Con absoluto asombro escuchaba esta semana un informe sobre la
elevada cantidad de jefes tóxicos que existen en España, más del 40%. Personas con
responsabilidad organizacional que, en lugar de aportar emociones positivas
generan ira, miedo, y a veces hasta incluso asco o vergüenza. Sentimientos
todos ellos que influyen muy negativamente en el clima laboral y en la
productividad. Pero todo no es mirar hacia arriba, también nos encontramos con
empleados llamados “tóxicos” que, si bien muchas veces son personas talentosas
y productivas, exhiben comportamientos dañinos para la organización y que
lamentablemente no son fáciles de detectar. Éstos incluso pueden arrastrar a un
equipo a un precipicio de desmoralización e improductividad, haciéndolos pensar
en huir de la empresa rápidamente.
De acuerdo a un trabajo reciente realizado por la Escuela de
Negocios de Harvard, el impacto de este tipo de trabajador tóxico, sea manager
o empleado, tiene un mayor efecto económico sobre el negocio que las
superestrellas que todos buscan. En definitiva: “es el doble de valioso evitar a alguien tóxico en una organización que
atraer al mejor de los candidatos”.
El verdadero líder, detrás de su capacidad y humildad, siempre tiene
que ejercer un rol modélico sabiendo reconocer comportamientos tóxicos propios
y ajenos que afecten a su equipo y a la empresa. Debe tener la valentía de
afrontarlos, sea quien sea y lo tome como lo tome. Un buen gestor de equipos no
permite que determinadas sustancias nocivas afecten el ambiente laboral porque
ésta también es una de las tantas misiones para lo cual fue contratado en su
día. El sentido de la percepción y la anticipación a través del conocimiento es
primordial. Tenemos excelentes casos de éxito de los cuales aprender y son cada
vez más los expertos que apuestan por la conciliación de las emociones que destraban
este tipo de conflictos tóxicos en el mundo empresarial.
Detrás de los Matatalentos
está la irresponsabilidad de afectar de una manera directa nuestra cultura,
nuestros valores, nuestra innovación y crecimiento como organización, porque el
talento que no se aprecia se deprecia. Y no sólo eso, sino que sufre un efecto de
contagio interno capaz de ramificarse de una manera peligrosamente silenciosa
hasta el último de los empleados. “Si
esto ha pasado con él/ ella ¿por qué no puede sucederme a mí?”: frase que
quizá alguno de nosotros ha escuchado en un café informal, que expresa la
consumación de la evidencia.
Somos el promedio de las personas con la que nos rodeamos, y
tenemos una gran responsabilidad en esa toma de decisiones. Porque todos somos pequeños
grandes gestores de “lo nuestro”. Pero en un ambiente laboral donde no todos
pueden escoger con quien trabajar, allí la intervención directa y profesional
de un manager será clave para el buen desarrollo y evitar este tipo de
dolorosas situaciones. Otro caso que podría darse y bastante más complejo es,
cuando no hay nadie por encima del problema, somos nosotros los que tenemos que
tener la capacidad, la proactividad y la inteligencia emocional para actuar a
tiempo.
Los Matatalentos pueden
ser jefes o compañeros, no importa el status empresarial que tengan. Los Matatalentos no entienden que la humanidad
avanza por la destrucción creativa. Por eso, debemos ser los más “provocadores”
en nuestros puestos de trabajo o desde donde nos toque tomar decisiones y hacer
que las cosas sean funcionen y sean posibles. Porque los Matatalentos no comprenden de rupturas, ni de creatividad ni de
innovación. Están más ocupados en el posicionamiento de su rol dentro de la “tribu”,
de pertenecer al “Club de los Elegidos”, y de como decía Serrat: del “me
han dicho que dicen que dijo”, que verdaderamente hasta dónde puede llegar esa “tribu” a dar
resultados. Resultados únicos en un ambiente donde los valores sean innegociables
y no moldeables según nos convenga la circunstancia.
El talento surge de la creatividad y la creatividad de las
personas “provocadoras”. No dejemos espacio para los Matatalentos. Aprendamos de
ese 60% de managers que día a día nos
enseñan que una nueva forma de colaborar, trabajar y comunicarse es posible. Juntemos
todo ese deseo colectivo de “inteligencia triunfante” que nos rodea. Y seamos
capaces, entre todos los que apostamos por las personas, de generar el ambiente
propicio que brinde las condiciones adecuadas y equitativas para que cada uno de
nosotros podamos convertirnos en REVIVETALENTOS
de lo propio y de lo ajeno.