivación sea difícil de encontrar en la autorregulación, como ocurre en la
aceitada organización del hormiguero. Quizás no quede por ahora otro camino que
seguir buscándola desde la complejidad del liderazgo.
Mientras tanto, seguimos observando de manera muy entusiasta como nuestras amigas
las hormigas van y vienen, vienen y van…y pasados unos minutos de observación
en silencio mi hijo vuelve a dirigirse a mi diciendo: “Papá: ¿jugamos a
pisarlas?”...fue cuando toda mi teoría sufrió una pequeña dosis de realidad, y
nos marchamos en búsqueda de otra actividad.