Caminamos muchas veces sin saber claramente dónde está el
objetivo, sin saber si hemos previsto qué cosas nos pueden pasar por el camino,
si tenemos todo lo necesario. Dicho de otro modo: “estamos tan ocupados conduciendo que no podemos detenernos a poner gasolina”.
Nos ocurre constantemente en aspectos relacionados con temas personales
pero también con aspectos profesionales y vaya paradoja: que no tenemos tiempo
para gestionar adecuadamente nuestro propio tiempo. El hombre lucha por
dominarlo, y sólo se genera el efecto contrario. Los sentidos metafóricos de la vida oscilan
entre la ciencia y la ficción. El tiempo
(o su escasez) es el argumento más utilizado en la actualidad para no hacer, no
aprender, no viajar, no conocer, no dialogar, no participar y otra infinidad de
no. La idea del post de hoy no es compartir sobre cómo gestionar mejor
nuestro tiempo, que de eso pueden hablar mejor grandes especialistas, sino desenmascarar a la excusa perfecta: "¡No tengo tiempo!", en actos de cambio o innovación.
Ante situaciones como esta, por algún sitio hemos de romper
este terrible círculo vicioso:
- ¿Qué está haciendo Usted? —le pregunté.
- ¿No lo ve? —me respondió él con impaciencia— Estoy cortando este árbol.
-¡Se le ve exhausto! —exclamé—. ¿Cuánto tiempo hace que trabaja?.
- Más de cinco horas, y estoy molido. Esto no es sencillo.
- ¿Por qué no hace una pausa durante unos minutos y afila la sierra? —le pregunté—Estoy seguro de que cortaría mucho más rápido.
- No tengo tiempo para afilar la sierra —me dijo el hombre enfáticamente—Estoy demasiado ocupado aserrando el árbol.
-¡Se le ve exhausto! —exclamé—. ¿Cuánto tiempo hace que trabaja?.
- Más de cinco horas, y estoy molido. Esto no es sencillo.
- ¿Por qué no hace una pausa durante unos minutos y afila la sierra? —le pregunté—Estoy seguro de que cortaría mucho más rápido.
- No tengo tiempo para afilar la sierra —me dijo el hombre enfáticamente—Estoy demasiado ocupado aserrando el árbol.
No tengo tiempo para afilar la sierra porque estoy demasiado
ocupado aserrando el árbol. ¿Alguien ha sentido esta sensación? Seguro que sí. La buena o mala noticia es que: el tiempo
no se encuentra, el tiempo se fabrica y si esperamos a tener tiempo, no lo tendremos nunca.
Evidentemente los
procesos de cambio, incluso los internos no son simple, ni rápidos, ni matemáticos pero si sacamos cada día 10
minutos al cabo de la semana habremos tenido casi una hora para nuestro nuevo
proyecto o desafío. No sirve decir: “Es
que tú no me entiendes”, “Tú no vives mi realidad”, “Todo lo que me piden son
cosas prioritarias y para mañana”, “Llego cansado y ya no tengo fuerzas para
ello”. Somos valorados también por nuestra buena administración, por nuestra sabiduría
como estrategas de la organización y del tiempo, por tomar decisiones importantes en los
momentos más claves (caóticos o no caóticos).
Si no hacemos este proceso, aparte de no avanzar y mejorar,
cosa que nos aporta el análisis de cómo lo hacemos y cómo lo podríamos hacer
mejor y en menos tiempo (esto se llama también productividad), no conseguiremos
encontrar el tiempo necesario para enfrentarnos a los retos que hoy se
necesitan para conseguir ser sostenibles y competitivos y seguir presentes.
Y si hablamos de tiempo también debemos mencionar al tiempo nocivo, aquel que nos afecta,
nos aletarga y que no sabemos digerir por distintas causas. Cuántas veces nos hemos
encontrado con complicados escenarios laborales donde los managers sin ningún tipo
de contemplación y planificación generan el peor de los ambientes que nos podamos
imaginar anulando psicológicamente a su equipo por irse sin hacer las “correspondientes
14 horas” de trabajo. También cuando hablamos
de cambios, de mejor organización, de innovación e incluso de productividad y
por qué no de felicidad, hablamos dentro del idioma de los valores, lo demás radicalmente
queda fuera de juego.
- ¿Dijo John Lennon “No tengo tiempo” cuando tenía que ir a ensayar con su grupo mientras trabajaba barriendo en el pub de su padrastro para tener un poco de dinero y en la compañía de agua en Woolton?.
- ¿Dijo Jack Nicholson “No tengo tiempo” cuando tenía que aistir a sus clases de actuación y estudiar mientras trabajaba como repartidor de correos?
- ¿Dijo Bill Gates “No tengo tiempo” siendo aún estudiante en la Universidad de Harvard y planificaba lo que sería su futura Microsoft?.
- ¿Dijo Amancio Ortega “No tengo tiempo” a los catorce años en La Coruña, siendo empleado de dos conocidas tiendas de ropa mientras ideaba la creación de su primer empresa Confecciones GOA, S.A?
No hace falta ser Lennon, ni Jack Nicholson, ni Bill Gates
ni Amancio Ortega. Desde lo más personal al área más profesional, podemos dar
el gran paso haciendo del tiempo una herramienta de cambio, demostrando que para ser felices de verdad también hay que
ser valientes, creativos e innovadores.
Linkedin: es.linkedin.com/in/diegolarrea/