El talento del perdedor (Las ganas que ganan)

Dicen que no tenemos que tener miedo a los cambios lentos, sólo tener miedo de permanecer inmóviles. Nunca es bueno estar “de paso” sino que nuestros pasos marquen el rumbo. Las horas jamás vienen a uno, sino que uno va tras ellas. Porque esperar que la meta venga a la salida es una negociación absurda frente al espejo. Nada sucede si nosotros nos convertimos en nada, pero todo llega a ser posible si construimos el todo.

Las dificultades, las desilusiones, el hastío, la injusticia, las contradicciones, las negaciones, a veces se enquistan en nuestras ganas, fuerzas, deseos y corroen lentamente nuestra capacidad de generar nuevos espacios para inventarnos, reinventarnos y lograr nuestras ansiadas metas. Podemos preguntarnos que “hubiera sucedido si…” pero es hablar del tren que hemos perdido y ya no regresará. Y como hemos dicho en su día: “Lo que no hagas tú, lo hará otro por ti”.

El tiempo pasa, no pregunta, no cuestiona, no llama a la puerta, solo corre delante de nosotros y ni siquiera saluda. La fortaleza en la debilidad no se descubre en los lamentos o en los reproches. La fortaleza en la debilidad se descubre cuando sacamos a relucir nuestro compromiso, primero con nosotros mismos, luego con nuestros objetivos y por consecuencia con el Otro. El compromiso debe estar impregnado de actitud, ganas y esfuerzo. Tres características que nacen y renacen desde nuestro interior y que solo nosotros mismos seremos capaces de desbloquear y convertir la desafiante “cuesta arriba” en una permanente oportunidad.

Y es en el talento del perdedor que podemos convertir en victoria nuestra última derrota, olvidando los olvidos e ignorando la ignorancia, haciéndonos fuerte en nosotros mismos, en nuestros valores y convicciones. Ese talento del perdedor que no pregunta por qué, sino cuándo, porque mira hacia adelante esperando la buena revancha. Y en ese “cuándo” encuentra nuevamente la justificación perfecta para levantarse de nuevo y seguir. Con la humildad de mirar los errores cometidos y entender que cuando nada es seguro, todo es posible.

Y el talento del perdedor no se hace “trampas al solitario”, porque sabe que en el camino habrá piedras, titiriteros, bufones, precipicios, tornados, tormentas, laberintos, y todo tipo de escollos. Pero también sabe que la marea dará en algún momento la vuelta y hay que estar preparados.  Las ganas que ganan están en nuestro interior, y su impulso hará que continuemos pedaleando para mantener el equilibrio y llegar a la meta con el éxito anhelado.

Y como decía W. Clement Stone: “cuando la vida te ofrezca un limón, exprímelo y haz limonada.” Todos tenemos el talento del perdedor dentro, que es como “ese pequeño cometa que se eleva cuando mayor es el viento que se opone a su ascenso”.

DIEGO LARREA 
Twitter: @larreadiego