Siempre hablamos con cierta admiración de las hormigas por
ser muy trabajadoras, cooperadoras, pacientes y perseverantes. Por ser capaces
de llevar una hoja por kilómetros para ayudar a su comunidad si es necesario y
porque no se dan por vencidas fácilmente. Pero un día a una de ellas se le
ocurrió la irreverente idea de salirse de la perfecta fila y pensar que podía
hacer algo nuevo, que podía realizar otras actividades, que podía llevar
adelante sus ideas y deseos, también en post de su grupo, y es cuando la Hormiga Reina la llamó al orden, la
recluyó en un rincón del hormiguero por unos días con la advertencia que jamás
vuelva a intentar pensar en hacer algo diferente, ya que allí tenía todo lo que
necesitaba, allí ella hacia lo que sabía hacer, allí ella hacia lo que
esperaban que ella hiciera. Y nuestra querida hormiga se entremezcló entre sus
miles de compañeras y nunca más se supo de ella.
Todos tenemos talentos, lo importante es lo que hacemos con
ellos y muchas veces lo que "nos dejan" hacer con ellos, o el espacio que generamos para aplicarlos a pesar de todo. Lo importante es saber
que si siempre hacemos lo mismo, nunca conoceremos realmente nuestro potencial.
Y decimos “dejan hacer” porque el manager es esencial en el desarrollo profesional
de sus colaboradores. Entonces, si una persona tiene el deseo y la inquietud
por mejorar y desarrollarse: ¿cómo pueden afectar los jefes en el desarrollo de
nuestra profesión?, ¿quiénes son los que la hacen prosperar y quiénes los que
la paralizan?
Ni la conciliación laboral ni el salario repercute tanto en
la autoestima del profesional como una carrera paralizada o el menosprecio de
su entorno. Pero más allá de las falencias que tenga un manager, quejarnos tampoco
no es la solución, porque los lamentos no harán de él un mejor jefe. En todo
caso, sumaremos un problema más para nosotros y continuaremos con nuestra
crisis. Adaptarnos a su forma de ser y comportamiento tampoco es una
posibilidad, porque podemos terminar nosotros sin capacidad, sin coraje y
resignados como la hormiga de nuestro cuento. Si a eso le sumamos dificultades
a la hora de cambiar de trabajo, ¿qué podemos hacer? El simple hecho de convertir
aquello que percibimos como una incomodidad en una oportunidad de crecimiento, o
en un disparador de nuestro afán de superación, nos reforzará en nuestra inteligencia
emocional y hará de nosotros personas y profesionales muchísimos más fuertes,
capaces de sobreponerse a una de las peores murallas en las relaciones
profesionales. Incluso nos animará sin titubeos a trabajar de una manera
diferente nuestras áreas de mejora, estableciéndonos metas sin depender de la
aprobación ni del reconocimiento de nadie, solo porque nosotros mismos
necesitamos dar ese paso.
Si bien somos los que tenemos siempre la última palabra en
estos temas, en el desarrollo profesional quien niegue que el factor de la
suerte es una de las condiciones, miente. Y cuando hablamos de suerte nos
referimos exclusivamente a tener delante, o no, a la persona que determina
nuestro futuro o, por el contrario, quién se involucra en él. Pero que quede claro, no hablamos de las
típicas excusas por tener enfrente un “jefe bueno o jefe malo”, no, hablamos de
personas con verdaderas motivaciones de crecimiento y evolución que son
bloqueadas por su responsable directo, afectando su futuro, su presente e
indirectamente a su salud y a su entorno familiar o, personas a las que se le abre la puerta de la oportunidad.
Y no necesariamente buscamos obtener un puesto mejor, muchas
veces necesitamos proyectarnos, aprender, aceptar nuevos retos, evolucionar,
como nuestra amiga la hormiga, que no quería dejar de ser hormiga, sino seguir
los dictámenes de su corazón, de su anhelo y de su necesidad por hacer las
cosas de otra manera y desde otro lugar. No dejemos que el talento se apague,
confiemos en las personas y en su fuerza interior, acompañemos los procesos de
evolución y desarrollo, aunque tengamos dudas del resultado final. Porque es en
esa confianza y en esa oportunidad donde garantizamos el mejor de los
aprendizajes.
Con mucho afecto a
todas las madres, padres y/o managers con los que compartimos muchas de estas
reflexiones semana a semana, y para aquellos/as que me han transmitido “la
desilusión de la hormiga”.