¿Por qué seguimos
invirtiendo solamente en grandes procesos de atención al cliente, que
perfectamente son replicables, cuando el
verdadero corazón de los negocios radica esencialmente en las personas que lo
impulsan, y son la verdadera diferencia que hoy pueden ofrecernos las
distintas marcas dentro de un escenario globalizado y en plena transformación
omnicanal?
Todos necesitamos
alcanzar metas, vivir nuestra evolución, llevar adelante proyectos, y cuando
nos sentimos parte de un mismo barco, no en la teoría sino en la realidad, damos
lo mejor de nosotros mismos, cuidamos lo que nos hace bien (en términos
generales), cuidamos la casa que nos cuida, que nos cobija, porque la sentimos
como propia.
Uno de los gestos
más universales y primarios es ese acto:
el cuidado. Nacemos esperando que unas manos nos reciban y cobijen ante
esa inexplicable sensación de angustia y vacio. Y por otro lado, en
paralelo, surge la necesidad instintiva del cuidado. Cuidamos lo que queremos,
cuidamos lo que sembramos, cuidamos lo que nos importa, lo que nos hace
felices, cuidamos lo que nos hace sentir integrados e íntegros, lo que nos da
algo de trascendencia, lo que nos identifica. Y aplicando una simple regla de
tres podremos decir que a mayor
inversión en las personas, mayor es el beneficio que obtenemos y mayor es el
impacto de nuestro negocio.
Cambiar
programas, sistemas y hasta procesos son
de un propósito medianamente asequible, pero contar con las personas adecuadas,
y darles el hábitat o entorno adecuado donde ellos se sientan que son los
verdaderos artífices del proyecto, es uno de los mayores retos que como
managers podemos asumir. Y si no lo
hacemos, alguien lo hará por nosotros, porque las oportunidades se gestionan en
el momento y en el lugar adecuado.
Muchas veces pensamos que tenemos todo
dentro de nuestra zona de seguridad, todo dominado, pero un día la ficha del
dominó comienza a caer, y esa estructura que hemos armado parece derrumbarse en
un segundo. Es en ese instante cuando nos preguntamos por qué no lo hemos hecho
antes. Incluso en las mismas relaciones personales nos ocurre, pensamos que
todo sigue un ritmo, que todo es parte del día a día, hasta negociamos con la
palabra rutina, pero llega “ese instante” donde caemos en la cuenta que estamos
perdiendo lo que más queremos y no tenemos nada en nuestras manos para
impedirlo.
Cuidar es un verbo que implica
proactividad, humildad, escucha y empatía. Cuidar significa generar espacios de
confianza, de verdadero respeto, hacer de nuestros valores un acto y no un
pacto. Debemos
ser “audaces” y romper nuestros antiguos paradigmas, atrevernos a construir entornos
de desarrollo, de transparencia, de escucha, de generosidad, de anticipada
observación, y entender que el
inmovilismo entre los seres vivos conduce a una muerte relacional y a la
perdida de grandes oportunidades.
Recordémoslo
siempre y trasladémoslo a todos los ámbitos de nuestra vida: “Lo que no hagas tú, lo hará otro por ti”,
y hace unos segundos que el reloj ya se ha echado a andar.
DIEGO LARREA
Twitter: @larreadiego