No hay nada más descortés que el olvido,
esa es la grosería más poderosa que podemos hacerle a una persona, incluso a
nosotros mismos.Y menospreciar el poder de la indiferencia y lo que significa
ignorar a una persona también es síntoma de no haber asistido a las primeras
clases de valores.Todo lo que se ignora se desprecia, decía Antonio Machado. Realmente no conocemos este término hasta no
vivirlo en carne propia. Las dimensiones y ejemplos pueden ser tantos como
personas y combinaciones de estas pueda existir en este mundo.
Algunos tipos de ignorancia pueden ser:
- La Ignorancia del Otro: es ese duro golpe a la autoestima, a la confianza de una persona, a la valoración, a las expectativas, generando una indiferencia capaz de ocasionarle un vacío física y psicológicamente destructivos.
- La Ignorancia del Yo: es aquella donde nos llenamos de falacias cuando una situación límite no nos permite reconocer que estamos trabajando en un ambiente indeseable o estamos conviviendo en un ambiente familiar nocivo. Dado que a nadie le resulta saludable perder su empleo o romper su familia, el ser humano suele ignorar pretendidamente aquellas situaciones que lo afectan fuertemente. Ignoro lo que me da miedo cambiar.
- La Ignorancia Colectiva: nos encontramos con empresas llenas de gente con actitud abúlica y un tanto ausente, que mantiene con su lugar de trabajo una relación meramente contractual. Y por otro lado, empresas o managers indiferentes y apáticos que olvidan el valor de su principal “materia prima”: las personas. Ambas partes generan el círculo de la ignorancia colectiva.
Somos capaces de mirar al costado de la
carretera, bajar la velocidad, y provocar un atasco de 15 kilómetros para ver
que ha sucedido al lado del coche de policía, y no somos capaces de disminuir
nuestra velocidad cotidiana para ver lo que le pasa a la persona que tenemos al
lado. Comenzamos a pertenecer a la generación que nos molesta ver las líneas de
lectura confirmada del Whatssap y que no nos respondan, y tal vez con quien
tenemos en frente no tenemos la valentía de invitarlo a un café y preguntarle
cómo se siente, sea nuestra pareja, un amigo, un compañero de trabajo o una
persona de nuestro equipo.
Muchas veces tendemos a marcar nuestro
territorio, a decir quién entra y quién sale. Existe una tendencia feudal en
nosotros que levanta puentes y murallas para que nadie acceda a nuestro castillo
más que “nuestros privilegiados”, y allí nos manejamos con seguridad,
comodidad, y todo transcurre dentro de nuestro códigos, con las personas que
siguen nuestros patrones, formando una gran “cofradía” con ciertos matices
sectarios. Nos cegamos y no vemos más allá, no somos capaces de asomarnos por
la ventana más alta de la torre para ver la cantidad de personas que hemos
dejado fuera y dejando fuera en nuestro día a día, y que nos necesitan, nos
buscan, nos reclaman, y a los que estamos haciendo un daño inimaginado con esa
exclusión consciente o inconsciente.
Solo a manera de homenaje y con mucho cariño a todas aquellas familia que sufren de forma directa la cruda enfermedad del Alzheimer, me permito ponerlo como ejemplo, ya que ellos y nada más que ellos pueden entender la repercusión que pueden tener palabras como: vacío, ignorancia y olvido desde un punto de vista afectivo familiar. Muy distinto son aquellos portadores de un Alzheimer consciente que provocan vacíos,ignorancia y olvido, y dejan en un limbo marginal a personas que por decisión propia u otras circunstancias se encuentran a su lado.
Transpórtate un segundo a tu infancia, toma
ese primer vuelo mental y sitúate en aquella escena donde necesitabas que te
protegieran, necesitabas que alguien abriera esa puerta real o imaginaria y te
diera un fuerte abrazo y te contuviese, que te hiciera sentir real, te hiciera
sentir importante y querido. Eso es normal. Y quien diga hoy que no necesita
ese reconocimiento o ese “saber que existe”, en algún momento de su semana, que
vaya al primer museo de cera de su ciudad y piense seriamente en mudarse allí.
Ignorar la necesidad del Otro (vendando
nuestros ojos, tapando nuestros oídos y sellando nuestra boca), ignorar las
necesidades del propio Yo o escapar de la Ignorancia Colectiva, nos reduce a
nuestro campos más básicos de nuestra personalidad, de nuestro egoísmo y de
nuestro conformismo.
En algunas cosas la vida puede ser más fácil, sólo es cuestión de querer, de dar gotas de sabiduría a nuestra ignorancia de ignorar, y aprender que: “podrán olvidar lo que dices, olvidarán lo que haces, pero nunca olvidarán lo que tú les haces sentir”.
En algunas cosas la vida puede ser más fácil, sólo es cuestión de querer, de dar gotas de sabiduría a nuestra ignorancia de ignorar, y aprender que: “podrán olvidar lo que dices, olvidarán lo que haces, pero nunca olvidarán lo que tú les haces sentir”.