Preferimos los campos
donde veamos su vallado claramente y cuanto más controlado visualmente lo
tengamos, mejor. Nos da miedo o inseguridad lo que no palpamos, lo nuevo o lo
que no dominamos. Por ejemplo, cuando escuchamos personas que hace 30 años
trabajan en innovación, cuestionamos si
realmente tienen la capacidad para estar a la última: “¿qué me puede aportar
este señor mayor?”. Cuando observamos maravillados los nuevos y desenfadados “jóvenes start-ups”, miramos
desconfiados si realmente sus nuevas propuestas no son tormentas de verano. Los primeros, por vivir en el riesgo permanente, con
el gran trabajo de convencer a los “dinosaurios” que una nueva era comienza año
tras año y que vale la pena arriesgar; y los segundos, por adelantarse a lo que nadie supo ver antes, al menos,
se merecen nuestro respeto y unos minutos de nuestra atención. Miles de
ejemplos los respaldan en todos los siglos de la humanidad, en todos los
ámbitos. No apaguemos su luz, que las
cavernas son frías y sin ella nunca veremos la salida.
Este post no pretende
dar cátedra de innovación o de creatividad, para ello ya existen grandes
profesionales, solo intento como siempre que juntos podamos hacer algunas reflexiones
claves al respecto.
La creatividad es una
habilidad humana natural que nos viene dada, que rompe con las ideas
convencionales pero debe ser combinada con el coraje para implementarlas. Y
esto del coraje se convierte en algo realmente importante, porque la mayoría de
la gente tiene ideas y algunos poseen unas que son realmente “revolucionarias”,
pero son demasiado precavidos, prudentes, conservadores, incluso tímidos como
para ponerlas en práctica.
Existe un temor que es la reacción de
la gente cuando las expongamos o queramos llevarlas a la práctica y decimos frases tales como “qué va a pensar el jefe” o “a ver si en la
Dirección se cabrean”, “pensarán que no entiendo nada del negocio”, “¿qué hago
yo una persona de “x” departamento hablando de soluciones “x” para la
empresa?”, “seguro que piensan que lo hago solo por destacar”, etc.
En el mundo
del arte y de las ciencias vemos innumerables casos de creatividad e
innovación, que si arbitrariamente los pusiéramos en una balanza tendríamos el
lado del fracaso casi rozando el suelo y el éxito en lo más alto (vaya
paradoja).
El verdadero riesgo es no innovar y el liderazgo lo encontramos tanto
en la misma actitud emprendedora/ innovadora como en la otra mitad del círculo
generador de espacios diversos, de
confianza y flexibilidad. Tener
claro que existen dos mundos: el mundo operacional (hacer bien lo que sé hacer)
y el mundo de la creación (fomentar sorpresas, innovar, etc.) es vital para
poder dar el equilibrio justo en la aplicación del valor.
Todos somos
naturalmente creativos, sí, no pongas esas cara!. Porque aunque algunas personas
tienen más talento natural que otras,
todo el mundo puede aumentar su creatividad en el mundo laboral, de la misma
manera que cualquier persona puede aumentar su habilidad musical o deportiva,
con una formación adecuada y la constante práctica. Hay enfoques que se pueden
aprender, habilidades que pueden ser dominadas, así como los ambientes se puede
ajustar para fomentar una mayor creatividad. Incluso fomentando espacios no
solo por áreas sino por colaboración más que por departamentos, por tipo de
trabajo o por tipo de acústica, etc.
Si las
empresas quieren promover ambientes creativos pueden seguir muchos caminos,
pero lo más importante es enfocarse en
un liderazgo adecuado que promueva la diversidad de ideas y la solidez en la
formación de la gente. De palabras bonitas está hecho el mundo de los
negocios, pero el riesgo solo lo toman algunos, mientras que a otras organizaciones
o personas les cuesta abandonar el cortoplacismo.
Mi padre,
gran amante de la música clásica, el tango y la bossa nova (quien sin
proponérselo me pasó esa pasión por este arte) me pedía desde el comedor de la
casa que baje el volumen justo cuando el solo de guitarra de Brian May se
convertía en una espada que cortaba el aire y daba paso a la irreverente voz de
Freddie Mercury. Él no llegaba a sentir ese cambio, esa innovación que para mí
era un camino abierto a miles de posibilidades inimaginadas. Seguramente nos pase
lo mismo en nuestras empresa, pero deben existir esos “padres” que aunque no lo
entendían y nos pedían bajar el volumen o cambiar el “disco o cassette”, de
alguna manera nos dejaban un lugar para
la experimentación y estoy seguro que desde su silla o desde su cama algo
le llegaba a sus oídos curiosos.
Existen dos
tipos genéricos de creatividad: la
adaptación, que es un proceso de mejora de algo que ya existe y la innovación que es el proceso de
crear algo nuevo o suficientemente diferente. El problema es que en general las
personas que piensan de forma distinta no suelen encajar en las estructuras de
las organizaciones formales. Se sienten o se les etiqueta de “inadaptados”. Es
típica la frase “pensar fuera de la caja” cuando en realidad no debe existir
dicha “caja”.
Es importante conseguir que los
empleados estén orgullosos y se sientan responsables de la innovación de la
empresa y que no sea
una “palabra bonita” y de moda sino una herramienta cotidiana de trabajo desde
lo más simple hasta lo más complejo, y en cualquier puesto de trabajo.
El miedo al fracaso no permite innovar. En los países latinos los conceptos
de miedo y vergüenza son muy fuertes y hay que eliminarlos como barrera a la
innovación. Por ello, cuando hablamos de participar hablamos de “animar a animarse” a vencer los miedos
a proponer, a mejorar, a no dar todo por hecho, a no asumir las reglas por
comodidad, y también saber gestionar esa capacidad creativa recibida.
Somos
personas que, lo sepamos o no, tenemos un valor, un talento, y es nuestra
responsabilidad con nosotros mismos saber y querer utilizarlos.
Que la
indiferencia y la queja formen parte de las paredes de las cavernas que hemos
dejado atrás y seamos capaces de iluminar caminos con nuestra luz creativa,
intuitiva e innovadora en todos los escenarios posibles y motivemos sin excusas
a todo el que tengamos a nuestro alrededor, porque la naturaleza es sabia pero
el hombre es inteligente, aunque a veces lo disimule muy bien.
La película
está a punto de rodarse: “Luz…cambio….y
acción!!!”