En un mundo sin distancias, el acto de
parar para entender cómo nuestras acciones repercuten en los demás es
fundamental. Todas nuestras interacciones, hasta las más intrascendentes, y el “cómo”
nos comportamos importan más que nunca. Nuestras decisiones y reacciones
cotidianas contienen mensajes sobre quiénes somos y en qué creemos. Sin
embargo, ¿cuándo nos tomamos el tiempo para escuchar y analizar en profundidad
esos mensajes? ¿Cuándo nos tomamos el tiempo para hacer una pausa? ¿Cuándo nos hemos
convertido en el Gigante aturdido que a su paso todo lo extermina?
La pausa no es ocio, no es pereza, no es
refugio, la pausa es un estado de acción, de inteligencia, de estrategia, donde
podemos ser capaces de ver, escuchar y sentir de otra manera, donde dejamos
entrar y salir, donde no preguntamos ni pedimos permiso, donde no establecemos
normas. La pausa abre ojos, abre oídos, abre corazones. La pausa puede
enseñarnos, puede hacernos descubrir, puede reconocernos, puede hacernos
reconocer. La pausa hace que se desarmen los preconceptos o prejuicios, la
pausa nos hace menos sectarios, nos acerca a la esencia de las cosas, al
corazón y valores de la persona. La pausa es inversión, y su ausencia podrá
generar situaciones pendientes e incompletas.
Saber generar espacios es una de las claves
más importantes en las relaciones humanas, tanto en equipos de trabajo, como en
amistades, relaciones de pareja y con
los propios hijos. Esa generación de espacios se produce siempre detrás de la
pausa, que es la llave invisible capaz de abrir cancelas eternamente
herméticas.
¿Cuántas cosas fuimos perdiendo en el
camino porque no fuimos capaces de generar el espacio, la pausa necesaria? La
vida no es una obra de Spielberg, la vida no tiene marcha atrás, la vida es
avanzar a pesar de todo, y sabio es aquel que detecta el momento idóneo para
sentarse al costado del camino y hacer una pausa. ¿Estoy dónde quiero estar? Estoy
con quien quiero estar? ¿Trabajo en lo que quiero trabajar? ¿Hago lo que quiero
hacer? ¿He dicho lo que quería decir? Las “preguntas pausas” son tan o más
importantes que las propias respuestas que podamos encontrar detrás de ellas.
La velocidad del día a día nos lleva a centímetros de la peor de las colisiones
que nos podamos imaginar, apagando para siempre toda esperanza por querer
reconquistar los terrenos perdidos.
Pero tenemos el gen evolutivo, la necesidad
de felicidad, de armonía y equilibrio, de desarrollo y podemos crear esos
espacios en el que uno puede ver, claramente, a través de los estímulos
cotidianos y tomar decisiones acerca de cómo seguir adelante, incluso en volver
a comenzar con nosotros y/o con los demás. No hay mayor capacidad de liderazgo
y fortaleza que saber reconocer y saber recomenzar. Hay mucho poder en dar un paso atrás, en esa
inspiración profunda, en ese abrir y cerrar de ojos lento, en la oportunidad de
la escucha, en la valoración del otro.
Y en esa pausa profundael Gigante entiende
por primera vez que ha arrasado todo lo que ha pasado bajo sus pies. Y es allí
cuando entiende lo importante de reconectarnos con lo que creemos, con lo que
nos identifica de verdad, ser capaz de quitarnos el vestido de nuestras mentiras
que nos empeñamos en ponernos en el desfile de la vida, abandonando nuestro
verdadero yo, y determinar si estamos viviendo nuestra vida de la mejor forma
para nosotros como individuos, así como para todos los que nos rodean.
Tras la pausa del Gigante viene el
silencio, la escucha, la reflexión, la respuesta, el cambio, la acción y
finalmente el desarrollo y avance.
DIEGO LARREA