Dice la mitología griega que Narciso era un joven
hermoso, y las doncellas se enamoraban de él pero las rechazaba. Entre las
jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, y para castigarlo por su
engreimiento, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su
propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de
apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas.
En nuestro entorno empresarial (además del personal) encontramos
casos de personas que solo se miran en su propio estanque ocasionando muchas veces
un importante daño colateral. Escuchas desde lejos sus pasos firmes y rápidos, hasta
ruidosos, anunciando su llegada. Abriendo las puertas como los vaqueros del
oeste en las cantinas. Usando la voz bien alta para que el último de la oficina
pueda oírlos. Y muchas veces con un mensaje dialectico plagado de ironías y sarcasmos
que si es nuestro jefe/a tenemos que aceptar con una sonrisa y respuesta forzada.
Normalmente emiten comentarios provocadores que no esperan respuesta y dejan en
el receptor una muy mala sensación. Esto, como la gota malaya, puede causar
desmotivaciones y frustraciones. Aunque si lo hablas con ellos jamás lo reconocerían
y dirían que lo que estamos planteando hoy es un absurdo, porque el reflejo del
agua solo les deja ver su rostro, su postura.
El narcisismo siempre ha tenido mala fama en el entorno
empresarial. Hay muchos casos y estilos. Por ejemplo también existe el
prototipo de directivo obsesionado consigo mismo, con un temperamento voluble y
que suele adjudicarse el mérito cuando las cosas van bien y culpa a sus
subordinados cuando algo falla. Estos ejecutivos suelen tener facilidad para
encandilar a los demás, pero cuando surgen dificultades salen a relucir los
peores rasgos de su personalidad.
Quieren controlarlo todo, lo que ayuda a entender por qué muchos llegan a lo más alto. También es cierto que aportan cualidades positivas como la ambición, la visión de futuro y la disposición a asumir riesgos. No obstante, si una persona es excesivamente narcisista y las condiciones del mercado se vuelven adversas, su posición puede llegar a ser tan irracional que puede provocar daños incalculables.
Tenemos el caso de Dick Fuld, consejero delegado de
Lehman Brothers en el momento de su colapso, con su carácter castrense, logró
acabar con las discrepancias que había entre empleados y crear un espíritu de
equipo al llegar al banco. En cambio, cuando las cosas empezaron a ir mal,
"se atrincheró y adoptó una posición defensiva, atribuyendo los problemas
al resto".
El narcisismo que lleva a los ejecutivos a conseguir
posiciones de liderazgo, sigue presente cuando alcanzan la cima. Es casi
imposible ocultar determinados rasgos de personalidad.
Otro ejemplo de un directivo que solía halagar a la gente, de forma que todos pensaran que tenían una relación especial con él. Cuando se convirtió en consejero delegado, el precio de las acciones de la empresa se disparó, en parte por su capacidad para transmitir su carisma a Wall Street. Un día sus compañeros comenzaron a percibir su carácter manipulador. Para entonces la compañía había comenzado a caer y él acabó abandonando el barco, no sin antes vender la mayoría de sus acciones y planificar su plan de pensiones.
Otro ejemplo de un directivo que solía halagar a la gente, de forma que todos pensaran que tenían una relación especial con él. Cuando se convirtió en consejero delegado, el precio de las acciones de la empresa se disparó, en parte por su capacidad para transmitir su carisma a Wall Street. Un día sus compañeros comenzaron a percibir su carácter manipulador. Para entonces la compañía había comenzado a caer y él acabó abandonando el barco, no sin antes vender la mayoría de sus acciones y planificar su plan de pensiones.
Uno de los principales problemas de los directivos
narcisistas es su sensación de ser omnipotentes y su falsa convicción de que
pueden cambiar la tendencia del mercado y adelantarse al futuro, y a la vez creer
que tienen un equipo que les responde en las buenas y en las malas porque
él/ella es así, porque sus condiciones de líder están a la vista y todos le
tienen respeto y admiración. Ellos/ellas
piensan que no necesitan de animar ni de ser animados, eso es para “débiles”. En
su convencimiento sus equipos son fuertes como él y si tienen algo que decirle vendrán
a él/ella y se lo dirán, pero mientras tanto todo es a su imagen y semejanza
sin darse cuenta que con esta irrealidad ponen en peligro a la organización.
Tras esta búsqueda de la perfección se esconde una persona que intenta protegerse de una sensación de inseguridad. Es probable que la necesidad de afirmación esté provocada por un intento de reparar experiencias traumáticas y paradójicamente esas experiencias traumáticas son las que depositan en las personas que dependen de ellos/ellas. Es difícil cambiar a esos líderes. Los que son capaces de escuchar y aprender pueden mejorar con la ayuda de un buen asesor. Pero los que tienen su imagen muy presente en el agua, el proceso puede ser largo y costoso, incluso cuando cuentan con la ayuda de un buen profesional y las secuelas en su equipo muchas veces irreparables.