El cerebro sólo es consciente o es capaz de “ver” aquello
que considera posible. Son las neurociencias actuales quienes nos dicen que la
única “película” que vemos es la que proyecta nuestro cerebro, un cerebro que
no distingue entre la realidad exterior y la interior. La realidad construida
es la realidad percibida.
Esto explica bien el fenómeno de por qué tan a menudo nadie
“ve” algo que, cuando es visto por primera vez, resulta “evidente” para todo el
mundo y además por qué la actividad empresarial está siempre llena de
oportunidades. Al tiempo, también
explica por qué a veces el ensimismamiento mental, la recreación incesante en
los propios pensamientos, hace que pasen desapercibidos hechos que van
conformando una nueva realidad.
Una realidad que no “vemos”, que no hacemos consciente ya
que estamos confundiendo esa recreación interior con la mirada sobre el
exterior.
La información siempre está condicionada emocionalmente por
nuestra experiencia. Un nuevo mapa de la realidad, que hace aparecer nuevos
caminos, golpea esa experiencia, y entonces nuestro apego por el viejo mapa se
hace evidente, es el mapa que nos ha sido útil hasta aquí, y parece no importar
que ya no responda a la realidad, por eso nos seguimos aferrando a él. En ese
viejo mapa, las causas y los efectos están claros, y eso nos aporta seguridad;
en el nuevo todo cambia, tanto las causas como sus relaciones con los efectos.
Finalmente, ponemos el nuevo mapa en cuarentena y mientras tanto seguimos
navegando con nuestro querido y “fiable” viejo mapa. Sin embargo para nuestra
sorpresa, la navegación se hace cada vez más turbulenta, más impredecible. También
en el mundo de la empresa existe esta dualidad entre el mapa antiguo y el nuevo
mapa.
Constantemente se suceden acontecimientos inesperados,
nuevos “accidentes geográficos” que no están en el viejo mapa y nos volvemos
hacia él pidiéndole unas “explicaciones” que ya no puede dar. Quizá sea el
momento de tomar una decisión y conocer qué es lo que realmente está
sucediendo.
Porque el nuevo mapa marca con claridad que el camino que
tiene sentido es el camino de los intangibles, porque la confianza y la emoción
sí tienen sentido, tienen todo el sentido. Somos convencidos por la razón, pero
movidos por la emoción. Y allí es cuando nuestro mapa comienza a romperse, y
nos desesperamos, se nos deshace lentamente en las manos y la sensación de
impotencia se acrecienta. Nuestro mapa estaba lleno de creencias, creencias que
fuimos construyendo en nuestro día a día. Y una creencia es algo a lo que te
aferras porque crees que es verdad. Y aquí la importancia de cuidar los
pensamientos a los que nos aferramos, ya que ellos pueden determinar que esas creencias
que generemos sean positivas o negativas para nosotros.
Y aunque sabemos que estamos caminando en contra de nuestro
propio crecimiento personal o profesional son tantos los miedos que nos
encogemos, nos hacemos pequeños, casi como una bola, nos sujetamos las piernas
para que nada nos golpee, los ojos están cerrados y contra el pecho y de nuestra
piel emanan grandes púas, queratinas duras. Es nuestro Complejo de Erizo que se muestra firme, rígido, infranqueable para
ahuyentar la llamada del cambio, para ahuyentar la nueva imagen real de nuestro
espejo, el crecimiento coherente según nuestras emociones, para ahuyentar la
necesidad de adaptación, etc.
Estamos condicionados, llenos de malos hábitos y creencias
limitantes (negativas), cultivadas durante años de vida, por la educación, la
familia y la sociedad, o por la misma historia vivida en nuestra empresa, razón
por la cual están profundamente arraigadas en nuestro inconsciente, en nuestro
día a día, y manipulan nuestro comportamiento, definen nuestro carácter, y muchas
veces nuestro destino.
Pero podemos abandonar esas cadenas limitantes encargadas de
escribir por nosotros nuestros futuros pasos, y podemos abandonar esa especie
de comodidad costumbrista dándole una oportunidad a lo que verdaderamente nos
motiva y nos hace desvelar, ilusionar, vibrar cuando tenemos la oportunidad de
hacerlo o hablarlo, y sobresaltar de la cama justo hasta que nos encontramos nuevamente
en la mano el viejo mapa que nos incita a encorvarnos, replegarnos, y volver a
nuestro estado de erizo.
Normalmente vemos la motivación como un agente provechoso
pero como todo tiene su lado B, y aunque no tenga mucha prensa también existe la motivación nociva que nos
mantiene atados en el mismo lugar, esa motivación
es el miedo a lo desconocido, a lo nuevo y a
la incertidumbre que genera. Nos sentimos bloqueados y nos descubrimos
repitiendo comportamientos recurrentes para no ponernos en marcha. Hacemos lo
mismo y esperamos resultados diferentes decía el gran Albert Einstein.
Y todos tenemos el privilegio de alcanzarlo en condiciones
socialmente igualitarias. El mismo Einstein donó su cerebro a la humanidad para
ayudarnos a descubrir el secreto y no se notó ninguna diferencia de “hardware”, porque
lo importante era el “software” con el que lo hacía funcionar. Igual que
nosotros, igual que el “cerebro” de nuestra empresa. El cuerpo calloso que
conecta los hemisferios cerebrales era igual al nuestro solo que él se atrevía
a que hubiera un tránsito intenso de pensamientos racionales, emocionales y
creativos..
Jose Antonio Marina escribía una frase dura pero que nos
abre un buen camino en esta reflexión: “Ante
la disyuntiva de evitar el dolor o encontrar el placer, el ser humano elige la
primera aunque renuncie a la posibilidad de ser feliz”.
Entre el ser que soy
y el que deseo ser hay un vacío, y nos pasamos la vida jugando al suicida
entre un borde de la cornisa y el otro borde, hasta que un día nos caemos al precipicio
de nuestra frustración o caemos al vacio y desaparición de nuestros proyectos o
empresas.
Y para colmo sabemos que el hombre es el animal que choca dos
veces con la misma piedra y error repetido es error malo. El error bueno surge
haciendo algo nuevo, como Edison que inventó la lámpara eléctrica porque no
repitió los 999 errores previos.
No dejemos que el Complejo de Erizo domine nuestras
decisiones. Busquemos un punto concordante entre nuestras creencias, convicciones y nuestras emociones que como dice el
refranero castellano: “solo el tonto y el
mezquino andan dos veces el mismo camino”.